Tuesday, February 8, 2011

Recuento de daños tras el funeral

In memoriam: A Thomas Paine

«Siempre he visto a Paine como uno del más grandes americanos. Nunca se tuvo una inteligencia más sana en esta república… Mi interés por las obras de Paine no se satisfizo con una primera lectura. Fui de nuevo a ellas repetidamente, apenas como he hecho desde mis días de la adolescencia»: Thomas Edison

Hoy, 8 de junio, me imagino el funeral
de un hombre como él, tan calumniado,
abandonado por gente que creyó amiga
(amigo suyo podría ser el mundo entero
hasta el monarca Napoleón que le hizo la barba
y lo invitó a Palacio), pero no....
Sólo quien sufre y entienda su dolor y agradezca
sus pensamientos, los de Thomas Paine, puede ser
su amigo... pero él quedó sin amigos
y al funeral llegaron dos negros a pie.
El los liberó, estaban agradecidos.
En una carreta, al sepelio fueron,
por igual, su mujer y su hijo.
Nada de pompas ni de procesiones cívicas.
Nada de guardia militar.
Es que él era, en el más estricto sentido,
militante del Ejército de la Libertad,
el más honesto, asqueado de lambiscones
que le dicen: «Una estatua de oro se debe erigir
a usted en cada ciudad en el universo»

y, a dos días de conocerlo, reculan y trocan sus elogios
en desprecio. Lo temen.

Paine no conversa a gusto con charlatanes
de la cultura, manipuladores
con abstractas nociones de filosofía.
En Francia estuvo discursando sobre Justicia Agraria
antes que Thomas Jefferson le llamara a América
y produjo un concepto de renta mínima garantizada
y tales cosas a Napoleón no le gustan.

2.

¿Qué se puede hacer ante un hombre así
el día que muera? ¿Qué con ese hijo de José, el cuáquero?
que odia las dictaduras, el esclavismo y les decía
a los politiqueros, aunque se digan revolucionarios,
que el gobierno es sólo un mal necesario
en el mejor de los casos porque las monarquías
son siempre malas
como malas son las repúblicas que no ofrecen
el derecho universal y libre a la educación pública,
a renta mínima garantizada, y a una contemplación
de la Energía Divina,
su deísmo de amor, la sabiduría
de sus manifestaciones,
siempre benignas, cosa que no depende de ritos
o preferencias por una Biblia, o un Corán
o tantos embelecos de jerarquías
y unas nuevas simonías en lucro
de espiritualismo. «Mi propia mente
es mi propia iglesia»,
nos dijo.

Y Paine murió a la edad de 72, en la calle 59,
cerca de unas arboledas en Greenwich (NY)
y fue una mañana de 8 de junio.
Se le publicó un obituario indigno de sí:
«Vivió largo tiempo, anciano,
hizo algún bien y mucho daño».


Es que así de incomprendidos mueren
quienes forjan naciones más que gobiernos,
quienes forjan repúblicas y no partidos.

3.

Seis años antes de morir, era un verano
y el federalismo comenzaba a pudrirse,
apestando mucho: Aaron se mofaba de Jefferson
y del radical agrario. Guillermo Cobbett
echaba tirria contra todos, se burlaba
y en el proceso de cada noción de justicia natural,
de todo lo que Paine alguna vez propuso
como «derechos del hombre».
Ahora los devotos / deudos de Biblia y Testamento
lo odian porque dijo que «son imposiciones
sobre el mundo»
que se creen con los ojos
y se olvidan con el alma; se apagan en la filantropía
del corazón y se festejan en la costumbre
de los exclusivistas; lo odian los federalistas
por sus ideas de gobierno y por haber sido apasionado
de la Revolución francesa, o amigo
del presidente Jefferson. Lo odian porque tiembla
como un cuáquero, pero se para solo
como los deístas y como el Cristo caído
y traicionado que no fundó sinagogas
ni los medios extraños, o fábulas deshonestas
para decir
«esto creo: la energía del Todopoderoso
es práctica de amor diario y es la única religión verdadera.
Mi propia mente es mi propia iglesia».
«Todo lo demás invenciones humanas,
sistema que hasta aterrorizan y esclavizan a humanidad
y monopolizan energía y se benefician».


4.

