Por Elsa Tió / Poeta y escritora puertorriqueña
Por un coquí podemos entender muchas cosas. Recientemente apareció en la prensa una noticia sonora, que suena mal y ofende nuestra sensibilidad colectiva. El gobierno de Hawai proyecta mal-gastar 300,000 dólares con el fin de erradicar los coquíes, que llevaron allá nuestros migrantes campesinos en la década del 30. Y ahora se repite otra noticia titulada Discordia hawaiana por cantor nocturno.
El gobierno hawaiano lleva tiempo organizando este nefasto plan de asesinar a nuestro indefenso y talentoso cantor, reaccionando a la protesta de molestos ciudadanos americanos, y a autoridades federales que alegan perturbados, que los coquíes no los dejan dormir, ni vivir en paz y hacen daño.
Este plan de exterminio nos hace prensar y nos de la clave para comprobar la incompatibilidad que está subyacente entre nuestras culturas e idiosincrasia.. Es simbólico de lo que pasaría bajo el territorio incorporado, abría también que erradicar a lo que suene tan puertorriqueño, como el coquí. Le haría daño al American way of life.
Pero no debe asombrarnos está actitud de exterminó del gobierno hawaiano , para entenderlo debemos recordar lo que le pasó en Hawai a los hawaianos , al imponerse la estadidad. Primero les prometieron villas y castillos a los hawaianos y luego los traicionaron encarcelando a su reina . En ese doloroso proceso terminaron con su hermosa y sonora lengua , tan sonora como nuestro coquí. Oigamos algunas de sus palabras como Waikiki, Honolúlu, Aloha. En pocas generaciones acabaron con un bello idioma, orgullo de una raza que consiste de cinco vocales y las consonantes más musicales de la lengua: m, n, l, k, h. Y en 1850 había 265,000 hawaianos, hoy quedan menos de 30,000.
Lo que para nosotros es concierto y música tanto que muchos boricuas necesitan del silencio sonoro para poder dormir, para ellos es un ruido ofensivo e intolerable, tanto que hasta los persiguen hasta con helicópteros.
Amado por nuestros poetas, el coquí se transforma en Hawaii en un enemigo público que hay que exterminar. Les suenan tan mal los coquíes, como mal le suenan los puertorriqueños , que despiden de sus trabajos en E.U. cuando hablan español entre si, en su hora de almuerzo.
¿No hay cierta semejanza entre este plan de acabar con los coquíes y lo que le pasaría a nuestra puertorriqueñidad y lengua bajo la estadidad, o mejor dicho el territorio incorporado que quieren ocultar?
Nuestra lengua bajo el territorio incorporado ofendería a otros, como el coquí ofende en Hawaii. Se habla de igualdad, y para ser igual tendríamos que ser igual a todos los estados de la unión. Y eso se traduce en tener que hablar inglés en la legislatura, en lo judicial y en el ejecutivo. Que nadie se llamé a engaño las leyes de nuestro país, las tendríamos que hacer en inglés, y defendernos en las cortes en un idioma que no es el nuestro. Y no se descoloniza a un pueblo disminuyendo su lengua vernácula.
Aprender inglés es importante y necesario, pero suplantar una lengua por otra , es un acto de genocidio cultural . Poseemos una gran lengua en la que triunfan internacionalmente Chayane, Elvis Crespo, Teo Calderón, Ricky Martin, Andy Montañez, el rap y el ragetón en español afirmándonos como puertorriqueños.
Parafrasiemos, el coquí le hace a nuestra alma, lo que las estrellas a la noche. Propongo un programa de Adopte un Coquí y solicitarle al gobierno de Hawai que utilice los fondos de exterminio, pero para enviárnoslo de vuelta a P.R., que con o sin resolución de la legislatura, lo recibiremos con júbilo.
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