Monstruosidades religiosas

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Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño

Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra con una misión trascendental para toda la humanidad. Fue Jesús el fundador del cristianismo. Así quedaba inoperante la antigua ley mosaica, la cual rigió la vida del pueblo judío por unos mil quinientos años. Esta fue una ley con carácter exclusivo para el pueblo judío, dentro del cual nació Jesús. Pero la ley de Cristo fue una que cargaba una soberanía mundial. La ley de Cristo es un mandato para todos los pueblos de la Tierra. ¿Por qué? Porque Jesús vino a este escenario terrenal a representar al único Dios verdadero, creador y dueño de todo lo existente. Tenía el poder legal para llevar a feliz realización una misión única, que ningún ser humano imperfecto podía echarse sobre sus hombros.

Jesús fundó una nueva religión. De ella se desprenden unos valores, una ética y unas enseñanzas espirituales que no tienen paralelo en ninguna otra religión. Todas las demás religiones han sido fundadas por hombres imperfectos salidos de padre y madre imperfectos. Jesús poseía intrínsecamente la cualidad de santo y el don de la infalibilidad. Ningún ser humano puede reclamar dichos atributos. Quienes así se autoproclamen son necios soñando con instituir una sociedad teocrática mundial, que no es otra cosa que un atrevido reto a los designios de Dios. El hombre ya ha hecho esos experimentos y han sido verdaderos fracasos. Un ejemplo clásico de esto fue la pretensión de Juan Calvino, en Ginebra. Su objetivo era hacer de Ginebra una ciudad de Dios, una teocracia de gobernación divina que combinara las funciones del Iglesia y Estado. Dicha idea no levantó vuelo. Hoy conocemos de algunos países donde se han instituido gobiernos de corte teocráticos. Por ejemplo, Afganistán, Ciudad del Vaticano e Irán. Pero no perdamos de vista a la nación norteamericana donde grupos religiosos radicales quisieran ver una teocracia como modo de vida. Y aquí en Puerto Rico tenemos unos cuantos líderes religiosos que tienen el mismo gusto, el mismo paladar religioso.

El hombre siempre ha vivido con la idea de jugar el papel de un dios. Hasta la misma ciencia, sin pretenderlo, ha querido imitar a Dios. Ese es un sueño del hombre que nunca se hará realidad. El hombre lo que hace es tergiversar feamente los propósitos de Dios. Y en esos fallidos intentos cae en las redes del disparate. Al extremo de desfigurar la misma santidad, amor y benignidad de Dios. Lo muestran distorsionado, como un Ser que usa su gran poder de forma vengativa. Veamos un ejemplo.

El mito de un Infierno: Fue Platón quien más ha influido en el pensamiento tradicional sobre el Infierno. Esos pensamientos paganos fueron los que influyeron grandemente en el pensamiento de los líderes religiosos de los primeros siglos del cristianismo. El propio Catecismo de la Iglesia Católica, tercera edición revisada, dice: «La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, «el fuego eterno»…La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios». Por el contrario, la Biblia claramente enseña: «Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, pues no hay actividad, ni planes, ni ciencia, ni sabiduría, en el Seol adonde te encaminas». Veamos ahora lo que enseña el Corán.

En el Sura 51:12-14, dice: «Preguntan: ¿Cuándo llegará el día del juicio final? ¡El día en que sean torturados en el fuego! Se les dirá: ¡Sufrid vuestra tortura! En el Sura 4:56, este terrible destino se describe con lujo de detalles: “Por cierto que, a quienes niegan nuestras aleyas les introduciremos en el fuego infernal. Cada vez que su piel se haya abrasado, se la cambiaremos por otra piel, para que experimenten el suplicio; porque, Dios es poderoso, prudente».

¡Horrendo destino el de los seres humanos malos, hombres y mujeres! Ante estas dos versiones del Infierno (la enseñada por la cristiandad y la enseñada por el Islam), sólo cabe preguntarnos: ¿De qué dios estamos hablando? ¿De un dios insensible, iracundo, inmoral y asesino? ¿Acaso se trata de aquellos muchos dioses, que sí poseían esas características, del paganismo vivido en Egipto, Babilonia, Grecia y Roma? ¿Dónde quedan la misericordia y la prudencia de Alá? ¿Dónde quedan la sapiencia y la santidad de Jehová?

Indiscutiblemente, estamos ante las tergiversaciones más absurdas que el hombre (los líderes religiosos de las más importantes religiones del mundo) haya podido inventar. ¿Cómo es posible que el hombre se atreva a tales aberraciones mentales? Sólo cerebros maléficos son tan descarriados, tan inhumanos. Nada, la Edad Media sigue muy acomodada entre nosotros.

Preguntémonos: ¿Qué horrible crimen podría cometer alguien para merecer que el Dios de amor lo torturara por los siglos de los siglos? Con razón el mundo está saturado con un aire de tanta maldad, violencia y crueldad. En gran parte se lo debemos a esa enorme caterva de líderes religiosos que tanto han influido en todas las actividades del hombre. Esas son las estúpidas enseñanzas que reciben millones de niños en las escuelas, colegios y universidades religiosas.

Las religiones más importantes del mundo se han mezclado en la política y se han entregado a tantas y diversas filosofías mundanas, que con ello le han dado la espalda a Dios. Se han convertido en parte de este mundo, olvidando así lo que el propio Jesús enseñó, cuando dijo: “Mi reino no es de este mundo”. Pero a estos líderes religiosos les encanta el mundo y sus aplausos. Son amigos íntimos de los grandes negocios terrenales. Son asiduos visitantes del mundo farandulero que tanto atrae a la gente.

Conclusión: ¿Cómo va a conceder Dios su espíritu santo a quienes perturban a la humanidad con ideas tan descabelladas?¿Cómo va a conceder Dios su espíritu santo a quienes practican actos que su Palabra condena? ¡Imposible que así sea! La Biblia nos declara que la religión falsa está contaminada con enseñanzas y prácticas inmundas, o sucias. Hay que hilar fino para no caer víctima de tanta enseñanza torcida que corre por el mundo religioso.

Roma y La Meca deberían hacer un pronunciamiento mundial conjunto renegando a tan monstruosa enseñanza religiosa. Así darían un paso gigantesco a favor de todos esos millones de seres humanos que han rechazado a un dios tan terriblemente vengativo. Tal vez así, el Dios de los Cielos y la Tierra se apiade de ellos. Algo ganarían.

Caguas, Puerto Rico / Viernes,15 de Julio de 2011
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