Por Marcos Reyes Dávila
Estas notas son, por su condición propia, breves. De modo que el título de estas líneas, que se presta para tantos temas, lo ceñiremos a la presente crisis de Egipto enfrentado a la opinión frecuente anti islámica que se oye por doquier, particularmente desde labios femeninos.
Escuchaba ayer una entrevista realizada a una sicóloga árabe-americana, Wafa Sultan, para el canal Al Yazeera de Qatar. Sostenía ella, como quien da cátedra, que el enfrentamiento que estábamos viendo en el mundo no era entre civilizaciones ni religiones sino entre eras de polos opuestos: una mentalidad que pertenece a la Edad Media y otra del siglo XXI. Entre la civilización y el retraso, añadió, lo racional contra la barbarie primitiva, para coronarlo con las siguientes antítesis: libertad contra opresión, democracia contra dictadura. Inmediatamente, arribó al núcleo de su visión chauvinista: derechos humanos versus violación de derechos, entre los que tratan a las mujeres como bestias y los que las tratan como seres humanos.
El entrevistador le pregunta si lo que quiere decir Sultan es que hoy se enfrenta la cultura de Occidente contra el retraso y la ignorancia de los musulmanes. Ella responde: Sí, eso es lo que quiero decir.
Aunque no comulgue con muchísimas elementos del islamismo, no puedo tampoco comulgar con este chauvinismo. Nadie pone en discusión que a nuestros ojos la lapidación, por ejemplo, constituya una ejecución bárbara. Mas olvidamos con frecuencia que se aborrece el modo, no el hecho de la ejecución que de mil y una forma se acostumbra a realizar en Occidente, muy especialmente, en Estados Unidos, sea con gas, sea con inyección letal, sea con electricidad, y no sé si aún la horca. Los motivos para definir un delito, así como las penas correspondientes varían según la cultura y la epoca. En Puerto Rico, hoy, parece delito ser joven y estudiante de la Universidad pública, o llamarse Tito Kayac.
Las culturas del mundo son todas culturas útiles a sus pueblos, culturas destiladas de siglos de historia colectiva. Por demasiado tiempo se justificó la conquista, colonización y explotación de gran parte del mundo alegando que era necesario llevar la civilización y la cultura moderna a los pobres bárbaros. Pero bajo ese manto inmaculado y esos modos fríos británicos, se asesinaron y se explotó la riqueza de toda América, toda África, gran parte de Asia y Oceanía... hasta hace muy pocos días. No sé si Wafa Sultán desearía que regresara al norte de África la legión francesa, ni si sigue aplaudiendo el heroísmo de esos franceses legionarios que matan a los malvados árabes que defienden su territorio de la explotación y del dominio en las películas que veía de niño. De entre esos bárbaros, y para oponerse y vencer a los pulcros ingleses, nació Gandhi. Hostos denunció en su Tratado de Moral esas conquistas civilizadoras con el nombre de imperialismo.
Lo que ocurre con Wafa Sultán es que oculta olímpicamente, y pone fuera, absolutamente, de su marco de análisis, el dominio europeo y norteamericano, occidental, de los países árabes, Egipto incluido. Irak incluido. Olvida la política imperialista ejercida contra esos pueblos durante siglos, absolutamente vigente hoy día en la guerra contra Irak, las agresiones criminales de Israel, y la constitución de regímenes totalitarios en los países árabes financiados y asistidos por Estados Unidos, como es el caso de Mubarack, que gozó durante los 30 años que ha estado en el poder de la asistencia anual de miles de millones de dólares solamente por parte de Estados Unidos. Hoy Obama sufre por temer que el pueblo egipcio no desee que el hijo de Mubarack lo suceda en el poder.
El caso curioso que se da con los totalitarismos es que, si se trata de aliados de Estados Unidos el asistido es en realidad un dictador asesino que gobierna contra los intereses de su propio pueblo y entregando la riqueza y la fuerza del estado en manos de quien lo compra. Otros totalitarismos, los de los enemigos de Estados Unidos, buscan la independencia y promueven la justicia económica de los más desamparados.
El chauvinismo de Wafa Sultan resulta demasiado esquemático y equívoco. Pues si bien ella apareja el islamismo con la barbarie, la opresión y el desprecio hacia la mujer, olvida que la ausencia de democracia en esos países le debe mucho a Occidente, precisamente, lo mismo que el atraso en su desarrollo le debe, demasiado, al robo de su riqueza que realizó durante siglos Occidente y a la desarticulación de las fuerzas naturales de los pueblos que mueven a las sociedades.
Aunque sé que nunca permitirán la completa neutralidad egipcia ni del Canal de Suez, yo prefiero ver a Egipto y a Irak libres de la explotación y el control norteamericano y europeo, occidental. Quizás así pudieran dar pasos propios, autogestados y coherentes con su cultura milenaria, en el campo de los derechos humanos, incluida la mujer.
Que no se olvide que aún en Estados Unidos, el derecho al voto de la mujer no se estableció hasta la década del 1920, y en España con la República en la década del 30. Fue en la década del 50 que varios países árabes, como Egipto, Siria y Pakistán, así como México, establecieron ese derecho al voto que jugará un papel importante en el desarrollo de una política de reivindicación feminista que aún tiene agenda que luchar en todas partes. Recuérdese que en Mónaco, no ocurrió hasta los 60; y Portugal le dio el voto en el 1971, por no hablar de El Vaticano, donde la misión de la mujer es imposible. La igualdad en el plano legal de los sexos no se estableció en España hasta fines de los 70. Eugenio María de Hostos fue un campeón en ese renglón, estableciendo la plena igualdad de los sexos desde sus escritos más jóvenes, esto es, la década de 1860, antes de las conocidas conferencias de Chile. Pero en Puerto Rico, año 2011, la policía puede arrestar jóvenes universitarias sobándoles impunemente los senos delante de todo el mundo, y con la bendición de las legisladoras del partrido en el poder.
Nada se gana buscando imponer injertos exógenos en culturas milenarias. Los nuevos tiempos llegarán de manera natural y coherente con los innumerables vínculos y las innumerables fuerzas que articulan una cultura en su momento. El problema con esos pueblos es la incesante y perenne intervención imperialista de Occidente que no los deja ser ni desarrollarse libremente.
No lo olvidemos.
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de Extor Martínez
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