Wednesday, March 2, 2011

Antología / Poemas de amor / Carlos López Dzur


La enamorada

… porque Ella permanece enamorada
en un mundo donde el ojo se ciega con vendaval
de polvo y arena, el desierto desafía
el amor que nos vincula.

El mundo es oscuro,
Nachash, y la tierra seca y la Luna tan poca…
Sólo tú, cristalina y clara.

«Lo amarás en mí, también tú.
Invócalo, como si tú misma fueses
la reina de los cambios, y atráelo a Tí».

¡Cómo decías quererlo, zorrita de Chesed,
próspera coneja de transformaciones!
¡Cómo vas por las calles, revolcándote
sobre aldizas y juncales! …

A él, no exageres,
¡así es que lo amaste
y aún lo amas, Nachash!

«Ahavá, humedéceme en el manantial
de Tu Deseo», susurraste, yo oyéndote…
tal vez hasta celoso porque te aferraste
a El y no a mí.

¡Ay, Güila, pollancona de cachondo himeneo,
a veces prefiero que la puerta de Daleth
no la abras para mí.

Que la tires contra mis narices
y con El te quedes y te vayas
para siempre…

11-3-1989 /
Antología

*

El novio encelado

Amas en plenitud y me tienes, pecho en tierra,
en aras de chispas de tu alma y escamas ígneas
de tu paso… y lo que atraes a la consciencia,
se redime, en rigor.

Lo que cuelga de los puentes,
con peligro de caer
y más escindirse, lo salvas.

Y el camello, como un Angel de la Muerte,
resiste y traga polvo, mas no conoce
la mano de Jacob que jala los talones.

De suicidas, ¿qué sabe el camello?
El no ve el ángel, él no ve
ni el ojo de la aguja.

Gimel ni va ni viene como Tú a la Fuente..
Tú te enamoras, Eva mía, nacha amada.
Te enamoras y me jalas
del talón del corazón
y me subes al tuyo.

Me besas la boca con desideralia
y te como y te dejas.
Y chapoteamos en el agua,
con la materia primordial,
pegajosa es la saliva santa.

Juntos bebemos la humedad
de Quien te besa la boca.
Estás enamorada, Serpiente,
de aquel que te evificó, esculpiéndote
con las palmas de sus manos.

Hecha a mano estás, Nacha-tortilla,
y me recompensas con calidez
cuando es más fría la noche
y soy el peregrino.

Siglo a siglo, te encuentro y te celo
y no aprendo el por qué se quiere así,
como quieres.

Y por el desierto del mundo, voy
sobre un camello lento, flaco,
hambriento, macilento y tonto,
y con él me identifico si me miro
en el espejo de su ser
casi color plateado.

19-3-1989 / De Teth mi serpiente

*

En la Taavá del Deseo

Sobre la pasión, no puede haber preguntas:
Rabi Shneur Zalman de Liadi

Desde donde te comunico mi amor,
acaso casa es, y morada
en que siquiera es posible cercanía.

Pasión es, pero no tan limpia
por causa de algún falso tzadik,
Perniciosos, impíos, que ya han corrido
a darte una talega vacía, sin pie ni cabeza
ni bienaventuranza.

Donde quiero hallar el amor / Ahavá,
ese amor de rey, soberanísimo, alma de la casa,
casa de mi esposa, Bet de mi Sur,
beth de mi norte ¡ay! hija del sacerdocio,
cabeza de mi desino, a mi relación
con lo real del corazón oculto, lo pervierten;
al placer supraconsciente, poesía,
lo callan; a lo hermoso del Tiferet lo explotan,
lo mancillan, lo lanzan a perros del ultraje.

Los dueños de la pluralidad manifiesta,
putarraicos, menesterosos ujieres
de estructuras jerárquicas y casas metafísicas,
alegan que en sus temploslo tienen.

Pero construyen en lodo
y sus almas, techos tienen de paja.

Si no son reyes en sus propias almas
ni a segundones de profetas llegan, ¿qué son?
¿demonios, para qué es lo que sirven?

¿Cómo sabrán donde comienza mi puerta, mi soporte,
en qué predio, norte o sur, mi casa edifiqué?
¿Y seré, en justicia, su cabeza?
¿y, desde allí, recibiré a mi serpiente
y el gustoso Mashiaj?

¿Quién me alimentará
con su dulce omnisciencia?
¿Dónde hablaré de amor que no sea
su falso tabernáculo?

