Wednesday, July 6, 2011

«Los niños son filósofos por naturaleza»: Entrevista a Álvaro Márquez-Fernández


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Por Waleska Bustos
Maracaibo: Con la mirada del filósofo de todos los días y del investigador consuetudinario, el pensamiento y la práctica de Álvaro Márquez-Fernández tienen eco nacional e internacional. Fundador de la revista Utopía y praxis latinoamericana, coordinador de la «Maestría en Filosofía: Pensamiento Latinoamericano» e impulsor de los estudios de «Filosofía para Niños», expresa sus reflexiones sobre el estado de la ciencia, la tecnología y la investigación en Venezuela, y abre espacios a cierta intimidad que revelan al hombre que comienza, de joven, a dialogar con el mundo desde la poesía.

La descapitalización del investigador

—¿Cuál considera usted es el estado actual de la ciencia y la tecnología en el país?

—En general, muy deficiente. Quizás en algunos sectores muy particularizados de las ciencias empíricas o experimentales, se puedan reportar ciertos niveles óptimos de producción científica. No así en el desarrollo de nuevas tecnologías, pues seguimos siendo muy dependientes del mercado internacional. Se carece de la infraestructura mínima para un desarrollo tecnológico capaz de resolver los problemas de industrialización, entre otros, que presenta el país.

—¿El investigador venezolano cuenta con apoyo institucional suficiente al momento de comenzar su trabajo?

—No, lamentablemente. Los presupuestos no se incrementan al mismo ritmo que los desarrollos de las investigaciones. Al menos, eso es lo que pasa en las ciencias sociales. La asignación regular, es el caso de las universidades autónomas, es cada vez más precaria. En los últimos años, la disminución impide, incluso, solicitud para viajes a congresos internacionales… Es obvio que si se descapitaliza la inversión en investigación, directamente eso incide en una «descapitalización» del investigador.

—¿Se están realizando avances en el área de la ciencia y la tecnología en el país?

—No lo creo. La producción científica no se decreta en el papel. No es un mero asunto de la «política». Es una actividad humana y sobre todo, económica. Al menos, cuando se habla de la investigación científica que se hace en las universidades autónomas, la opinión común es que no avanza al ritmo de los tiempos de globalización porque no existen recursos humanos ni financieros que la hagan posible. Frente a los indicadores internacionales, las estadísticas demuestran que es baja la captación y formación de recursos humanos altamente calificados para la investigación, porque son escasas las inversiones en esta necesidad del país.

—¿Hacia dónde se dirigen esas investigaciones? ¿Tienen aplicación real? ¿Benefician a la población venezolana?

—Me atrevo a suponer que en las llamadas ciencias básicas habrá uno que otro producto que pueda impactar en el competitivo mercado del conocimiento y de sus aplicaciones. Sin embargo, dudo de la relevancia de esos productos para impactar en las escalas del desarrollo productivo del país, ni siquiera en la primera industria productiva del país que es la petrolera. Todavía estamos a la espera de la auténtica nacionalización de la ciencia que pueda hacernos no dependientes de la renta petrolera. En ciencias sociales, las expectativas son más desalentadoras, pues el Estado camina de espaldas a las teorías científicas de la sociología, la política, la economía, la jurisprudencia, etcétera y etcétera.

-¿Cuáles considera han sido los aportes y los desaciertos del gobierno actual en cuanto al apoyo a la ciencia y la tecnología en el país?
-El gobierno ha trazado objetivos de investigación e innovación de acuerdo a premisas de desarrollo científico, que no han sido recibidos o aceptados favorablemente por las universidades autónomas, pues sienten que son impuestas de un modo inconsulto. El Estado no acuerda ni negocia con la investigación universitaria esos objetivos, sino que son concebidos políticamente como forma de dirigir el sentido y los fines de la ciencia. Pero no es de esta manera que las cosas funcionan en la realidad, al menos en el caso de Venezuela. El diagnóstico que el Estado tiene acerca de la salud, vivienda, higiene, transporte, educación, debe salir de la investigación universitaria y no solamente de sectores gubernamentales o privados. Se debería convocar a los investigadores de las universidades a formular sus programas de investigación directamente relacionados con los problemas de la sociedad, con el interés de que el Estado provea los recursos económicos necesarios.

-¿Conoce si se han creado nuevas organizaciones, si se han elaborado nuevos planes y proyectos, o si se han apoyado y sostenido algunas iniciativas anteriores?

—El Estado ha intentado varias modalidades de programas de estímulos a la investigación científica, sobre todo a través de la Ley Orgánica de Ciencia y Tecnología (Locti). También por medio de programas de estímulos a los investigadores como el PPI y ahora el PEI. En épocas pasadas programas como la Fundación Ayacucho, que otorgaba becas para formación de alto nivel en el exterior. Sin embargo, ninguna de esas propuestas ha cristalizado en una realidad que permita objetivamente dar cuenta del desarrollo de la investigación en este país. En cualquier caso, los resultados son aislados e irrelevantes.

Filosofía iberoamericana… para niños

—¿Cómo surge la iniciativa del proyecto «Filosofía para niños y niñas»?
De mi contacto con la Prof. María Carmona, catedrática de la Universidad de Los Andes, extensión Trujillo, y con el Profesor José Manuel Gutiérrez, miembro de la Sociedad de Filosofía para Niños y Niñas del Principado de Asturias, España. Después de casi 10 años de compartir experiencias en esta área y de asistencia a seminarios en varias ciudades de España, se crea, en la Universidad Católica Cecilio Acosta, primero un seminario libre, luego una cátedra, después el Centro, y recientemente el Diplomado.

