Friday, March 18, 2011

Primera parte: Memorias de la caverna / Estéticas mostrencas y vitales


Primera parte: Memorias de la caverna


DEDICATORIA


A los batalladores culturales del mundo
y de mi patria, porque en todos hay un capital económico
y riqueza humana, pero si no hay cultura no se sabe
qué defender y cómo organizar ni tal capital
ni su gente:
Carlos López Dzur

Como Alianza del subyugo
Montanistas
Detén el hacha
El padre y el hacha
El sacrificador y la ofrenda
El hacha del No
El hacha de Carlos Abram
¡Cuánto lo quise!
Y parece una persona pequeñarra
Criatura nocturna
Los burladores de la sombra
Tráelo al fuego
A Blaise Pascal
Caverna del mutatis mutandi
Bendición de los hijos
Las cavernas de la creencia
Los verdugos
El terror viene
Ni quien nos salve
El Líctor desea a Lumia
La zorra Lumia
El placer en cifras exactas
La zorra originaria
La relación pura
Dueño de mi olfato
La casa de las lujurias

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Como Alianza del subyugo

La Santa Alianza fue concertada en París en 1815 entre Rusia, Austria y Prusia, para sofocar las aspiraciones nacionalistas de las pequeñas naciones subyugadas.

¡Será cosa de ver!
... si ése que viene a ti,
dándote aliento con la virtud
de sus muchas prohibiciones,
si ése que al hacha tuya la conmina
deténte, surte su consuelo.
O convence.
En la sombra de la cueva te retuvo
y todavía él mismo obedece
a cinco dedos que son cinco sentidos
impuramente honestos,
consoladoramente adquiridos
en miopía y tradición de rebenque
y azote sinarquista
con placer escabroso.

¡Será cosa de ver
su Santa Alianza con la Mano Invisible
que te ahoga! ... Ahí está
con la ruleta rusa en París
y el gatillo, dispuesto a disparar
a las núbiles sienes, inocentes
y en congoja.

Con la prusiana disciplina
de cinco dedos puñeteros, frota el pene.
Con austríaca vanagloria
se vacía y echa sus mecos
en el decoro ajeno.

Será cosa de ver cuando digas tú
quiero naciones soberanas
y a mis hijos con poder sobre las llamas.

07-09-1989

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Montanistas

¿En nombre de qué amor
hablaste de las verdades, Montano,
si sacaste el tuétano a la vida,
si en árbol carcomido
transformaste esta siembra humana
que me asedia zurriendo
broncamente
con su homicida alarde?

A las ramas y semillas
sobran los tuecos, agujeros,
y un viento del siglo, sin oriente,
el tronco de mis árboles maldice
y, más allá, a las sombras de reposo.

Los sinarcas, armados con sus lesnas,
me han cercado, me han quitado
esta raíz que eludió dar sus votos de reata
(ya piensa, ya bendice, este corazón
tan ultrajado y prohibido).

Estoy con el vetarro de mis huesos,
añorante de días
y propias cuentas y hecho un mico
con espíritu noctívago.

Busqué el monte, sin temor,
la piedra para extender el alma
y alargar la razón de mi ser
y aceitar la mañana.

Pero, ¿quién eres,
hijo de montanada, con qué amor,
si alguno, se escribieron días del fin
del hombre sobre el mundo,
con qué carcoma santa
rechazaron las nupcias de la sustancia
con sus cielos, de qué verdad
o torpe vademécum leyeron su mentira
y me echaron de mis montes trascendentes?

Absolutas y mortales
son tus desgracias, tus blasfemias,
me predican, tu Hacha
es la que hiere geometrías.
Tu voz es la que mata
al Cristo ultramontano.

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Detén el hacha

Rescataron el poder
con cada mando simultáneo.
La autoridad absoluta fue del Papa
y vino él, al llegar estuvo
cuando cargué mi niño como ofrenda.
En su nombre, me dijeron:
¡Déten el hacha, hijo de la reala!
¡No lo mates, no regreses al seno
del Dios puro, no dés un paso más
que no mereces tú la trascendencia!