¿Dónde se cierra el Norte Abierto
y esa libertad engañosa que esclaviza
y aún separa, si por casa lo que existe es
la taavá del Deseo, finitud que duele,
útero mezquino de la vida animal,
mecanizada, chapucera, burocratizada?

9-3-1980 / De Teth mi serpiente

*

Cosas que nunca sucedieron

Lo hayu dvarim m’olam

Corren al Sinedrín hasta impostores
del mundo inmoral y se preguntan:
¿somos aún hombres del pacto, hombres morales,
perlas de la Ostra que nos tragó
para sanar cada membrana
del oir y el ver, el entender y discernir
como hijos del Rey del Universo?
¿Es nuestro trepidar en la tierra
como el de Teth, quien serpentea en el Ofiuco?

… en la noche oscura de la purificación,
¿a quién dimos nuestra fe? ¿a los nergales
con cuerpo de león rugiente, hambriento
y agresivo, o a la mujer con manos suaves,
que a la fuerza controla dulcemente?

*

La piedra del rechazo

Even nagolah me’al libbi…
La piedra salió de mi corazón…

Libero este pedruzco amargo

Proverbio hebreo

De mi corazón quitaron este peso:
la angustia de mi alma.
La piedra fue devuelta
a la edificación correspondiente.

¿Para qué deseo la piedra no edificadora
si ese ángulo no es mío?
Quien no encaja, estorba.

No rectifica la razón que no hermana.
Lo que no es lo mejor de mi costilla,
no forja el pueblo donde pongo mi fe.

Costilla mía, situación de mi reposo natural,
hoy soy más que la bestia, como primero de los creyentes
en Abraham he fructicado y, en la tibieza tradicional
de mis sentidos, llamo a mi pueblo, dispersos
como estrellas en el cosmos, fluídos como peces.

Antes que vengamos a la mesa, todos unidos
como Uno, pedid que una nube bendiga el Monte Sinaí,
que no más de veinte años sea en engaño de Labán
y prospere Jacob y se la pague el trabajo.

Quitemos esa piedra de su corazón
y ese pedruzco amargo.
Piedra que perfora mis labios,
que hinca a mi boca
y quita el beso original,
el trago dulce de mi vino.

Ya me da bascas, ensarmenta,
envena, estorbas.
Ya destruye la ostra. El tesoro oculta.
La perla con que se me bendijo.

En la garganta del Adam de tierra roja,
vomitaré la piedra oscura.
Gusanos de Jacob, verán
la sangre dialéctica futura.

6-15-1997

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Gritos de guerra

Los gritos de su guerra son ficciones.
Sus bombas son el estornudo del enfermo.
Distanciados están por las lujurias de sus tribus
y una vieja inmundicia sangradora
que es maldición desesperada de su tiempo.

Su monólogo no encuentra un eco noble
sino en la puerta brutal de las caducidades.
En la historia han de morir, sin nada hecho;
sin ningún fruto, ajenos, infelices, ignorados.

Sólo nos reconcilia el amor,
que es frente a frente, cara a cara,
un consenso del pueblo.

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Un cazador

Quien viajaba las distancias,
con sus pasos mudos, sigiloso
en pos de una gacela, aquel
innato prudente del silencio,
su mirada hizo con fieros ojos
y fundó laberinos y supo
de las sombras engañosas
y atrapó el dolor, agazapado.

La prisa fue alimento
después de la celada.

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La sombra del cazador

El cazador tiene por sombra
un infiel perseguidor de la alegría.
Sus manos engordaron
como rudos chacales de Kagera.
El dominio del entorno:
como torvo envangelio de pezuñas.

En cambio, la mujer es
una dulce amenaza con sus dedos.
Lo mismo teje un cesto que palabras.
Quien viajaba en silencio
lejanías del abismo,
los parajes visuales de las cosas,
los ónticos contextos,
no pudo jamás
hacer el primer verso.

5-12-1970 / De El hombre extendido

*

Solicitud

al Dr. Alfred Stern, quien me motivó
la lectura de Martin Heidegger

Ayúdame a elevar mis pisadas,
a sentirme como el viento.
Házme un poco más alto que el sendero.
Que mi camino tenga una noción
del ala que se agita
y salva algunos rumbos
para el infinito.

El riesgo, con su espiga
de erranza soterrada,
será una avecilla desatada, saltarina.
Es necesario que evada la captura
y venza el hundimiento.

