Tuesday, June 14, 2011

Necesitamos alimentos: En torno a la crisis alimentaria en ciernes


SEQUOYAH / 78 / LIBROS / / Premio en UCI, Irvine

Por Antonio Peredo Leigue
A nivel internacional, los precios de los alimentos se elevaron 25% al precio de dos años atrás. Los factores son muchos: la crisis en los países enriquecidos, la desigualdad en las cosechas, los biocombustibles, el derroche en las naciones de mayor consumo y varios otros. Pero lo que no es cierto es que haya escasez y, mucho menos, que éste sea el principal motivo en la elevación de precios.

Conforme a la denuncia de una organización internacional, cuatro compañías mundiales controlan el movimiento de la mayor parte de los alimentos en todo el planeta. Tres de ellas: Archer Daniels Midland, Bunge International y la transnacional Cargill manejan el 90 por ciento del comercio mundial de granos. La denuncia señala que, estas empresas, especulan con los precios.

No puede ser de otra forma si tenemos en cuenta que, el año pasado, hubo un déficit en la oferta algo mayor a 45 millones de toneladas. Sin embargo, los países enriquecidos y, como es de suponer, a través de estas empresas, almacenaban 480 millones de toneladas, más de diez veces el déficit de las cosechas. No sabemos cuánto habrá aumentado el volumen de ese almacenamiento.

Dicha organización terminó su denuncia diciendo que, en las próximas décadas, más millones de personas vivirán permanentemente hambrientas a menos que, y esto es importante subrayar, a menos que cambien radicalmente las formas de cultivar y distribuir los alimentos.

Se calcula que, hasta el año 2030, la población mundial habrá aumentado en otros dos mil millones de personas. De modo que, la deficiencia actual, se habrá multiplicado grandemente, si seguimos en el mismo sistema de apropiación de la producción por unas cuantas empresas e incluso gobiernos. En tanto, la mayoría de la población vive con carencias y, más de mil millones de personas, en la actualidad, se levantan con hambre y se acuestan con hambre.

La FAO, Organización de de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ha pedido a principios de este 2011 que, esos países que están preocupados y ocupados exclusivamente en su propia crisis, aumenten sus cuotas para paliar el hambre de millones de hambrientos. Su pedido no fue escuchado y tampoco la organización insistió en la solicitud. Por supuesto, cuando se trata de hacer la guerra, siempre habrá dinero para costearla.

Hace dos días, las monarquías árabes aportaron más de 1.000 millones de dólares para que continúe el bombardeo de Libia.

Volvamos al tema de la alimentación. La organización denunciante de la situación afirma que deben cambiar radicalmente el cultivo y la distribución alimentaria. ¿En qué forma? Por supuesto que, para esa organización, resulta difícil dar soluciones. Llegó hasta ahí; el resto es cuestión nuestra, de los países empobrecidos que fuimos condicionados a vender materias primas y comprar alimentos.

Una solución inmediata sería posesionarse de las reservas que tienen las grandes empresas. Sabemos que están situadas en los países enriquecidos, pero también sabemos que allí ha surgido el movimiento de los indignados. Es la gente del pueblo, de los pueblos, que ha quedado sin hogar, sin trabajo, sin justicia y sin futuro. Pero ésa, sería una solución momentánea. La solución estable radica en la forma de cultivar, en la forma de cosechar, en la forma de distribuir.

La misma propuesta nos está dando la vía, el camino por el que debemos transitar hacia la solución. Veamos: los cultivos actuales, a nivel mundial, están en manos de las grandes empresas que se han apropiado de las semillas, trasmutándolos o, como ahora se dice, convirtiéndolas en transgénicas. Tiene que haber un grave error en la información de algunos de nuestros parlamentarios, para que propongan dar vía libre al comercio de semilla transgénica. Esos dueños de las semilla no permiten que se use la misma semilla para una segunda cosecha; hay que volver a comprarles a ellos, aún si guardamos de la primera compra, porque tienen patente internacional.

Por supuesto, tales empresas se hallan estrechamente ligadas con aquellas otras que se encargan de manejar el mercado de alimentos y, entre ellas, hacen el negocio desde el cultivo hasta la distribución. Ya vimos que son cuatro empresas transnacionales que manejan el negocio de la venta de alimentos en todo el mundo. En cuanto a las que venden semillas transgénicas, no son más de tres. Estamos en manos de esas siete hermanas que actúan, al igual que las siete hermanas del petróleo.

Por lo tanto, la solución es única, no hay alternativa. Los países empobrecidos, nosotros, debemos cerrar las puertas a las semillas transgénicas, aún en caso de que éstas sean saludables y no fuesen portadoras de genes deformantes. Si, como debe estar ocurriendo, ya estamos entrampados con las semillas transgénicas, debemos deshacernos de ellas. Si es preciso, hay que expulsar a sus representantes, imponiendo la soberanía nacional.

Por el lado positivo, tenemos que trabajar seriamente en el cumplimiento de una tarea que, en diciembre de 2005, prometimos al pueblo boliviano: la soberanía alimentaria. Debemos hacerlo ya mismo, porque la forma de resistir al aumento en el precio de los alimentos es que produzcamos lo que requerimos y, además, lo produzcamos con nuestros propios recursos. No podemos entrar en el circuito de las grandes empresas que terminarían apropiándose de nuestros cultivos.

Finalmente, la distribución debe estar en manos del pueblo. Cualquier empresa, por pequeña que fuese, terminaría siendo dependiente de las grandes transnacionales. El mismo Estado, enfrentando esa tarea, no tardaría en llegar a acuerdos con los empresarios nacionales, que están sometidos al comercio internacional. La organización social, es decir, el pueblo organizado, tiene que hacerse cargo de esta tarea. Tarea que comienza en el cultivo y termina en la distribución.

Junio 11, 211

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