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El padre y el hacha
... la intolerable estupidez de la virtud:
Nicolai Berdiaev
El bien no es un valor absoluto.
Cállense, moscas placeras,
vayan y posen al carajo,
que las normas farisaicas
me mutilan; y el padre está
cargando su virtud
de pequeñarra estampa
por soledades sin caminos,
por su alma.

Vayan donde yo no les vea.
Que me condene solo
y no por oír a los vecinos
del postín, el antojo y el chantaje.

Yo no puedo orar
en las tinieblas, quiero la luz
más alta que la llama.

A mi dolor lo acostaré
sobre el pedrejón duro y ardiente
donde soy yo mismo el padre
y mi dolor, el hacha
que gritará este mandato descorazonante:
¡mátalo a cuchilladas con tu mala sombra,
sean sin condición las cosas ofrecidas y sagradas!

El oblata no es tutela legítima
(que alguien te ofrezca
por obligación civil
ya admitida y declarada)
ni aventura que allanará
el sendero numinoso
ni fácil consolación
cuando te duela corazón y vida
ni absoluto omniconclusivo,
justificativo del acto
y el campo de batalla.

05-22-1989

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El sacrificador y la ofrenda
El nominalismo niega la existencia experimentalmente cognoscible deprincipios físicos universales que pueden descubrirse más allá del ámbito de la percepción sensorial
El hacha como el viento
que sopla hasta Occidente
y recorre por praderas del vírgen,
tierno cuerpo de muchacha,
saltó al abismo, a la fe
del cimiento más oscuro,
y llevó consigo el puñal desmesurado
y ella, la materia, la nominada del escarnio
estuvo a su merced, cautiva, presta,
con dos palomas que salieron del escote,
con su vulva tibia y anhelante
que fue llamada el alma.

El céfiro se olvidó de todo método
(algunos alegaron que fue su acto
subjetivo, irracional, incomprensible,
in desesperadum).

Con un trapo atrás y otro adelante
tembló de gozo, afiló el nabo
que a cuerpo y afán empírico,
remordimiento y sustancia, escindieron
con prédicas de ruin nominalismo.

El se fue a rescatar la trascendencia,
se fue directo al beso y al orgasmo,
al experimento más allá de las proclamas
sensualistas, cartesianas
de principios a priori.

El hacha incondicional dijo
de pronto a la ofrenda de holocausto:
no es igualdad absoluta que te ultraje;
yo sufro y no lo sabes; soy humano,
pero voy a fundar la libertad
más allá de tu muerte, construída
por rudo y vil nominalismo.

Voy a darte el placer eterno
de la obediencia que trasciende,
el amor de los dioses
fuera de la cueva
egoica, vocinglera;
así la mala sombra
de lo humano
no será ya
capricho.

06-24-1989

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El hacha del No

Esto también solicito,
amados míos: que el fuego
sea placer y bien sentido.
No tengan miedo.

Satán no es ser; no existe
y el Hacha que yo entrego
es el último recurso estetizado.

Que no escuchen la gallunga
y su gente que asesina,
que a martinistas digan NO
y otro NO a la caterva ultramontana.

No ilumines demasiado,
estrellita de arroz, cuando tengas
a espiones de Tu danza, sigue
y baila conmigo a tu lado.

Los fuguillas bestialistas,
al servicio de cautividad rutinaria,
no son dioses; son sarna,
son ácaros.

Lunita crujiente de maíz tostado,
tén ovarios limpios, no cedas
a populismos sentimentaloides.

No dejes que te silben
como a perra, quienes sólo
a la obediencia llaman
y pretextan su refugio
en sus dioses.

Tén la piel como la leche,
niña amada, y como madeja de seda
ata tu visión al alborozo,
el queso es así aún más sabroso
que la baba de los cerdos
en tu plato.

Cera del panal que sean tus labios
y el beso siempre, un conjuro,
contraseñales del hacha
para el Gran peligro.

¡Ay, Toña, tonina, jamoncito
de mujer, cómo cautivas,
tú neurotransas del pajar
mutua alegría, tú eres mitosis,
me das células-hijas!

