Por Andrei Fediashin (RIA NOVOSTI)
Desde los primeros días de agosto, las autoridades de Estados Unidos comenzaron a dislocar discretamente en su frontera con México unidades adicionales de la guardia nacional, guardia fronteriza, aduaneros, agentes de la Oficina para el Control de Drogas, aviones de reconocimiento sin piloto y otro equipo técnico.
Para finales de mes, en la frontera mexicana con Texas, Arizona y Nuevo México se encontrarán al menos 1.200 efectivos de la guardia nacional y 1.000 aduaneros, que pasaron un curso especial para la detención de inmigrantes ilegales y de narcotraficantes. En lo que resta del año, esta operación recibirá financiación por un monto de 600 millones de dólares.
Cada vez los estadounidenses, miran hacia el Sur con mucha irritación, porque los problemas de narcotráfico de toda la región (Sur de Estados Unidos, América Central, los países del Mar Caribe) tiene un inequívoco acento mexicano.
El ascenso de los mexicanos empezó hace ya mucho tiempo, probablemente en los años 90 del siglo pasado. Y quizá el inicio de esa historia se pueda considerar el año 1993, cuando fue liquidado Pablo Escobar, jefe del cártel de Medellín que a la sazón, controlaba todo el flujo de la cocaína colombiana.
Era evidente que un negocio con una rentabilidad del 1000% y a veces más no podía quedar vacío. Desde aquel momento, los mexicanos comenzaron a tomar parte de ese mercado y, a día de hoy, lo controlan de un modo tan sólido que sin su permiso nada se mueve en provincias, ciudades, órganos de justicia, políticos y ministros de Guatemala y El Salvador; pudieron someter bajo su control a las autoridades jamaicanas; y redujeron a la nada los intentos hechos por los gobiernos de Trinidad y Guayana de oponerse a su poder.
La multitud de islas e islotes del Mar Caribe tienen la desgracia de encontrarse en las rutas del tráfico de drogas y con frecuencia son utilizadas como bases de tránsito marítimas y aéreas. De acuerdo con los datos de que disponen EEUU, los narcotraficantes mexicanos controlan 7 de las 22 provincias guatemaltecas.
Se estima que estos grupos controlan del tráfico de cocaína hacia los EEUU. y Europa, el comercio de metanfetaminas, así como con la entrada de la heroína afgana hacia América del Norte y hacia América del Sur.
Los expertos de la ONU estiman que sólo el tráfico de cocaína mueve 125.000 millones de dólares al año. Se trata, pues, de un negocio muy suculento por el que se lucha hasta la muerte. El efecto secundario de todas estas actividades son unos increíbles niveles de corrupción que incluyen policías que a veces están directamente implicados con los narcotraficantes.
Desde hace cuatro años, en México se libra una auténtica guerra contra el narcotráfico: muchos periodistas mexicanos no dudan en compararla con una guerra civil.
En ella mueren políticos, alcaldes, agentes de la policía, jueces, ministros y también mucha gente de la calle.
Salvando las naturales diferencias nacionales, se puede decir que en México tiene lugar hoy lo que en Colombia sucedió en los años 70-80 del siglo pasado: una guerra del Estado contra una poderosa narcomafia.
Desde el momento en el que el Presidente Felipe Calderón ordenó la guerra contra las drogas en 2006 (bajo la presión de los Estados Unidos), se estima que entre 23.000 y 27.000 personas han muerto a consecuencia directa o indirecta de la misma.
En México han dejado de ser noticia no sólo los tiroteos en los que participan la policía y las Fuerzas Armadas, sino también los combates durante horas de las fuerzas especiales con los llamados sindicatos de la droga.
La lucha contra las mafias de la droga en el marco de un solo país es muy difícil. Lo podemos ver con claridad en Afganistán, donde todo un ejército de ocupación de 130.000 soldados es completamente impotente para hacer frente a los problemas generados por la heroína.
Sin embargo, América Central, Sudamérica y los países del Caribe representan un caso aparte. Los conflictos civiles de los 70 y los 80, que tuvieron lugar en el contexto de la Guerra Fría, dejaron aquí tal cantidad de armas con las que incluso hoy se podría armar ejércitos enteros.
Si tenemos en cuenta, además, la corrupción endémica de los políticos locales, tenemos todos los ingredientes para que las mafias de la droga encontraran aquí un terreno más que abonado para sus actividades. Y muchos están interesados en obtener frutos de esta situación.
En Honduras, en los últimos dos años sucumbieron a la tentación el Jefe de la Oficina de Lucha contra la Droga, dos jefes de la policía nacional y un ex Presidente: todos ellos están a la espera de juicio.
Sin ir más lejos en mayo de este año, bajo presión de EE.UU., el Presidente de Guatemala se vio obligado a retirar la candidatura del Fiscal General por sus presuntas relaciones con los narcotraficantes locales.
En general, la situación que se vive ahora en mencionados países recuerda una grotesca imitación de las películas de Hollywood sobre los gángsters y los narcos.
Es que parece surrealista que en la actualidad en la vida real haya demostraciones tan impresionantes y esquemáticas del bien y del mal y personajes pintados con pinceladas tan burdas que parecen haber saltado de las páginas de un tebeo. No obstante, estas figuras de caricatura son culpables de la muerte de decenas de miles de personas.
Según las estadísticas, en México ocurren 14 asesinatos por 100 mil personas al año, en Honduras su número es de 145, en Salvador, de 71 y en Guatemala, de 52. A modo de comparación, se podría citar los índices de los Estados Unidos: 5.4 asesinatos por 100 mil personas y de Europa: 2.5 asesinatos. Alemania ofrece el nivel más bajo: 0.68 por 100 mil personas.
Actualmente, el cártel Sinaloa que debe su nombre a esta provincia mexicana del Pacífico, parece controlar el tráfico de droga en México.
Hace nada, el pasado 30 de julio, en el transcurso de una operación especial fue liquidado uno de los capos del cártel, Ignacio "Nacho" Coronel, quien enseguida fue sustituido por Joaquín El Chapo Guzmán.
Este último, a propósito, aparece con envidiable regularidad en la lista de las personas más ricas e influyentes del mundo, redactada por la revista Forbes.
Los antecesores de los mexicanos en el control del narcotráfico a gran escala, sobre todo, el de la cocaína, los colombianos, eran considerados los mafiosos más crueles y descerebrados del Hemisferio Occidental. A juzgar por la insolencia y la envergadura de las operaciones, los mexicanos tampoco se quedan a la zaga.
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