Tuesday, July 19, 2011

Muñoz Rivera versus Hostos, ante el 1898


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Por Marcos Reyes Dávila
/ Letras del Fuego
Uno de los enigmas que enfrenta el estudioso del 1898 y de Hostos es la razón por la que Eugenio María de Hostos no logró el apoyo necesario entre los políticos que vivían en la colonia española para enfrentar unidos, y como era menester hacerlo, la invasión norteamericana. De hecho, Hostos parece no intentar siquiera a su regreso a Puerto Rico tras varias décadas de exilio, el endoso de los dirigentes políticos del país a las iniciativas de su Liga de Patriotas.

En Nueva York, y aún en Puerto Rico, se le conoce y reconoce, y por eso es electo para constituir parte de la Comisión de Puerto Rico que intenta negociar con el poder imperial los términos de la conquista. Hostos tenía muy pocas esperanzas de que Estados Unidos siguiera lo que le dicta su constitución y oyera el reclamo democrático del pueblo de Puerto Rico. Por eso, aparte de las gestiones que realiza como comisionado junto a Manuel Zeno Gandía y Julio Henna, funda la Liga de Patriotas. Esta organización pretendía hacerle conocer al pueblo de Puerto Rico los derechos que debía reclamar conforme a la Constitución de Estados Unidos y el Derecho Natural. Su misión no contaba con los partidos políticos establecidos en Puerto Rico: apelaba directamente a los puertorriqueños desde los municipios a donde fue a ofrecer sus charlas públicas. Lejos de San Juan: en el sur y en el oeste, principalmente.

Hostos afirmaba que la Constitución de Estados Unidos no le permitía a su gobierno poseer colonias. En cambio, sí le exigía consultar al pueblo de Puerto Rico en un plebiscito. Consecuente con ello, Hostos estuvo dispuesto a aceptar la estadidad si esta resultaba triunfante en un plebiscito celebrado con márgenes aceptables de libertad, pero su ambición era la de siempre: una independencia que hiciera posible constituir la Confederación de las Antillas.

Las leves esperanzas que abrigaba Hostos nadaban contra la corriente de sus certezas. Sabía que Estados Unidos se constituía desde hacía décadas en un imperio que deseaba devorar las islas y expandirse al menos hasta Colombia. Así lo afirma durante su «viaje al sur», de 1870, en el itsmo de Panamá. En ello, estaba de común acuerdo con Ramón Emeterio Betances, quien se derrumbó al tener noticias de la invasión y le pidió a Hostos que hiciera cuanto estuviera a su alcance para impedir que se concretizara el temor común de ambos. Pocos días después moría Betances en Francia.

El libro reciente de José Calderón Rivera, “La pluma como arma. La construcción de la identidad nacional de Luis Muñoz Rivera.” (San Juan: [Análisis, Inc.], 2010, 404 págs.) no contesta esta interrogante, pero nos permite inferir con bastante certeza la respuesta. Extraigo del libro algunos señalamientos importantes sobre este asunto.

1. Según leemos en libro, Muñoz Rivera alcanzó a ver desde principios de la década de 1890 el peligro que se cernía sobre Puerto Rico ante las ambiciones imperialistas de Estados Unidos. Esto, de lo que Hostos y Betances hablaban veinte años antes, desde principios de la década de 1870, y que Martí revela como un secreto en cartas de la década de los noventa, era un lugar común conocido por muchos, pues Bolívar mismo sufrió, durante su gestión revolucionaria, las medidas obstruccionistas del gobierno de Washington, particularmente al respecto del deseo de Bolívar de llevar la lucha emancipatoria a Cuba y Puerto Rico. (Véase de Edgardo Pratts, Simón Bolívar y Puerto Rico, en EXÉGESIS 67/68: 4-14.)

2. Según Calderón Rivera, Muñoz contemplaba en los 90 el proceso de autonomía canadiense que Hostos examinaba veinticinco años antes, cuando, aún joven, creía posible que, en una república federal española, Puerto Rico y Cuba pudiesen ser estados federados o provincias españolas. El proceso español de 1868, tras la “revolución septembrina”, desengañó a Hostos para siempre. Muñoz Rivera, en cambio, reincidió en atrapar la misma sombra vana.

3. España comenzó casi una década antes a entregar sus colonias del Caribe al poder económico –y desde luego, político– norteamericano.