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El hacha de Carlos Abram
El Dasein tiene una tendencia inherente a aniquilar el espacio, a extender los sentidos y ampliar el mundo y a determinar y organizar el mundo, física y sicológicamente, en términos de preocupación: Martin Heidegger
El Hacha que Carlos Abram propuso
como útil, preparada a-la-mano,
presente, como su objeto dado,
Carlos sabrá retirarla de tu lonco
cuando seas-en-común,
el hijo de mi sueño,
el Deseado.

¡Tú me preocupas, pedacito
de mi alma! te solicito
y Radamanto, juez del infierno,
no te arrebatará por siempre...
¡No importa su prudencia,
eres mío, no de los espacios
geométricos y abstractos!

En espacios cualitativos te guardo.
Con amor, te doy mi situación originaria
y te saco del SE DICE que te entierra
en el Uno y te llora desde el Moriah
como si fuera tu fatus
la tumba de Don Nadie
y tu verdadera dicha
y reposo.

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¡Cuánto lo quise!

Tuve un hijo en la casa del prójimo
siendo yo, por igual,
prójimo en la casa-caverna de mi hijo.
Le dí el espacio de cueva
de su vida. No pude
darle más en la casa del prójimo
ni en la casa mía.

Y, por amor, quise ubicarlo
en su gruta verdadera, visión
de las estrellas plenas, infinitas,
en la cueva de roca de mí mismo.

Quería amar a ese hijo.
¡Cuánto lo quise!
Y, sobre todas las cosas,
yo dispuse que se enciendan
por él las nuevas luces
en la cueva ahíta aún con simulacros
y dolores suyos y dolores míos.

Lo llevaría a la casa de mi certidumbre
por anhelo, yo lo quería y descubrí
que no pude dar lo que él merece
y sufrí como nadie.

Entonces, vino mi Padre,
padre de todos los prójimos posibles
y me pidió su sangre, las tinieblas mías,
y que lo sacara de la cueva
y que trajera su urna cineraria
y que lo matara en el monte Moriah
oculto en lo más solitario de la cima.

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Y parece una persona pequeñarra

En la cueva parece pequeñarra
la persona; la dulce y suave cría
de aquel a quien se quiere tanto
y se lo llama cuna,
pedacito lunar,
alma mía...

Si el alma es mucho más,
¿cómo saberlo?
¿cómo aducirlo
con estas semejanzas,
metáforas del amor al hijo?

En este oscuro conocer,
todo es mostrenco
y no se conoce el percal;
únicamente la pastrija
y la pastrana
y ese montón de tierra
que son mis huesos cercanos
por sus años, sus achaques,
sus lamentos ante un poco
de sol y de alegría.

4-12-1989

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Criatura nocturna

Déjala conmigo.
Es tan hermosa. Se acomoda perfectamente a mi sueño
y su pelo largo, pelirrojo y rizado tapa mis ojos profanos
que ya no saben volar, ni filtrarse, profundos,
ni maullar como gatos, orgullosamente tiernos,
tranquilos y hermosos.

Desde que se fue, manos tengo que se agarran a las colchas
como su cimiento; la soledad es grande como el monte.
Entonces, si ella viene y a veces viene, es mi único gozo
de la libertad; con ella, soy un gato cerval
y desde el alma, gimo con regocijo.

Con ella, soy uno de los peludos entre las cavernas
que sabe darse vuelo, implorar por la luz, en medio
de estas oscuridades que nadie salva, sino esa hiena
que nos come los escrotos, a fin
de rescatarnos para el reposo.

Déjala conmigo. Que nadie ponga un amuleto
prohibidor, cartel de veda, cuando sea yo niño
de modo que me olvide cuando crezca; no...
que venga al Desierto, y lama como Lamia
mis Cromosonas-Y,
con su lengua de ADN
mitocondrial.

En el Desierto, como en montañas alpinas
o nevados inhóspitos, ella es la Leche que manda
el Sostenedor, el milagro que vuela para mi noche.
La lechuza.
La vida de lo Alto, la Eva dionisíaca
de la libertad, Lilit.

Déjala conmigo, ya que me densificaste
y estoy derramado en la miseria de las cosas
con el corazón endemoniado por todos los anhelos.
Déjala conmigo. Déjala conmigo.

