Monday, September 6, 2010

El falso ideal de la estadidad


Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño

Nada más falso que esta enseñanza política en la vida del pueblo puertorriqueño. A fuerza de errores históricos, a fuerza de falsas promesas y vagas ilusiones nuestro pueblo ha arrastrado este error a lo largo de 112 años. Esa es la prole política amorfa que ha estado entre nosotros hasta el día de hoy. Las grandes ayudas federales han comprado barrigas y conciencias. La historia ha sido torcida para venderle a nuestro pueblo un sueño irrealizable. Con esa falsa ilusión nos acostamos y nos levantamos.

La estadidad federada es un sistema político bueno para los Estados Unidos, pero no aplicable a nuestro pueblo. Ese sistema fue pensado, ensayado y aplicado para un pueblo anglosajón con unas características muy particulares. Fue diseñado por hombres europeos/americanos blancos y protestantes. Y todo ese ensayo nació bajo un solo idioma: el inglés. Así nacieron aquellas primeras trece colonias, y así se fue extendiendo de este a oeste hasta llegar a California, y luego allende los mares, llenando las tierras de Alaska y Hawai. En todos los casos el vehículo del idioma inglés fue el usado para abarcar tan enormes territorios. En todos los casos esos territorios estaban dominados por esa raza anglosajona, que al tener una mayoría clara de habitantes, pedían la estadidad y la misma les era concedida. En ese enorme territorio era impensable otro tipo de sistema político.

Por eso fue que desde el mismo primer día de la invasión militar, en el 1898, Puerto Rico fue enjaulado en un sistema colonial sin la esperanza de ser liberado de ella. Nos pusieron el sello, el carimbo de territorio no incorporado. Desde ese comienzo los americanos sabían que el pueblo puertorriqueño nunca podría llegar a ser parte de esa Unión de estados. Por razones económicas, de raza e idioma, Puerto Rico pasó a un limbo político eterno. Por eso el Congreso ha jugado con nuestro destino y nuestras aspiraciones políticas. Su pereza ha sido alimentada por esos factores tan disímiles que nos hacen dos pueblos distintos. Puerto Rico carece de ese idioma común que poseen los 50 estados de la Unión. Puerto Rico tiene matices epidérmicos que no son aceptados dentro de esa filosofía política que cubre los 50 estados de la Unión. Y Puerto Rico es muy pobre comparado con esos estados que son enormemente grandes y muy diversificados en sus recursos naturales. Ellos son una cosa, nosotros somos otra cosa.

Esa es una realidad dura y escueta, pero la historia no miente. Frente a un mismo espejo vemos a dos pueblos que no tienen nada en común. Solo se atraen, se buscan y se necesitan por otros tipos de intereses. Por ejemplo: intereses comerciales y militares. Así fue como nos llegó la ciudadanía americana. Los Estados Unidos estaban en una guerra –la primera guerra mundial- y malamente necesitados de hombres y mujeres aptos para ese servicio militar. Así fue como el uniforme kaki vino a ser parte de la vida de los puertorriqueños. El resto de la historia es bien conocida. Con todo y la ciudadanía, con todo y las dos constituciones que nos cobijan, seguimos en el mismo limbo político que comenzó allá para el año 1898. Las arrogantes promesas del general Nelson A. Miles, se fueron al fondo de la bahía guaniqueña. La misma por donde penetró aquella invasión con la cual nos tomaron como botín de guerra. El ganador despoja, el perdedor dobla sus rodillas.

Ahora bien, mientras el pueblo puertorriqueño siga con sus guerrillas políticas, cada cual por su lado, no vamos a resolver nuestro limbo político. Y los políticos del Congreso no van a sentirse obligados a una solución firme y final para ambos pueblos. He aquí a lo que voy. Ya está rodando por ahí la idea de formar un nuevo partido político, de corte soberanista. Creo que ese es el error histórico que hemos cometido a lo largo de nuestras luchas por resolver el status. Ese es el vaivén que le conviene al Congreso, el mantenernos desunidos. Y mientras más partidos políticos tengamos, más difícil será la unión de todos los puertorriqueños. Así le haremos la vida más fácil a los políticos americanos.

Hasta hoy han contado con esa gran mogolla en nuestro pueblo para mantenernos maniatados en la vorágine política que nos consume en tantas guerrillas políticas. No necesitamos otro partido político. Lo que necesitamos es buscar la unión de todos los puertorriqueños a través de un mecanismo que nos lleve ante el Congreso con una sola voz firme, clara y final.

No sigamos soñando con pajaritos y angelitos revoloteando sobre nuestras cabezas. La estadidad es un sueño irrealizable. La estadidad es la muerte cultural del pueblo de Puerto Rico. La estadidad ha sido buena para ellos, para nosotros sería un problema político eterno. La estadidad sería renunciar a nuestra puertorriqueñidad y diluir toda nuestra idiosincrasia de pueblo. A la larga, sería la desaparición de nuestra nación, y todo lo que en ella respire. La estadidad solo es buena para las clases dominantes, pues esas personas no son muy patrióticas ni muy arraigadas al suelo donde nacieron. Sus gustos por los negocios les proveen los medios y sentimientos adecuados para amoldarse a nuevas situaciones, como sería la estadidad. Esos viven bien bajo cualquier sistema.

La estadidad es un fraude monumental para Puerto Rico. La estadidad es un insulto para la cultura nuestra que tanto defendemos y amamos. La estadidad fue creada por ellos y para ellos. Olvidémonos de la tonta estadidad jíbara y el monigote estado hispano. Eso no tiene cabida en el Congreso americano.

Es hora de desenmascarar lo que significa la falsa estadidad para Puerto Rico. Puertorriqueño, ¡no vendas tu tierra al extraño!

Caguas, Puerto Rico
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