Hace cuarenta o cincuenta años, los estadounidenses estaban muy felices y tranquilos. Daban por sentado que Dios, el Capitalismo y la Democracia, les regaló una clase sumisa de inmigrantes que trabajaba en los campos y, que aún los trabaja. Y los trabajará para siempre, según se creyó. Se llaman los trabajadores de la pisca, los campesinos, obreros de jornal agrícola, principalmente mexicanos. No importaba cuán miserablemente vivieran, ellos mismos creyeron que serían pobres toda la vida.
Al menos, estos jornaleros, muchos ya no migrantes, porque nacieron en primeras y segundas generaciones como hijos de mexicanos, se sentían afortunados por ser útiles y productivos. Aún nacidos en los EE.UU., el organizador sindical agrícola César Chávez los hallaría como «los más pobres entre los pobres de Norteamérica». Eran trabajadores invisibles. Las clases ricas, propietarias, blancas y no blancas, gente de clase media y alta, estaba muy tranquila de saber que existe el peón mexicano que hace el trabajo duro, en el campo y la ciudad, y se le puede pagar con un salario mínimo o menor al mínimo, porque está sin documentos y no se atreve ni abrir la boca para hablar de sus necesidades.
En el decenio del ' 60, después que los afroamericanos hicieron lo mismo y reclamaron derechos civiles y electorales, Chávez y otras variantes del Movimiento Chicano, dijeron que había llegado la hora de que el mexicano fuese un ser humano, no un virtual esclavo, no un regalo para el pueblo estadounidense y blanco. Que fuese, por igual, un regalo para sí mismo. Y bien, al final de cuentas, que fuese reconocido como un trabajador; pero eso no fue suficiente, porque, entonces, fue un trabajador pobre.
En los años ' 70, esa mexicanada de los campos agrícolas se aprendió dos consignas, dos slogans que desde entonces lo acompañan: Sí se puede y Sueño Americano; pero, gritando consignas no se soluciona la pobreza. Y la pobreza tiene unas causalidades que hay que comprender desde la raíz. Hay aspectos en ésta que son individuales y otros aspectos que son sociales, es decir, se relacionan a una estructura de poder, cuyos cimientos son los intereses de la sociedad / país / gobierno / en que se vive.
En los años del decenio de 1970, hay una crisis internacional. «En Estados Unidos, como en todos los países también hay crisis; en 1974 se da una de sus más fuertes crisis, ya que es cuando el país tiene una gran disminución de la inversión, baja producción, su población económicamente activa se encuentra en paro total… Otro factor de importancia es la devaluación monetaria, porque al devaluarse nuestra moneda (el peso mexicano), el trabajador mexicano busca irse a Estados Unidos y cobrar en dólares, que al convertirlos en moneda nacional eleva su poder adquisitivo» [ Ver: Diagnóstico migratorio]
QUE SALGAN A LA LUZ Y NO VIVAN COMO RATAS: Los años del 1990 al presente son la reversión de los 80 cuando el Acta de Inmigración 1986, si bien se enfocó en restringir inmigración ilegal, por otro lado, legalizó cientos de miles de inmigrantes. Algunas disposiciones de ley ofendieron a los blancos, ya que se introdujo un programa de multas para los empleados que ocupan trabajadores ilegales. Significa que, por primera vez, el patrón explotador que pagara menos que los salarios mínimos, o se robara el dinero que le descontara por Seguro Social, es visible ante la ley. El trabajador inmigrante lograba algunas protecciones en sus derechos. Por eso hay gente que aún maldice la Ley de Inmigración de 1986 y piensa que el mojado / pata rajada legalizado está crecido y jactancioso.
Y, en 1986, por razones de la legalización de su estatus, el antes obsequio de sumisión, el peón invisible, aprendió cuando pudo para defenderse. Los estudios posteriores mostraron que los nuevos ciudadanos legalizados, más pronto que tarde, obtuvieron mejores trabajos y mejor remuneración. Había una obvia ética de trabajo y había necesidad entre las familias que dejaron en su país. Sin embargo, habían ciertas desventajas entre esta gente, que ya no sólo se conformó con el trabajo duro del campo. Se expuso a entrar en la industria de servicio y subir a las áreas metropolitanas. En ese entonces, sólo el 8% de los latinos había completado una licenciatura, comparado con el 43% de los asiaticos, el 33% de los anglosajones y el 24% de los afroamericanos.
DAME TUS RICOS, TUS INTECTUALES Y CIENTIFICOS: En años subsiguientes las leyes sobre inmigración, como Acta de 1990, son más exigentes y observan que el inmigrante asiático, siendo minoritario, tiene un intelecto que le da ventajas sobre el blanco anglosajón. Se educa más Esta ley estableció un límite anual para ciertas categorías de inmigrantes. La economía estadounidense cambia hacia una actividad menos manual, más intelectual y los negocios requieren que se atraiga a los Estados Unidos trabajadores extranjeros con especialidades; «así extendió las categorías de la clase de negocio para favorecer a personas que pueden hacer contribuciones educativas, profesionales o financieras». Lo ideal es que vengan los inversionistas. Al que trabaja el campo, habría que sujetarlo al campo, aunque fuesen igualmente anhelantes del Sueño Americano, que bien puede reducirse a trabajar muy duro; pero sin romperse la espalda.
