Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño
A todos ustedes los amantes de la estadidad para Puerto Rico. A los ricos y pobres, a los blancos y negros, a los intelectuales y analfabetas, a los empleados y desempleados, a los que viven en la isla y a los que se mudaron para los Estados Unidos. Sí, para todos ustedes va dirigido este manifiesto. ¿Cómo es posible que no se den cuenta que ese tal ideal no se escribió para incluir a nuestro país en esa estructura política, económica y social? ¿Acaso no se acuerdan que don Luis A. Ferré fue el estadista más prestigioso que ha tenido Puerto Rico? Y él no pudo traer la estadidad jíbara. Ese embeleco no le sentó bien al Congreso. ¿Qué pasó con el librito de Carlos Romero Barceló donde vendía la idea de que la estadidad es para los pobres? ¿Dónde está el recogido de firmas para obligar al Congreso a dar la estadidad a Puerto Rico? ¿En qué gaveta está el llamado Plan Tennessee?
Los ideólogos del anexionismo han gastado demasiados millones de dólares inventándose cuanta artimaña y cuento artificioso han podido tratando de engañar al pueblo puertorriqueño y al Congreso, pero todo le ha fallado. Ese automóvil necesita algo más que gasolina y gomas nuevas. ¿No se dan cuenta que 111 años es una eternidad dedicada a un imposible como lo es la estadidad para Puerto Rico? Datos históricos, realidades políticas, económicas y sociales se acoplan en una magnífica ecuación para detener cualquier orgía política que pretenda extenderle a nuestra isla el capricho de la estadidad. En la vida se pueden hacer infinidades de cosas, pero no todas las cosas se pueden hacer.
Por favor, sean honestos con ustedes mismos y con la tierra que los vio nacer. Es tiempo ya de parar dicho juego político. ¿Qué estado de la nación americana ha esperado tanto tiempo por la estadidad? ¿Qué se necesita tener para alcanzar ese ideal? ¿Son todos los estados igual de ricos? ¿Son todos los estados igual de poderosos, políticamente hablando? ¿Cuál ha sido el idioma con el que han entrado en la Unión? ¿Cuál ha sido la composición demográfica de todos los estados al momento de entrar en la Unión? ¿Hay escapatoria de la Unión en caso de un arrepentimiento? ¿Existen grupos en los estados que quieran salirse de la Unión? ¿Hubo una guerra civil para evitar que esa Unión se desintegrara? ¿Por qué todo plebiscito ha fracasado a nivel del Congreso?
Ayer la estadidad jíbara pasó a mejor vida, mañana el estado hispano será colgado bajo la sombra de la estatua de Abraham Lincoln. Señores y señoras, hagan una profunda meditación para ver si logran darse cuenta de que el sueño de la estadidad para esta tierra borincana es absolutamente imposible. Busquen su santo predilecto, arrodíllense en la Catedral del Viejo San Juan, suban en rogativa piadosa los escalones de la iglesia de Hormigueros a ver si así logran dar con la verdad. Hablen con sus querubines predilectos. Rueguen a sus ángeles más íntimos. Susurren en los oídos de sus serafines más conocidos. Crucen a nado de Fajardo a Vieques, a Culebra y de regreso a Ceiba para ver si tan elevado sacrificio es tomado en cuenta por el Congreso en este próximo plebiscito que habrá de tomar inicio prontamente. Y para impresionar aún más, hagan como el profeta Isaías, quien predicó desnudo y descalzo por tres años dentro de su pueblo. ¡Atrévanse! Un atrevimiento nuevo y diferente podría ser la diferencia. Valdría la pena intentarlo.
