Por Rodolfo Naró / Escritor y poeta mexicano
Extraño mi vida de antes. Desde hace una semana estoy refugiado en mi casa, sano y salvo, con suficiente comida para resistir. Leyendo como un condenado, como no tengo televisor y me han cerrado el cine que me queda a una cuadra y es mi vía de escape nocturna, sigo con mis lecturas atrasadas, libros, diarios, revistas, buscando en internet lo que resulte. Cuando me asomo por la ventana veo las calles del DF desiertas, sin ruido. Parece la adaptación al cine de la novela de Saramago, Ensayo sobre la ceguera. He leído ya tantas historias que también me recuerdan a Rec, la película española sobre un virus mutante que hace que se coman unos a otros.
Ésta influenza ataca por igual a chicos y grandes, ricos y pobres, políticos o deportistas, como el caso de Manuel Camacho Solís que estuvo hospitalizado, varios días en Terapia Intensiva al borde de la muerte o Mario Ordiales quien apenas al llegar de Estados Unidos cayó en cama y ayer fue dado de alta. El primer brote de influenza en el siglo XX, el más crudo en el mundo ocurrió entre octubre de 1918 y verano de 1919, propagado por los movimientos masivos de soldados de la Primera Guerra Mundial. La gripe española como le decían, por ser España el primer país que masivamente la dio a conocer, cobró la vida de casi 50 millones de personas en todo el mundo. Sólo 25 millones en las primeras tres semanas en Europa, 17 millones en India y más de 5 mil muertos en México, el último mes de de 1918.
Aquella influenza era del tipo A H1N1, igual a la que ahora tenemos en México, la cual se originó en un pueblo de Kansas, Estados Unidos y viajó por barco en las alforjas de los soldados que la contagiaron a los otros en los campos de batalla, al besar a las mujeres que enamoraban o simplemente por un escupitajo. Muchos pensaron que era un arma bacteriológica de los alemanes, acusación que pronto se resolvió al quedar diezmado un batallón en Boston, Massachusetts, que esperaba su turno para embarcarse a Europa. En un mes cobró la vida de 45 mil soldados.
Seguramente el más ilustre de aquellos enfermos fue el pintor Egon Shiele quien murió el 31 de octubre de 1918, tres días después de Edith, su esposa, con seis meses de embarazo. Shiele tenía 28 años y había sido un destacado alumno de Gustav Klimt. A Shiele la sociedad austriaca lo consideraba un pervertido y fue muy criticado por sus desnudos expuestos, por las poses provocativas de sus modelos, las que algunas veces eran menores de edad. Estuvo en la cárcel y muchos de sus cuadros se quemaron. Sería hasta 1928 cuando el científico escocés Alexander Fleming descubrió la penicilina, la que más tarde estandarizaría en el mundo Estados Unidos a partir de la Segunda Guerra Mundial, lo que contribuyó a que la influenza de 1968 sólo matara en Hong Kong a un millón de personas y controló la gripe aviar del tipo H5N1 que también azotó a China en 2003.
En el diario leo que la Organización Mundial de la Salud desde el 2 de abril alertó sobre un brote de influenza en una granja de cerdos en Perote, Veracruz, que por esos días 400 personas fueron atendidas en hospitales de la región. Ocasionando así una baja en el precio de la carne de puerco, tan perseguido y satanizado desde antes de la Era Cristiana que, por ser tan parecido su ADN al del humano es muy fácil que también enferme de gripa.
Se han suspendido labores. Han cerrado cines, teatros, conciertos, el fútbol. Antros. Table dance, si las prostitutas antes no besaban, ahora menos. Los restauranteros al borde de la quiebra. La gente sale con los carritos del supermercado copeteados de alimentos y montones de películas de Blockbuster. Los vuelos de México a Cuba y Argentina se han prohibido. Los periódicos hacen guías de entretenimiento en casa para no aburrirnos en tiempos de influenza, para entretener a los niños que han dejado los parques desiertos de sus gritos. Pero pocos recomiendan qué leer. La televisión hace su agosto. Los gobiernos de cada estado de la república manipulan cifras lo más que pueden. Los partidos políticos a punto de elecciones se pelean el protagonismo, la repartición de tapabocas. Lo que ha disparado incontables teorías de complots. ¿Llegará a ser delito andar por la calle con la cara descubierta? Mientras tanto seguimos aguantando en silencio, callados, con un mini burka tropical de oreja a oreja.
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Rodolfo Naró, Tequila, Jalisco, 1967. Poeta y narrador. Su novela El orden infinito, fue finalista del Premio Planeta 2006.
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