Monday, May 18, 2009

Nunca es tarde si la dicha es buena


Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño

Así reza un viejo adagio. Otro dice: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Estos saberes pueblerinos tienen su riqueza y lógica, pero no siempre retratan la verdad en toda su extensión. Se dice que justicia tardía no es verdadera justicia. Y sabemos que hay males que duran siglos, y hasta milenios. Esto lo vemos claramente cuando forjamos un cuadro mundial que nos muestra una vieja cara de muchos siglos. Esos males viejísimos siguen con nosotros y parecen no querer apearse de la nave en la cual vamos viajando. Así va el mundo y el hombre se declara impotente ante tantos males tan viejos. Ponemos atajos y parches, pero todo sigue su rumbo acostumbrado. Lo más que hace el hombre es amoldarse a los nuevos cambios. Como que se declara en bancarrota ante tanto problema sin solución.

Nuestra isla es un buen laboratorio para examinar y estudiar esos fenómenos. Lo vemos en la vida política y en el quehacer religioso. En el campo religioso vemos dolorosamente cómo los llamados líderes de la cristiandad se nos presentan en un mosaico de colores legales y morales que dejan mucho que decir. El pueblo, ante tamaña maromería, sigue perdiendo su fe y su respeto a estos líderes y a las instituciones que representan. Máxime cuando siguen viviendo una doble vida: la de religiosos y la de la política. Este cuadro lleva una vida de mucho más allá de los cien años, como dice el adagio arriba mencionado. Y todavía tenemos que resistirlo.

Estamos bien claros que Puerto Rico está viviendo días amargos y difíciles. Estamos caminando por la cuerda floja. El espectro de un masivo despido de empleados públicos –se habla de unos 35 mil- está a la vuelta de la esquina. Y nadie sabe a ciencia cierta las catastróficas consecuencias a las que este pueblo va a enfrentarse. Un mar de problemas sociales se otean en el horizonte cercano.

El máximo jerarca de la Iglesia Católica Puertorriqueña, Monseñor Roberto González Nieves, es un prelado que ha sido fuertemente criticado por su inacabable juego político/religioso. Ese mal dentro de la cristiandad ya tiene la friolera de dos milenios. Esa multitud de religiones nunca ha podido vivir a la altura moral y espiritual trazada por Jesucristo cuando dijo: “Mi reino no es de este mundo”. Pero los líderes religiosos sí gustan de la política terrenal y los negocios que multiplican las riquezas materiales. Como que se sienten a gusto en esas tierras movedizas. Les encanta vivir de los aplausos del mundo. Y detrás de ellos se llevan a toda una humanidad descarriada. Ni el flautista de Hamelin arrastró tanta gente.

Este hombre de Dios se ha declarado amigo del pueblo sufrido. Esta totalmente opuesto a que se tire a la calle a tantos empleados públicos. Exhorta al gobierno a que busque otras opciones y salidas para resolver los problemas económicos del pueblo puertorriqueño. Así por encimita, todo se ve bonito y con sabor a miel. Pero este jerarca católico tiene un gran problema. Lo que predica en la tribuna no lo practica en el púlpito. En días recientes la Iglesia Católica está cerrando escuelas y colegios de enseñanza donde miles de niños y jóvenes están siendo tirados a la calle, literalmente hablando. Padres y madres sufren amargamente por esta realidad tan cruda.

Este problema parece tener dos vertientes. Una, la propia Iglesia Católica tiene sus problemas económicos internos. Dos, padres que quedan desempleados, y por ende, no pueden cumplir con sus obligaciones de pagar el colegio de sus hijos. Sabemos que el grave problema moral de la pedofilia le ha costado a la Iglesia Católica sobre 1 billón de dólares. También sabemos que han tenido que vender muchas de sus propiedades para poder pagar esa astronómica suma por tantas demandas que le han caído encima. Los padres de estos estudiantes piden a gritos que la Iglesia los ayude, pero los santos varones de la Iglesia no ofrecen alternativas. Estan cerrados a cualquier diálogo. La Iglesia de los pobres parece haber matado el apostolado que conllevan el voto de castidad y pobreza. Pero no, los negocios son negocios. Si los padres no pagan, sus hijos son echados a la Inquisición de la deserción escolar. Así, sin piedad, ni reparos.

Más sin embargo, todos los años la Iglesia Católica celebra la llamada Cena de Gala donde la asistencia cuesta $400.00 por invitado. En estas aguas turbias se ve reflejada la hipocresía moral y espiritual de una institución religiosa que vive de ritos y pompas. La llamada Madre y Maestra sigue, luego de 2 mil años de existencia, por el camino del error. La llamada Iglesia de los pobres está flagelada por sus engaños espirituales.

Así no se hace patria. Así no se venden las bondades del cielo. Así se sigue añadiendo clavos al cuerpo de Jesucristo. Así no se enseña el camino de la salvación. Así continúa eternamente prendida aquella infame Inquisición que achicharró tantas vidas humanas. Así se le roba a Dios. El Sanedrín de la Iglesia Católica está en toda su fuerza. Y su precio es muy elevado. No se satisface con unas meras treinta monedas de plata.

Caguas, Puerto Rico

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