Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño
El hombre a través de los siglos ha luchado para ser libre. La opresión siempre le ha parecido inaceptable. Pero siempre el más fuerte ha oprimido al más débil. Aún hoy, luego de tantos sacrificios, los poderes económicos y militares siguen imponiendo sus ideas y molleros. La opresión sigue. Las cárceles se llenan de hombres y mujeres que quieren ver a sus pueblos libres de toda atadura económica y política. Contingentes humanos huyen de sus pueblos en busca de mejores oportunidades y libertades mayores. Nadie quiere ser esclavo de nadie. Nuestro Puerto Rico sigue en una lucha, frustrada por diversas razones, por conquistar su independencia política, económica y social. En ese empeño llevamos ciento once años.
El pueblo judío sufrió unos cuatro siglos bajo los poderes esclavizantes de los faraones de Egipto. Y México también vivió tres siglos sometido al poder de la Corona española. Como siempre, esas luchas emancipadoras cuestan ríos de sangre y montañas de cadáveres. Las trece colonias norteamericanas también transitaron por el mismo camino hasta libertarse de los poderes de Inglaterra. La vida es lucha, sacrificio y valor. El hombre siempre tiene que estar de pie. Acostado y dormido solo se va al cementerio.
Pensando un poco más profundo, la libertad política no es la varita mágica que hace a los pueblos felices. Pues, los problemas de hoy los vemos en naciones ricas y pobres; en pueblos libres y en aquellos que aún buscan esa libertad política y económica. No hay ningún tipo de gobierno que pueda garantizar al hombre una libertad y felicidad completas. Otros muchos factores inciden para hacerle al hombre las cosas difíciles. Hoy, luego de tantos sacrificios a lo largo de los siglos, la humanidad carga otro tipo de esclavitud. Hoy la esclavitud no es solo por motivo del color de la piel. Se puede ser negro o blanco y sufrir la misma clase de esclavitud. Se puede ser rico o pobre y padecer los mismos dolores esclavizantes. En esta era de la globalización estamos viendo esa verdad en toda su crudeza.
Del egoísmo del hombre se desata todo tipo de maldad. El hombre ha dañado todo su ambiente moral, ético, espiritual y físico. Ha dañado con saña su medio ambiente. Es allí donde está la base de nuestra nueva esclavitud. De esta perversa situación no hay pueblo que pueda escapar.
México es una nación con una enorme geografía, con unos recursos naturales abundantes y con una población de sobre 100 millones de seres humanos. Es libre políticamente hablando. Lamentablemente, es presa de los tantos vicios que arropan a los demás pueblos del orbe. La corrupción, la droga y el terrorismo de la mafia la tienen casi de rodillas. Hoy sufre una nueva desgracia: el virus de la fiebre porcina. Y encima de eso le cae un terremoto que puso a temblar algunas áreas de la nación. La suma de todo eso es una esclavitud que tiene presa del miedo a toda esa gran nación. Su vida económica y social se ha visto sumamente afectada. La celebración del 5 de mayo –Batalla de Puebla -1862- no será igual este año. Esa gloriosa efeméride también se verá opacada por los grandes males que la están azotando al presente.
En esos vicios, en esa enfermedad, en esa nueva esclavitud están girando todos los pueblos del mundo. Para toda esa maldad y desgracias nadie tiene un antídoto al cual recurrir para paliar toda esta grave situación. La libertad política es sumamente importante para los pueblos, pues a través de ella los pueblos se sientan a la mesa en calidad de iguales. Pero la libertad completa, verdadera y duradera exige otras condiciones. El hombre tiene los atributos necesarios para lograr un verdadero cambio, pero a la misma vez carga con el arte malévolo de destruir todo lo que está a su alcance. Basta con darle una lectura a los periódicos de distintos países para llegar a una misma conclusión: todos están pasando por el mismo calvario. Unos son más fuertes, otros más débiles, pero son presas del mismo monstruo satánico. Crímenes horrendos. Guerras salvajes. Delincuencia rampante. Valores destruídos. Un pillaje capaz de robarse el espíritu y alma de sus propios pueblos. Por otro lado, la propia naturaleza se rebela furiosamente contra la propia humanidad. Es su forma de decirnos cuán grande es nuestra iniquidad.
Amigos, así va el mundo. De esas plagas no nos podemos zafar. Estamos atados a un mismo cordón. Y el hombre sigue como si nada estuviera ocurriendo a su alrededor. Podemos aprender, pero no queremos. Estamos profundamente metidos en un hoyo negro. Estamos cavando nuestra propia fosa.
La espada y el látigo siguen esclavizando la faz del planeta: nuestro único hábitat.
Caguas, Puerto Rico
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