Entonces, lo enterraron sin pompas
sin otros testigos que un obituario culpatorio
que declaraba: «Mucho fue el daño que hizo».
Desde antes de verse en el sepelio
a dos negros, a su mujer e hijo,
fueron sacando la cuenta de sus daños:
(1) Que se abola la esclavitud del negro
(daño que apareció descrito el 8 de marzo de 1775
en Posdata al diario de Pennsylvania.
(2) Que se establezca una garantía básica
de la renta, una Administración de Seguridad Social
aunque no la quiera el rico, el apropiador,
y una primera oferta americana para pensión de la vejez.
(3) Que, no siendo Ciudadano de América,
y sí aliado de Francia, al Gouverneur Morris,
embajador americano a Francia, le mienta
y le diga: «Soy amugo de Washington
y estoy preso por su causa».
«No sé si usted es un apóstata o un impostor».
«Perdone que no envíe un recado como ése
ni mueva la mano: hay peligro de guerra
entre América y Francia».
«Entonces, dígale a Washington traidor
a la amistad e hipócrita» y el embajador en mutis.
«Nadie ofende al Padre de la Patria».
(4) Y el Padre de la Nación es un esclavista ardoroso
y usted nos hace daño: Usted, Paine,
es libertario, anarquista, hijo de las Comunas,
y aboga por desposesos, negros, fondos del Estado
para el que cumpla 21 años y pierda su herencia natural
y diez libras esterlinas per annum, durante vida,
para ancianos y gente improductiva.
«Usted hace daño a nuestra naciente República».

5.

En una calle en que viviera en París,
hay una placa que lo nombra:
«Thomas Paine. Inglés por nacimiento.
Americano por la opción.
Francés por el decreto.
Ciudadano del mundo»...

pero eso es bazofia sentimental.
Los que te odiaron ahora se justifican
con tu nombre; se olvidan del mucho daño
que te hicieron. En la práctica a nadie quiere
como ciudadano del mundo,
a los que llegan con la opción
de hacerse 'americanos'.

Al contrario, les aplican muchas trabas migratorias.
Al que fue de su país por nacimiento
le obligan a que lo venda, lo olvide, lo traicione,
lo vaya desfigurando con neoliberalismo
de neocoloniaje y ausentismo de empresa
y privatización extranjerizadora.
No hay sincero decreto que te haga digno
y memorable en quienes odian desde siempre
al que es revolucionario, anarquista,
enemigo de negociaciones secretas y vicios.
Entonces, el gobierno británico in absentia
como a tí, te declara infame, sedicioso, el odioso
que el odio tiene merecido y que el rechazo
ha de llevárselo a la tumba.

Y lo que propusiste
para una reforma de Inglaterra
fue lo mismo que se rechazara en Francia
y en los EE.UU.: justicia en el impuesto progresivo
de la renta, paz universal, derechos del hombre,
solidaridad combativa con las mejores causas
sin olvidar la piedad.

¿Qué se gana con ejecutar a Luis XVI,
qué se gana con la pena de muerte
o las matanzas de negros o de indios?

Paine habló así, cuando defendió
en la Convención Nacional la declaración
de la República francesa, pero hizo más en 1792
con el derecho que le dio su voz por Pas-de-Calais
y corazón girondino:
Que no se mate al Rey ni su familia.
Que a partir de ahora sea la Era de la Razón
una que construya, que proteja empleos,
que invente nuevas cosas. Que no sea reaccionaria.
Que se entienda: «Government, even in its best state,
is but a necessary evil; in its worst state, an intolerable one».

Que venga una edad de los maestros,
cosecha de educadores más que de vendores
en las tiendas del rapé y del tabaco.
Que venga la edad de ayudar a pordioseros.
especialmente a los ancianos y los niños,
que la Iglesia, si para algo ha de servir,
que sea social, menos rezos y más misericordia.
Que sea época de invento;
«yo quiero hacer un puente de hierro
sobre las tierras de Paddington, porque yo
amo a Londres; y quisiera fabricar velas sin humo
y unos motores de vapor junto a Juan Fitch,
mi amigo. Esto es parte de lo que llamo
la Era de la Razón, mis verdades sencillas
y los Derechos del Hombre».
El gobierno perece, se corrompe.
Es un mal necesario; pero la razón no.
No dejemos que la mate el odio.

De El Libro de Anarquistas

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