Sigamos con el martilleo. Cuando un inversionista millonario decide montar un negocio, sabiamente busca otro millonario para unir fuerzas en esa nueva empresa. Imposible que se una a un pobre. Algo parecido ha sido la misión de otorgarle a los territorios incorporados la estadidad. El ejemplo más reciente es el de Alaska. Sus enormes riquezas naturales –petróleo- junto a su posición geográfica –vecina de Rusia- le abrió el camino a la estadidad. Puerto Rico no tiene esas enormes riquezas ni tampoco juega un papel importante en la geopolítica norteamericana. Tampoco nuestros jóvenes –hombres y mujeres- van a definir con su sangre en los campos de batalla nuestro camino hacia la estadidad. Se necesita algo más. Además, Puerto Rico sería una espina en el Congreso por el poder político que adquiriría en ese cuerpo. Ese descuadre de poder no va a ser permitido por ninguno de los dos partidos de los Estados Unidos. Miren el caso de Washington, D.C.
En Alaska la radiografía política reveló los mismos datos y hechos. Una mayoría blanca dominante del poder político y económico despreciando a los nativos pidieron el ingreso a la Unión, y tal petición les fue concedida. Hawaii colmó sus aspiraciones por el mismo camino. Alaska y Hawaii son dos caras de la misma moneda. Con menos de 50 mil electores Alaska logra la anexión a la Unión. Puerto Rico con casi 4 millones de ciudadanos americanos no puede alcanzar ese Olimpo político. ¡Qué contraste tan abismal!
Este parece ser el momento ideal para traer la estadidad para Puerto Rico, pues todo el poder político necesario está en las manos del anexionismo: gobernador, Senado y Cámara, Comisionado Residente, la mayoría de las Alcaldías y el Tribunal Supremo. ¿Qué esperan? ¿Qué más quieren? ¿Qué necesitan de los planetas? ¿Acaso esperan por una nevada que cubra toda la Cordillera Central? Tal vez. Así sería posible para Santa Clós traerla en su trineo. ¡Tremendo regalo!
Por favor, no olviden el ejemplo del profeta bíblico. La hora me traiciona. Tengo que irme a la cama.
Caguas, Puerto Rico
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Carta de los lectores del Website de Historia Pepiniana / Unionismo y Anexionismo: Los Primeros y Cruciales 30 Años / Funcionarios destacados del Pueblo de San Sebastián del Pepino / Literatos, poetas y narradores de San Sebastián del Pepino / Don Jerónimo Ramírez de Arellano: poeta regionalista y baluarte de la pepinianidad / Los tipos folclóricos de Pepino y la cultura popular e histórica / Genealogías del Pepino: Los Segarra / Sopanda / Personaje Pintoresco / De la época de oro del muñocismo al elitismo renovado
A todos ustedes los amantes de la estadidad para Puerto Rico. A los ricos y pobres, a los blancos y negros, a los intelectuales y analfabetas, a los empleados y desempleados, a los que viven en la isla y a los que se mudaron para los Estados Unidos. Sí, para todos ustedes va dirigido este manifiesto. ¿Cómo es posible que no se den cuenta que ese tal ideal no se escribió para incluir a nuestro país en esa estructura política, económica y social? ¿Acaso no se acuerdan que don Luis A. Ferré fue el estadista más prestigioso que ha tenido Puerto Rico? Y él no pudo traer la estadidad jíbara. Ese embeleco no le sentó bien al Congreso. ¿Qué pasó con el librito de Carlos Romero Barceló donde vendía la idea de que la estadidad es para los pobres? ¿Dónde está el recogido de firmas para obligar al Congreso a dar la estadidad a Puerto Rico? ¿En qué gaveta está el llamado Plan Tennessee?
Los ideólogos del anexionismo han gastado demasiados millones de dólares inventándose cuanta artimaña y cuento artificioso han podido tratando de engañar al pueblo puertorriqueño y al Congreso, pero todo le ha fallado. Ese automóvil necesita algo más que gasolina y gomas nuevas. ¿No se dan cuenta que 111 años es una eternidad dedicada a un imposible como lo es la estadidad para Puerto Rico? Datos históricos, realidades políticas, económicas y sociales se acoplan en una magnífica ecuación para detener cualquier orgía política que pretenda extenderle a nuestra isla el capricho de la estadidad. En la vida se pueden hacer infinidades de cosas, pero no todas las cosas se pueden hacer.