4. Bajo la colonia española, la leyes de cabotaje eran una rémora terrible como lo son en la colonia norteamericana.

5. Desde 1895, una vez inicia la guerra antillana de Martí por la independencia, Muñoz combate al movimiento cubano calificándolo como «enemigo de la patria», y proclama consignas absurdas como aquella de “ni republicanos ni monárquicos: ¡puertorriqueños!”

6. El cuento de que Muñoz, tras el estancamiento en la negociación política con Sagasta, expresó su intención de abandonar la península para ir a unirse con el Comité Revolucionario que desde Nueva York organizaba la revolución armada martiana, es puro teatro.

7. Aunque el 25 de noviembre de 1897 Sagasta aprueba los decretos autónomicos, no lo anuncia sino hasta el 11 de diciembre, el parlamento insular no se constituye sino hasta el 17 de julio, y no es sino el 21 de julio que juran sus cargos los miembros del gabinete autonómico. La guerra de Estados Unidos se declaró poco después del hundimiento del Maine en la bahía de La Habana, el 15 de febrero de 1898. Meses antes, ya Estados Unidos colocaba en posición sus fuerzas navales en el Pacífico y en El Caribe. El 12 y 13 mayo bombardearon San Juan, intensamente, y el 25 de julio, como se sabe comenzó la invasión por Guánica. No es sino hasta el 18 de octubre que cesó el imperio español en el Caribe.

8. Muñoz dice que él fue un jefe de estado comparable al presidente Mackinley, y cree que Estados Unidos es una “república de repúblicas”. Por eso busca inicialmente la estadidad y afirma querer ser americano.

9. Hace una brevísima referencia a Hostos en 1900 (275-276), para argumentar que en Estados había una parte enferma (imperialista) y otra sana (republicana).

10. Aunque en la constitución del Partido Unión de Puerto Rico se afirmaba la búsqueda de la independencia, Muñoz entendió que eso sería así de fallar antes la búsqueda de la estadidad.

11. En su obra insiste en la pintura de Puerto Rico como un pueblo débil y pequeño, incapaz de luchar por su independencia.

12. Ya en 1905 Muñoz denunciaba «el fracaso de la administración norteamericana de la isla» (306) y su carácter «despótico».

13. Aunque de vez en vez se le escapara un exhabrupto separatista, Muñoz regresó siempre a la política posibilista de posponer el supuesto afán hasta “agotar todo esfuerzo” negociador.

¿Cuándo, por dios santo, se agota todo esfuerzo negociador?: nunca. Ese es el pantano de la ambivalencia siempre indecisa de Muñoz, y el cieno perpetuo del autonomismo sin piernas, ni para caminar ni para erguirse.

Las diferencias entre Muñoz, y Hostos y Betances, son mayúsculas. No niego su pasión y amor por la patria, ni la fuerza de su verbo poético. Evalúo la estrategia y táctica políticas y fallidas, mientras indago lo infortunados que fuimos al no poder poner a Hostos y a Muñoz Rivera a trabajar juntos en un momento decisivo de nuestra historia.

Muñoz ostentaba el poder del Gabinete Autonómico y una enorme influencia sobre las masas del país. Hostos y Betances poseían una visión más correcta, desengañados del éxito publicitario de la democracia norteamericana y de la insuficiencia de la demanda autonomista. Ambos estaban comprometidos con la búsqueda armada de la independencia, unidos al movimiento separatista cubano, desde la década de los setenta, y luego con Martí, y proponían, como una necesidad imperiosa, la constitución de la Confederación de las Antillas. Aunque Calderón reclame para Muñoz Rivera la «construcción de la identidad nacional», esa identidad fue incapaz de comprender la incompatibilidad entre esa identidad y un régimen de estadidad que la destruiría o una mera autonomía colonial que la avasallaría y la ahogaría. La única opción política de estatus de una nación es la independencia. Nunca la dependencia porque toda dependencia es en realidad anulación y explotación.

Hostos estuvo dispuesto a acatar el resultado de un plebiscito libre, pero aseguró que nunca caducaría el derecho de Puerto Rico de reclamar la libertad de la independencia.

Muñoz Rivera, como más tarde Muñoz Marín, se mostró satisfecho con administrar la colonia. Es claro, evidente, que fueron ambos, padre e hijo, los mayordomos del poder colonial norteamericano en Puerto Rico. El Partido Popular que fundó el estatus colonial que conocemos con el nombre enigmático y cantinflesco de Estado Libre Asociado, es el partido del poder colonial en Puerto Rico, el partido del Congreso norteamericano.

Nos quedamos con los dos Muñoz, o con Hostos, Betances y Albizu. No son compatibles. No son cáscaras del mismo palo.
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