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Grito de ayuda

Ayúdame a seguir
(como el sol que sólo se agota
lentamente y deja vida por doquiera)
el ritmo de la lluvia,
que escurra mi llanto después
de la tormenta y sea chubasco
a veces, esporádico y lento.
Que me lave en barranqueras de esperanza
y olvide la tirria amarga.

Suaviza el sedimento de mi cara,
relampaguea en lo abrupto
y lo desconocido.

Entrégame esa luz,
átala a mis pasos.
En mi corazón la guardaré
como una estrella
y no imaginaré que por cielos
cruza el trueno y deprime.
Despierta la palabra
que se esconde, se olvida,
se alucina; bendice al que halla
al ser más allá de la trilla
del despojo y el desvío.
No quiero verme en tierra
ni en mar ni en nubes
denso, ordinario, cansado
y sin luces, pudrido.

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Los violentos de la Tierra

Los violentos de la Tierra
son innecesario polvorín,
la remóra, tormenta en el vaso de agua.

La humanidad que avanza a lo sublime
nada les debe, pues no entienden
el amor que sufre ni diseñan el perdón
que transforma la conciencia.

¡No se junte el pueblo de los tristes
con los gendarmes del remordimiento!
¡No se mezcle el criminal
con el creador de esperanzas!
¡No tiemblen los justos
ante el adulador de pánico
ni de alevosía!

¡Venga al rincón de penuria
con dignidad de abrazo y manos tibias,
que conozca las lágrimas
más nobles que el tormento!

Los criminales no son anarquistas
de sentimientos puros.
Que la justicia no sea irrupción de la sangre.

No. Jamás.
Que la justicia no tenga la irrupción
de la sangre, cálculo del desprecio
por la vida, la historia, el futuro.

¡Todo ello arrasa con las venas,
así no hay comienzo ni final!
Que no sean los cobardes
quienes se jacten del valor redimido.
Falsos ejecutantes han sido.
Desesperado acervo dejaron de la idea.

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De la violencia

En los actos de muerte y de derrumbamiento,
la historia deja de ser
la entrada memorante a los destinos,
se asesina al ser-acompañante,
al hermano en suplicio.

La violencia que hunde al inocente
no purifica a nadie de los vivos
y no es valía, no redime
a los caídos, los golpeados y llorosos.

¡Más vale este sufrir, esperanzado!
Y la espera de una voz más sabia
que diga: ¡Levántate! ¡Te amo!

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El cazador que cruza

Cuando cruzaba el río Forbas
dijeron que asolaba hogares
y que a los que duermen como ladrón
en asedio, les robo;
monstruo del agua, eres ogro negro,
cuico de lo incierto, ultrajador,
parásito, bribón.

Otredad ruidosamente indeseable
y me dijeron: Véte.
Y era el aquer, filtrado por esquinas
del amor encarnante, y porfié:
El reverso es la verdad.
Ninguno me ha querido conocer.

De casta aparte soy, prieto buey.
Hijo del dios visible, Kynikos.
¿Por qué torturan mi imaginación?
Soy la santidad, en rutas del agua
vertida en vida, en ser, en entidad.

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Autodefensa

Dulce y jugosa mi sangre es.
Como el árbol, crezco
y mi raíz es profunda
y hay más paz en mi sombra
que en las suyas, dejadme al menos
pasar hoy y no me vayan a golpear, no.
La autodefensa me atrae,
pero prefiero la tranquilidad.


9-1-1990

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Entre ellos y yo

Salvamos el poema ahí-donde
el anzuelo homicida caza a los prosaicos
y pesca a los incrédulos.

Entre ellos y nosotros, la distancia crece
porque hay algunos que odian
la música, la brisa,
el viento, la caricia sonora
y no saben oír y no saben amar,
tiernamente tolerantes,
dulcemente caprichosos,
mucho menos,
verse en octavas de atracción
permanente y contínua.

Entre aquellos que susurran
con equívoca rivalidad
sus modelos mecánico-causales
está la varonía de los asténicos,
tróficas mentes, rostros que miran
con estériles ojos blancos,
cuerpos que se yerguen
con un negro óseo, sin vuelo,
bajo la nube y la viga pupilaria del gentío,
rivales con una sola voz
para decirlo todo.

Ellos gritan y crujen y gimen
(dizque por elucidaciones),
pero en su lugar construyen
su clínica epidemia
hecha con ciegas medidas.

2-8-1991

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