Por Arturo Cardona Mattei / escritor puertorriqueño
Se dice que un pueblo bien educado debe progresar en todos los aspectos de su vida: en lo político, social y económico. Pensamos que esos conocimientos adquiridos nos van a llevar por un mejor camino. Se habla de pueblos adelantados y pueblos atrasados. De pueblos económicamente sólidos y de pueblos con economías tambaleantes. Pueblos económicamente saludables se espera que tengan estructuras políticas bien definidas. Pero vivimos tiempos donde esos paradigmas parecen no tener tangencia. Como que todo parece verse al revés. Todo parece descuadrado. El caos ha tomado asiento en primera fila.
Aquí, en nuestro propio laboratorio, tenemos una isla que tuvo sus años de gloria tanto en lo económico como en lo político. Somos un pueblo donde los centros de educación –escuelas públicas, privadas y universidades- están disponibles para la gran mayoría de nuestra población. Los años buenos de progreso económico, político y educativo parecen ser cosas del pasado. Económicamente estamos en bancarrota. Políticamente tenemos una gran deficiencia que no nos permite abrir surcos definitivos que nos lleven al final de la gran lucha fratricida que por tantos años ha destruido nuestra vida de pueblo. Bueyes y arado están desconectados. Ya llevamos 110 años bajo la soberanía norteamericana y nadie sabe cómo poner a nuestro pueblo con el Congreso norteamericano en un camino expedito que nos resuelva nuestro perenne y amargo dilema político.
El nudo político tiene visos de irse apretando más con el paso del tiempo. Nuestros líderes, bien educados, nos siguen estrujando teorías viejas y nuevas con relación a nuestra amarga situación política. Sale a la palestra política todo un señor Juez Federal para decirnos que Puerto Rico sí es un territorio incorporado. O sea, que cumplimos con el primer requisito para que la isla se encamine derechita hacia la estadidad. Como que los dados están cargados. Esa es la conclusión a que llega luego de un largo y profundo estudio jurídico. En ese terreno árido y escabroso yo no pongo mis pies. Pero, otros estudiosos dicen lo contrario. El catedrático de derecho, Efrén Rivera Ramos, nos advierte que hace muchos años la Corte Suprema de los Estados Unidos determinó que Puerto Rico es un territorio no incorporado. Como que nos pusieron en un limbo político. En ese divagar sideral nos encontramos al día de hoy.
Otro catedrático de derecho, Juan Mari Bras, incansable luchador por la independencia puertorriqueña, se pregunta si el federalismo de la nación norteamericana se está acercando a su final, luego de más de 200 años de vida política. Esta idea está acorde con la nueva situación política que vive Puerto Rico, pues el anexionismo acaba de encumbrarse en nuestra vida política. El nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tendrá mucho que decir a este respecto. Sus decisiones tendrán grandes repercusiones para el futuro político de nuestra isla.
Todo imperio, mientras exhibe poderío económico y militar, impone su criterio político. Y todo territorio bajo su soberanía y bandera se ve obligado a seguir las pautas que salgan de esa metrópolis. Cuando hay resquebrajaduras económicas en el imperio, entonces los territorios se sienten con más agallas para luchar por sus derechos políticos. Algo parecido fue lo que provocó que el imperio ruso perdiera tanto territorio. De repúblicas socialistas pasaron a ser naciones soberanas. Hoy ese imperio daría y haría lo imposible por recuperar esa inmensa geografía perdida. ¿Por dónde me dirijo? Veamos.
Un informe de inteligencia alerta sobre fisuras en todos los aspectos de la vida norteamericana. Dice: «El Consejo de Inteligencia Nacional, un organismo dependiente de los servicios de inteligencia de EE.UU. y que periódicamente analiza el futuro de los contextos internacionales, reconoce que el dominio económico, militar y político de Washington descienden de manera alarmante». Esa pérdida de influencia y poder pudiera llegar, según ese informe, en el breve plazo de dos décadas. Recordemos que en varios estados de la Union existen fuerzas que quisieran salirse de esa Union, de ese federalismo. Si esa predicción se hiciera realidad, entonces Puerto Rico podría llevar a cabo su emancipadora lucha por convertirse en una nación libre y soberana. Tal vez…
Sigo preguntándome, si no somos territorio incorporado, requisito indispensable para llegar a la estadidad, ¿Por qué despilfarramos tantos millones de dólares en plebiscitos que no nos van a mover de nuestra posición colonial? ¿Será posible poner a Estados Unidos contra la pared para que se obligue a una solución política en un determinado plazo de tiempo? ¿Dónde estará el Moisés que nos saque de este desierto tan inhóspito?
Ya hemos rendido muchos honores, es hora de alcanzar algunos para nuestro propio pueblo.
Caguas, Puerto Rico
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