Diálogo Digital / UPR / Ahamkara / Sadhana / LIBROS / Carlos López Dzur / 2 Premio en UCI, Irvine / Proyecto de Pueblo para Puerto Rico / Kool Tour Activa / Codice / Blog personal / Blog / Carlos López Dzur / Blog Negro / Carlos Lopez en PR / La Naranja de OC / Revista Sequoyah 80 / Anti-Manual para micro-empresarios / Puerto Rico.Dzur / EscribirteSe llama Paul Gillin y ama los periódicos. La profesión la lleva en vena gracias al The Washington Post y al The New York Times de sus mejores épocas. Asegura sentir «un grandísimo respeto por la institución de la prensa», pero hace ocho años se dio cuenta del “giro tectónico” que se venía encima.
Por Carlos Fresneda/felap.info, Nueva York
Desde su observatorio online, este experto en tecnología y marketing de los medios entona ahora el réquiem por los diarios muertos. Y advierte de que la letanía no ha hecho nada más que empezar.
«Los cambios que se están produciendo acabarán con el 95% de los periódicos locales de Norteamérica», asegura Gillin al diario español El Mundo. «Cada vez que cierra uno me siento enfermo, porque vemos caer instituciones centenarias que daban un gran servicio al público. Pero el modelo económico se ha roto, los lectores siguen cayendo y las nuevas generaciones se han abonado a la información gratuita y a la revolución de internet. Al final sobrevivirán sólo unos pocos».
Rocky Mountain News, Baltimore Examiner, Kentucky Post, Cincinnati Post, Albuquerque Tribune... Paul Gillin lanza un nuevo RIP por un periódico cada dos o tres semanas. El autor del libro The Influencers vaticina que «la espiral de la muerte» se agudizará por la crisis y que el proceso va a ser muy doloroso para la profesión (15.600 despidos en 2008 y 3.359 en lo que va de año en EEUU, según el recuento online de la periodista Erica Smith).
Lejos de regodearse en el luto, Gillin advierte que en el fondo estamos asistiendo a la necesaria metamorfosis de la profesión: «Quedará la necesidad de unos cuantos periódicos de alcance nacional y con información diferenciada, como el Times, el Post, «el Wall Street Journal o el USA Today. Pero el epicentro de la información gravitará en torno al nuevo tipo de periodismo online, que emergerá al retirar los escombros».
Ve paralelismos con la industria musical: Le preguntamos a Gillin que quién tiene la culpa de la actual encrucijada, más allá de la crisis económica, y sin dudarlo traza el paralelismo con lo ocurrido en la industria de la música: «Los periodistas no son responsables. Yo cargaría las tintas sobre los ejecutivos, que no fueron capaces de entender los cambios que ya se apreciaban en la audiencia hace 10 años. Consideraron internet sólo como otro medio de distribución de sus contenidos impresos y fallaron a la hora de adaptar sus servicios a las características únicas de la web. Tampoco se hicieron los ajustes necesarios en el modelo publicitario. Y, por último, la deuda acumulada en el proceso de consolidación de los grupos mediáticos, que ahora pesa muchísimo».
Gillin admite que la ola atizará nuestras costas, aunque no cree que llegue a producirse una hecatombe a la americana: “Dependerá de los países y de la implantación de internet. Pero Europa irá relegando los periódicos de una manera más lenta, porque los hábitos tardan allí más tiempo en cambiar y porque en algunos casos los subsidios del Estado mantendrán las publicaciones a flote”.
Sobre la posibilidad de que los periódicos vuelvan a cobrar un peaje por el acceso a sus versiones de internet, siguiendo la estela del Wall Street Journal, Gillin tuerce el gesto: «Algunos lo intentarán, pero la mayoría fallarán. Los lectores no están acostumbrados a pagar por las noticias en la Red».
¿Y los micropagos? “Tal vez los medios podrían robar la lección aprendida por la industria de la música y dar los contenidos gratuitamente en sus webs con un pequeño recargo si se quiere descargar la información. Si los lectores perciben el valor añadido, pagarán. Pero haría falta una gran campaña por parte de los periodistas y por personas de relevancia pública para convencer a los usuarios de la conveniencia de los micropagos».
Inquirimos por último a Gillin por el papel del periodista en este nuevo e incierto universo mediático: «Vamos hacia un periodismo más personalizado. El informador será necesariamente multimedia, pero más especializado. Abundarán los freelancers que venderán su información a múltiples medios. Y cambiará notablemente el procesamiento de la información: hará falta la figura del agregador, nutriéndose de los contenidos de los lectores y de los ciudadanos periodistas. El viejo periodismo de investigación desaparecerá en gran medida, y surgirá –lo hace ya– un modelo menos pulido pero a la larga más abierto y más rico».
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