El dinero: beneficios y problemas

Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño

El hombre inventó la moneda como una manera de agilizar sus transacciones comerciales. El trueque había quedado atrás. La modernidad se abría paso. El dinero no compra la felicidad ni la vida, pero es un medio muy útil para adquirir todo artículo necesario que nos haga la vida más fácil y agradable. El dinero no es malo, pero un uso mal equilibrado puede ponernos en apuros. El dinero nos reporta beneficios, pero también problemas. Si lo usamos de forma equilibrada y sensata no caeremos en problemas mayores. Podemos ser su amo, o su esclavo. La prudencia hará la diferencia.

¿Cómo podemos saber si somos amos o esclavos del dinero? He aquí una corta lista de ejemplos: discusiones familiares en torno al dinero, cuando los gastos son excesivos frente a los ingresos, cuando las deudas se van acumulando, atrasos en los pagos de facturas, cuando se depende de horas extras de trabajo para cubrir gastos ordinarios, cuando se recurre a los ahorros. Cuando sentimos estas molestias es tiempo de tomar decisiones hábiles y sanas.

La vida moderna con su llamado progreso nos pone a prueba, pues los artículos de consumo no parecen tener fin. Y cuando caemos en la competencia –con el vecino, compañero de trabajo- porque lo queremos todo, entonces nuestro cuerpo y espíritu comienzan a enviarnos sudorosos y temblorosos mensajes. Si no ponemos freno a esa estampida llamada competencia, entonces el dichoso estrés nos toma por rehénes.

Diversos estudios nos pueden guiar para que no caigamos en esos extremos. El materialismo rampante nos empuja para que seamos esclavos del dinero, pero buenos consejos y una voluntad férrea nos pueden mantener a flote. En estos días tan turbulentos, donde el sistema económico mundial está sufriendo enormemente, hay que buscar un buen refugio. Estamos viviendo una crisis financiera de verdad. La pérdida de empleos, casas y ahorros ha llevado a mucha gente a tomar decisiones estúpidas. Pues con el suicidio no se remedia nada. Por el contrario, las familias quedan totalmente desamparadas. No importa cuán grave sea la situación financiera, siempre se puede abrir una brecha, una salida.

Debajo de aguas cristalinas puede haber una zona de fango. ¡Peligro! Así pasa con el espejismo del progreso y la bonanza de los buenos tiempos. Hay que aprender a vivir con conciencia en los buenos tiempos para luego poder capear los malos. Esta es una verdad universal que atañe por igual a todos los pueblos y cultura.

El diario sudafricano The Witness informó que en Africa se había extendido «una plaga social de mercantilismo, consumismo y materialismo desenfrenado». El despilfarro de dinero, el trabajar horas extras y un sentido de envidia nos trae males físicos y emocionales. La calidad de vida sufrió un gran deterioro. ¿A quién se culpó? Al maldito dinero. Este es un magnífico ejemplo de cuando pasamos a ser esclavos del dinero. No olvidemos el principio salomónico: «Un simple amador de la plata no estará satisfecho con la plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos. Esto también es vanidad».

La revista India Today International señaló que en el año 2007 se alcanzaron en el país «cotas de consumo nunca antes vistas». Las autoridades temían que ese auge provocara disturbios generalizados. Por esas mismas fechas, entre los adultos jóvenes de Estados Unidos estaba de moda despilfarrar sus ingresos en artículos de lujo. Con todo, su poder adquisitivo no los hacía felices, pues los expertos indicaron que tal prosperidad constituía una de las principales causas de alcoholismo, depresión y suicidio. Una encuesta reveló que “ni siquiera 1 de cada 3 estadounidenses” se consideraba feliz a pesar de nadar en la abundancia.

Queda claro, la llamada buena vida nos puede dar la estocada de muerte. El dinero nos puede ayudar en la vida, pero también nos puede enviar al fondo del saco. Está claro también, que nuestra tabla de valores –que es una universal- está malamente estropeada. Otros valores han ido creciendo, unos que son antagónicos con los que tienen vigencia de muchos siglos. Principios y ética están torcidos. Parece ser que cada persona anda con su propio catálogo de ideas y valores. ¿Resultado? Tenemos un lazo bien apretado alrededor del cerebro. Y un corazón livianamente entrenado.

Tenemos un estilo de vida donde lo derecho y lo izquierdo han sido retirados. Ahora todo nos llega por vía ambidiestra. Todo hay que permitirlo. Todo tiene que ser perdonado. La tolerancia ha tomado alturas siderales. Hoy lo bueno es malo y lo malo es bueno. La perversidad si deja dinero, es ejemplo a seguir. La honradez si crea problemas, es digna de echarla al zafacón. De los ricos y famosos nos llega toda esta trastada de valores y principios. Así se ha ido creando toda una humanidad liviana de sentimientos y pesada de cerebro. Hay que patrocinar lo que gusta. Hay que seguir caprichos. Hay que ser seguidores.

Andrew Carnegie, magnate del acero, dijo: «Nadie tiene por qué envidiarme. ¿De qué me sirve mi fortuna si a los 60 años ya no puedo digerir la comida? Daría todo por recuperar la salud y la juventud».

Esto me lleva al siguiente principio bíblico. «No me des ni pobreza ni riqueza. Déjame devorar el alimento prescrito para mi, para que no vaya a quedar satisfecho y realmente te niegue y diga: ¿Quién es Jehová?’, y para que no venga a parar en pobreza y realmente hurte y acometa el nombre de mi Dios».

Caguas, Puerto Rico

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