Entre tanto, el inmigrante que viene a la caza del Sueño Americano sigue siendo el más pobre del Tercer Mundo. Ante la apatía del gobierno y sus políticos de encarar el problema de los inmigrantes, crece una pobreza a veces más intensa que la vivieron en sus países de origen. Trabajar en la ilegalidad, si bien no siempre hay un pago de impuestos, no lesiona al país, sino a ellos mismos. Posiblemente, trabajan para un explotador. Un ejemplo es que el 40% de todos los trabajadores del Condado de Los Angeles trabaja por dinero en efectivo. Seguramente, son indocumentados, sin una Tarjeta Verde; pero, ¿hay alguno de ellos que se haya vuelto rico? En el Condado, con 10.2 millones de personas, son posiblemente la fuerza trabajadora más oprimida y su labor puede ser el reciclaje de botellas y plásticos, «casual work» o el reparto de volantes en las calles.
En términos generales, los latinos en Estados Unidos sufren de la pobreza casi tres veces más que la población entera con un 27.1% viviendo en la pobreza. En California, los latinos están rezagados con respecto a todos los otros grupos. Como grupo sufren más desempleo; tienen hijos que, como alumnos, abandonan más sus estudios. Gozan de menos acceso al cuidado médico y reciben ingresos promedios más bajos. Ante estos hechos, una de las pocas libertades que realmente experimentan es la de lamentarse en su propio idioma. En L. A. County, donde 5.1 millones de personas hablan el inglés, 3.9 millones lo hacen en español y, seguramente, están lamentándose de tantas injusticias y trabas que surjen entre su Sueño Americano y la verdad.
«Los latinos no tienen una visión común; no saben donde estan ni a donde van. Pocos activistas y politicos tienen buen conocimiento respecto a la forma en que funciona el sistema para llevar a cabo los cambios», dice el Dr. Armando Navarro, profesor de ciencias politicas y director de la Facultad de Estudios Etnicos en la Universidad de California en Riverside. En su libro The Cristal Experiment : A Chicano Struggle for Community Control, el Dr. Navarro explica que «con menos ingresos, sujetos a menosprecio y discriminación por las agencias hipotecarias por su escaso crédito, el porcentaje de dueños de casa entre inmigrantes hispanos es menos. En cuanto tales, constituyen más del 66% de la vivienda con sobrecupo y el 75% de los vecindarios gravemente destartalados y desatendidos por el gobierno, si bien son el sector migrante que constituyen sólo el 22% de la población metropolitana de California».
TRABAS EN LA VIVIENDA: En el Condado de Los Angeles, durante esta década, más de 300,000 inmigrantes indocumentados («illegal aliens» viven en garajes. Casi el 60% de todos los inquilinos de vivienda, administrada por HUD, son ilegales. Uno de los problemas es que estos inmigrantes tienen hijos nacidos en los EE.UU. y, mediante ellos, obtienen algún beneficio. Por ejemplo, la proclividad, no costosa, para procrear una familia. Más de 2/3 de todos los nacimientos en el Condado de Los Angeles son debidos a mexicanos sin documentos que se benfician del financiamiento de Medi-Cal. Si bien se les da ese beneficio porque uno de los padres es residente legal, o porque el hijo nacerá legalmente como estadounidense, tales beneficios les cuesta a los contribuyentes.
UN SEGURO SOCIAL QUE JUEGA CHUECO: Sean o no residentes legales, los inmigrantes pagan al sistema de Seguro Social, pero, si no son indocumentados, no son elegibles para obtener beneficios. El gobierno los utiliza para mantener este sistema a flote, con $7 billones al presente despositados como fondo («a designated suspense file»), que proviene de los trabajadores indocumentados.
Sin embargo, es un explotador que sabe que el inmigrante trae una tarjeta chueca de Seguro Social quien le da trabajo. Y es, posiblemente, un connacional malintencionado quien se la vende, creando en el inmigrante las ilusiones de que se saldrá con la suya, presentando la tarjeta chueca del engaño. Un seguro social que es el primer fraude que le tocará sufrir.
LA DEMORA COMO CASTIGO EN UNA BUROCRACIA CRIMINAL: La cantidad de personas que han sido víctima de fraudes migratorios es un disuasivo que le cuesta al bolsillo del aspirante al Sueño Americano de ser legal, aunque sea pobre. La experiencia del abogado chueco, o el notario sinvergüenza, ha inhabilitado a familias para la gran meta de obtener sus papeles. Pero, aún, le queda por vivir la experiencia, de las esperas burocráticas, que también llevan a sorpresas o desalientos. Ninguna etnia, a no ser la asiática y la haitiana, ha sido más martirizada en un proceso civil, como la migración y la naturalización que la mexicana y centroamericana.
Y, pese a que ya existe más conocimiento sobre los aportes económicos del inmigrante, lo que las fuerzas reaccionarias e inmaduras del país pretenden es que la situación siga igual: se revierta el interés del indocumentado en ser parte visiblemente productiva del país y con un poder crítico y claricador en su propia defensa. Estas fuerzas antimigratorias quieren, en primer lugar, que los hijos de los indocumentados, nacidos como niños estadounidenses («U.S.-born children of illegal immigrants», pierdan este estatus. En 2002, el Fiscal General de la Nación, John Ashcroft, dijo que los casos de migración no resueltos son una pesadilla gigantesca. Cada vez crecen más. En el decenio de 1990, en el Segundo Distrito de Cortes de la Migración los casos en demora sólo eran el 4%, cualquiera sea el número de años a partir de la solicitud. En la actualidad, los casos en demora y que obstaculizan que el inmigrante regularice su estatus son el 39% según la revista Legal Times. «Retrasar y obstaculizar el proceso es perpetuar la pobreza del inmigrante y la visión con que se le estereotipiza: el inmigrante indocumentado como criminal».
Todas estas limitaciones son injusticias enfrentadas por los latinos porque los gobierno estatales, como dice el Dr. Navarro, «hacen lo posible para impedir el desarrollo de la comunidad latino y controla su materialización del Sueño Americano».
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