—¿Cómo hacer para iniciar a los niños y niñas en la filosofía?

—No es posible iniciarlos, ellos son filósofos por «naturaleza». Los niños viven su experiencia de vida a través del pensamiento. Ellos son muy conscientes de esas experiencias completamente diferentes a las del adulto racional. Los niños y niñas, se abren al mundo enfrentados a ese universo racional de los adultos que muchas veces funciona como un mundo represor de sus propios y originales pensamientos. En «Filosofía para niños y niñas», lo que se busca es que ese pensar se desarrolle en la libertad y creatividad que tienen los niños y niñas para descubrir e inventar. Así la experiencia de pensar y razonar es una experiencia convivida en un espacio de espontaneidad y autonomía, donde el respeto al otro empieza por el derecho a la escucha, a la pregunta y a la respuesta, sin prohibiciones. Se les enseña a reaprender desde estas experiencias.

Investigador y filósofo

—¿Cómo comenzó su interés por el estudio de la filosofía?

—A través de la literatura, en especial de la poesía. Luego por ese interés que nos anima a conocer el por qué de las cosas, desde un punto de vista racional y existencial. También por mi experiencia religiosa mientras en mi juventud estudiaba las Sagradas Escrituras, y aquella interpretación sobre la creación humana y la necesidad de dar razones desde el sujeto (hombre) acerca de su propia creación

—¿De qué manera es posible transmitir el interés por la ciencia y la investigación?

—Primero, debemos señalar que no existen modelos que nos permitan hacernos investigadores a priori. Todo eso es una ilusión pedagógica o metodológica. El «interés» del que se me pregunta, es posible despertarlo desde la experiencia que es necesario compartir con alguien que aprende a través de la investigación a conocer e interpretar las realidades del mundo. Esa es una experiencia siempre originaria y que resulta de la libertad. No hay, repito, canon o modelos, sino experiencias convividas, entre Maestro y discípulo, y será éste quien debe descubrir para sí el valor intrínseco de esa experiencia, que por demás siempre es irrepetible, pues debe ser una praxis creativa. El Maestro debe ser lo suficientemente «sabio» como para despertar en el discípulo ese «interés» por lo que desea conocer…

—¿Con qué apoyo institucional-financiero cuenta su campo de estudio?

—En general, es poco el apoyo institucional y financiero con el que se cuenta. Todavía en este país, y en nuestras universidades, la importancia de la filosofía está por descubrirse y con ello legitimar una forma de pensar y razonar que —desde los griegos— ha favorecido el desarrollo humano e histórico de las sociedades. Son escasas, cada vez más, las áreas filosóficas en los currícula de estudios, en la profesionalización de los estudios y, más todavía, en los postgrados. A nivel del mercado laboral, la situación es tremendamente marginal y casi de exclusión para los egresados en filosofía.

—Pero en su caso, ¿sus investigaciones han sido promovidas por la universidad o en algunos casos ha contado con el apoyo de otras organizaciones u otras formas de apoyo del gobierno?

—Todas se encuentran, entre artículos y libros, dentro del copy right de la Universidad. Algunos apoyos internacionales han hecho posible coediciones de libros, pero siempre dentro de las normas de intercambios interinstitucionales que promueve la universidad.

—¿Qué importancia tiene editar Utopía y Praxis Latinoamericana, Revista Internacional de Filosofía Iberoamericana y Teoría Social?

—Mucha importancia! Es un proyecto de vida personal e institucional. Lo que marca la diferencia entre otras revistas es que, en mi caso, soy el fundador de una revista de filosofía latinoamericana a nivel internacional, que nace en la universidad del Zulia, y que es el resultado de mis estudios doctorales en París, y de regreso a Venezuela, de esos años de docencia e investigación. De una vocación por hacerle un espacio difusor a las investigaciones que se hacen en los países latinoamericanos y afines como España, Italia, Francia y Portugal, sobre nuestro pensamiento e interpretación de las culturas a las que pertenecemos.

—Y, en relación con la «Maestría en Filosofía, Pensamiento Latinoamericano», en la Universidad Católica Cecilio Acosta, ¿qué nos puede decir?

—Esta Maestría es una consecuencia lógica de las relaciones que se han ido teniendo a través de la revista, y la red de investigadores a la que pertenezco, pero ya considerada la filosofía en América Latina como un pensar sistemático que es posible estudiar sincrónica y diacrónicamente, para comprender mejor nuestra historia de las ideas. También para mostrar que el pensamiento latinoamericano ya ha llegado a una madurez reflexiva y crítica, que merece atención y análisis. La Maestría se propone como ese espacio, repito, de encuentros entre pensadores que a diario contribuyen a nuestro acervo filosófico.

—¿Qué satisfacciones le han reportado tanto la Revista como la Maestría?

—En mi condición de investigador y de filósofo, es a lo que cualquiera puede aspirar: buscar y lograr un complemento entre el pensamiento y la acción, entre la teoría y la praxis, para decirlo muy filosóficamente, creo que es la dialéctica de síntesis que nos puede dar la certeza de nuestra existencia en el mundo. La Maestría estimula el pensamiento y la razón dialógica con los otros; la Revista nos permite hacernos del discurso de la palabra para comunicar-nos. En uno y otro ámbito de este hacerme lo que soy, es que mi realización humana toma su sentido… Todo lo demás, incluso los honores, se los dejo al tiempo post…

Investigación activa: El profesor Álvaro Márquez-Fernández es investigador postulante al «Programa de Estímulo a la Investigación» (PEI).
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