Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño
El célebre Calderón de la Barca nos legó su famoso pensamiento de que «y los sueños... sueños son». Hasta los sueños tienen sus límites naturales. Si se atraviesa ese punto, entonces se puede caer en la pesadilla. La realidad muchas veces se entremezcla con la fantasía. El peligro queda oculto y la sabiduría está en saber separar esos dos campos. Pero los tiempos que vivimos son difíciles de discurrir. Todo parece llegarnos mezclado, contaminado y adulterado. Eso crea dudas y falsas expectativas. La verdad y la mentira cohabitan en la misma cama y se arropan con la misma sábana. Hay que discernir y cernir con suma perspicacia para poder coger lo bueno y botar lo inservible. En el campo político esto es cierto y de suma importancia. Se necesita paciencia y voluntad para sacar de cuajo lo malo, lo negativo y lo perjudicial.
En ese trance traumático lleva Puerto Rico 111 años. Como pueblo aspiramos muchas cosas y soñamos con arrancarle a la vida cosas imposibles. Cuando llegamos a ese punto, entonces la psíquis colectiva empieza un viaje largo, caprichoso y alucinante. Se ven realidades que no existen y la fiebre sube mucho haciendo que el paciente -la sociedad toda- llegue a salirse de sus cabales. Entonces, la razón da paso a la locura. Se empieza a creer que todo es posible y alcanzable. Se recurre a una fe desaliñada y nada confiable. Pero tarde o temprano, el martillazo llega y los sueños se hacen añicos. La verdad pura siempre parece correr sin prisa. Pero cuando llega, con ella llega el raciocinio y todo se torna claro y calmado.
A los soñadores de la estadidad -jíbara o metropolitana- les doy las siguientes 26 razones para que entiendan porqué Puerto Rico no llegará jamás a ese Olimpo tan soñado. Aquí van: Alaska, Hawaii, Utah, Nevada, Oregon, Idaho, New Mexico, Wyoming, Montana, Oklahoma, New Hampshire, Vermont, Kansas, Nebraska, North Dakota, South Dakota, Arkansas, Iowa, Mississippi, Kentucky, South Carolina, West Virginia, Delaware, Connecticut, Rhode Island y Maine.
Son 26 estados con una población menor a la de Puerto Rico. En términos políticos eso nos dice que nuestra isla tendría más poder en el Congreso que esos 26 estados. Y es precisamente ahí donde está el Talón de Aquiles para la tan barnizada estadidad jíbara. ¡Seríamos más influyente que el 50% de la Unión norteamericana! No hay duda alguna, el gran desierto del Sahara se vestirá de rosas y amapolas mucho antes de que la estadidad entre por las playas de Lares y Adjuntas.
Otra cosa, los líderes de la mítica estadidad no hablan ni proyectan un pensamiento de cómo alcanzar tan lejano sueño. Lo que vemos, oímos y leemos a diario es algo parecido a lo que nos trajo Luis Rafael Sánchez en su Guaracha del Macho Camacho: Bayoya y gufeo como dogma. Sus líderes más precoces y atrevidos se pasan en un baile alucinante donde exhiben un nalgatorio anárquico creando espejismos y falsas expectativas. Desgraciadamente, nuestros políticos han convertido a Puerto Rico en un paraiso del relajo. Mientras tanto, el pueblo bueno y humilde sigue sufriendo un ahogo callado que lo paraliza, que lo hace impotente, casi a perpetuidad. La cadena colonial es larga, ya tiene 111 eslabones.
Cuando llegue el momento culminante y final, entonces el Congreso enviará un atronador NO dejando saber que la muerte de la estadidad es firme, final e inapelable. Serán 26 ríos que desenbocarán frenéticamente en un mismo lugar a una misma señal. Para esa muerte no habrá resurrección. Citando nuevamente a Luis Rafael Sánchez: para los americanos somos "un chavo de casa, una onza de casa, una ñapa de casa".
La castración política del anexionismo puertorriqueño es vital y urgente. Este pueblo no puede seguir soñando con imposibles. Esas ilusiones de cinco y diez tienen que terminar. Ese cantaleteo ignorante es bochornoso. Esta barrabasada política nos fulmina como pueblo. Hay que espolear a nuestra gente para que cambie la mentalidad de tanto beneficio, tanto mantengo. El maquillaje del colonialismo ya es muy viejo y feo. Pongamos un rostro más joven, más luchador, más atrevido. ¡Más globalizado!
¡Así de elegante es la estadidad jíbara!
Caguas, Puerto Rico
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