Por favor, sean honestos con ustedes mismos y con la tierra que los vio nacer. Es tiempo ya de parar dicho juego político. ¿Qué estado de la nación americana ha esperado tanto tiempo por la estadidad? ¿Qué se necesita tener para alcanzar ese ideal? ¿Son todos los estados igual de ricos? ¿Son todos los estados igual de poderosos, políticamente hablando? ¿Cuál ha sido el idioma con el que han entrado en la Unión? ¿Cuál ha sido la composición demográfica de todos los estados al momento de entrar en la Unión? ¿Hay escapatoria de la Unión en caso de un arrepentimiento? ¿Existen grupos en los estados que quieran salirse de la Unión? ¿Hubo una guerra civil para evitar que esa Unión se desintegrara? ¿Por qué todo plebiscito ha fracasado a nivel del Congreso?
Ayer la estadidad jíbara pasó a mejor vida, mañana el estado hispano será colgado bajo la sombra de la estatua de Abraham Lincoln. Señores y señoras, hagan una profunda meditación para ver si logran darse cuenta de que el sueño de la estadidad para esta tierra borincana es absolutamente imposible. Busquen su santo predilecto, arrodíllense en la Catedral del Viejo San Juan, suban en rogativa piadosa los escalones de la iglesia de Hormigueros a ver si así logran dar con la verdad. Hablen con sus querubines predilectos. Rueguen a sus ángeles más íntimos. Susurren en los oídos de sus serafines más conocidos. Crucen a nado de Fajardo a Vieques, a Culebra y de regreso a Ceiba para ver si tan elevado sacrificio es tomado en cuenta por el Congreso en este próximo plebiscito que habrá de tomar inicio prontamente. Y para impresionar aún más, hagan como el profeta Isaías, quien predicó desnudo y descalzo por tres años dentro de su pueblo. ¡Atrévanse! Un atrevimiento nuevo y diferente podría ser la diferencia. Valdría la pena intentarlo.
Sigamos con el martilleo. Cuando un inversionista millonario decide montar un negocio, sabiamente busca otro millonario para unir fuerzas en esa nueva empresa. Imposible que se una a un pobre. Algo parecido ha sido la misión de otorgarle a los territorios incorporados la estadidad. El ejemplo más reciente es el de Alaska. Sus enormes riquezas naturales –petróleo- junto a su posición geográfica –vecina de Rusia- le abrió el camino a la estadidad. Puerto Rico no tiene esas enormes riquezas ni tampoco juega un papel importante en la geopolítica norteamericana. Tampoco nuestros jóvenes –hombres y mujeres- van a definir con su sangre en los campos de batalla nuestro camino hacia la estadidad. Se necesita algo más. Además, Puerto Rico sería una espina en el Congreso por el poder político que adquiriría en ese cuerpo. Ese descuadre de poder no va a ser permitido por ninguno de los dos partidos de los Estados Unidos. Miren el caso de Washington, D.C.
En Alaska la radiografía política reveló los mismos datos y hechos. Una mayoría blanca dominante del poder político y económico despreciando a los nativos pidieron el ingreso a la Unión, y tal petición les fue concedida. Hawaii colmó sus aspiraciones por el mismo camino. Alaska y Hawaii son dos caras de la misma moneda. Con menos de 50 mil electores Alaska logra la anexión a la Unión. Puerto Rico con casi 4 millones de ciudadanos americanos no puede alcanzar ese Olimpo político. ¡Qué contraste tan abismal!
Este parece ser el momento ideal para traer la estadidad para Puerto Rico, pues todo el poder político necesario está en las manos del anexionismo: gobernador, Senado y Cámara, Comisionado Residente, la mayoría de las Alcaldías y el Tribunal Supremo. ¿Qué esperan? ¿Qué más quieren? ¿Qué necesitan de los planetas? ¿Acaso esperan por una nevada que cubra toda la Cordillera Central? Tal vez. Así sería posible para Santa Clós traerla en su trineo. ¡Tremendo regalo!
Por favor, no olviden el ejemplo del profeta bíblico. La hora me traiciona. Tengo que irme a la cama.
Caguas, Puerto Rico
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