ENSAYOLa rabia puede ser mala consejera, sobre todo cuando tienes razón. Comencé una página en Facebook sobre Levantar las restricciones de viajes a Cuba, donde logré interesar a más de 800 de mis 3,900 amigos, sin embargo, la avalancha de insultos y ataques llegó a un nivel tal, incluyendo a cubanos de la isla, que en una noche de coraje, sencillamente la desaparecí.
Por Pedro González Munné
He vuelto a las andadas, voy ahora por 300 amigos interesados, pero siguen siendo significativas las respuestas desde la isla y de algunos integrantes de la 'solidaridad internacional', concentradas en las excusas tradicionales del irracional muro de odio contra la emigración cubana, repitiendo el complaciente argumento de aparear al 'exilio' y la 'emigración'.
Aquellos de nosotros, con nuestras familias y demonios a cuestas alrededor del mundo, más de 2 millones de cubanos 'de afuera', sabemos bien quienes son los exiliados, sobre todo en mi caso aquí en Miami donde los sufro a puñados, rumiando sus penas y siempre con la excusa cotidiana para lamer el dinero del Gobierno federal norteamericano de la lucha por la libertad de Cuba.
Los emigrados, por el contrario, somos aquellos atareados en el cotidiano sobrevivir, apartando los centavitos, como todo buen inmigrante para ayudar a los nuestros en la isla, sin odios, trastiendas o rencores, con la conciencia de que ese sacrificio busca un futuro mejor para todos, se nos acaba la vida pagando la cuenta de una industria creada a la sombra del embargo para explotar al cubano.
No es cierto, repito, es una falacia miserable, considerar como enemigos a todos los emigrados. Esa creencia de que la inercia, el desinterés y la burocracia enraizada en la isla, son ajenos a las Relaciones Exteriores y al tratamiento y la atención a la comunidad en el exterior, es considerar la sanidad del dedo en la mano gangrenada. Estemos conscientes: tratar de contener un incendio a patadas, es la mejor forma de esparcirlo.
En el caso de los Estados Unidos, un puñado de funcionarios cubanos procesa cada año más de 800,000 pasaportes e incontables documentos legales, los cuales si bien le producen al país más de $290 millones de dólares al año, dejan insatisfechos a aquellos esperando por meses para tener el documento de viaje a la isla, el cual, aunque tengas la ciudadanía norteamericana, es obligatorio para viajar a Cuba.
Nadie discute la necesidad del país por obtener divisas, ni el destino social o no de ese dinero: lo importante es tomar conciencia de un fenómeno indetenible y creciente como es la emigración de más de 30,000 cubanos anualmente, sobre todo jóvenes y profesionales. La política del avestruz y la cortina de humo de considerarnos a todos como enemigos, ya no funciona.
Eso sí, llamar la atención sobre el tema tradicionalmente conlleva a una respuesta rápida y efectiva a la burocracia: prohibir la entrada al país de la persona en cuestión, lo cual, en un proceso rapaz y del cual no existe apelación posible, ha llevado a balseros, "desertores", intelectuales residentes en otros países y personas comunes y corrientes a un limbo sin apelación de separación familiar: ya suman más de 77,000 cubanos solamente en los Estados Unidos.
Es hora de que en justicia, la sociedad cubana, donde el amigo, el hermano, el vecino somos los emigrados enviando billones de dólares a la economía, destine algo del talento y la compasión que nos caracteriza a enfrentar este problema, producto de una burocracia inerte y timorata, no es el momento de inventarse enemigos para justificar ineficacias, sino de agrupar a todos por nuestra Nación.
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