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Los burladores de la sombra

Están al llegar
los cinco dedos mentirosos
del Manotas, la pícara presencia
de la Mano Invisible que dice a Abram:
Deténte, no tienes que matar tu crío,
al hijo de Tu Risa.

Están al llegar los burlones de la sombra,
gamonales de las cavernas de la historia.
Es mejor que lo dejes en la cueva
en el templo de Pitón,
en la cárcel sin angustia.

Vienen, están al llegar
los ultramontanos, integristas,
martinistas de huesos colorados,
geómetras euclidianos,
admiradores ciegos de Trasímaco,
ciegas larvas que suben las paredes
y cagan la moqueta
y salpican el fango
sobre el mundo plano, tieso, umbroso.
Ellos, que con superficies carcelarias
se confortan y masturban, casqueteantes.

Son ellos los que desprecian las curvaturas
del dominio complejo, los principios reales,
la quántica ciencia de los saltos...

Vienen, están al llegar,
los que no creen en vientos suaves
con placeres intensos, paradójicos,
momentos que limpian el espacio
como hoz segadora, separando
la paja del grano
y son, de ese modo, tan a su saber
dizque divinos, que las varillas
se clavan en la más blanda colleja
de la muerte...

Vienen, están al llegar
antes que la brisa sea en la noche
tu hacha de holocausto, obediencia y salto,
trascendencia purificadora.

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Tráelo al fuego

Pero el Padre dijo:
Tráelo al fuego aderezado,
al dominio complejo, a las noosferas.
A la luz de tus lágrimas, camina tú
con tu ofrenda, es olor grato.
Sígueme hasta ese monte
donde tiembla y se arma tu brazo,
ven a la silva con el hágase
para que sea el día en que te conozca
el viento suave de mi beso.

Tráeme la pastrija y la pastrana
y yo las quemaré, seré tu nabo
y en su interior de vulva, alma nueva
haré para el alma sensorial, nominalista.
Con el hacha caliente, promisoria,
vaciaré tu salmo, reharé tu sustancia
y a todos lavaré con alegría de nuevos átomos.

Toma el hacha, Abram, abre ese sexo,
dáme tus niñas greñudas
con mejillas cristalinas
como rubíes de Bohemia.
Al hombre espiritual y luminoso
le daré pueblos sin cavernas
de inútil fe ni cuestionable heredad.

La tea que se encienda por tu causa,
las hachas y cuchillos que se blandan
a los aires, por ternura
y por amor infinito.
Todo será recordado aún
en los siglos hermenéuticos
del Decaer.

06-29-1989

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A Blaise Pascal

Yo soy el que robé el fuego
y me metí entre las zarzas a buscar
al Dios vivo. Yo.
Tú eras sólo el Dios de los filósofos.
Y si algo te robé me cortaste la mano.
Tú eras un Sujeto para que los sabios se diviertan
o tengan acaso empleo, o rentable simonía.
Tú eras el supuesto Saber, un cómo hacerse rico,
supremático, uno que absolutamente condena
como Dios de la filosofía y deidad de la ciencia.

Eras un Dios conceptual. Yo, un niño más
entre las ratas, el chamaco jalándose la polla
hasta que avanzas como un ogro con la hoz.
Vas a cortar su pija y sangrarlo

Pedir que sobre el aditón se ejecute
un sacrificio humano.
Como el padre declinas, faltas.
Hay que decir que desaparecíste
y se quedó un ritual neurótico en tu nombre.

Dejaste de ser un padre enaltecido.
y una fuente de espíritu para la hija.
En el Monte Moriah. no te detuvo un ángel.
Isaac no es ya tu risa.

Es su llanto y el tuyo. Vives asesinando.

Tú eras un Dios garante, cartesiano.
Dios, motor inmóvil de Aristóteles.
dios hegeliano, dialéctico
del idealismo objetivo.
Tú no salías del fuego
como el dios de Abraham, Isaac y Jacob.

Tú no eres padre de nadie: eras Uno
que castraba a los Otros o los metía
en su garganta de infierno como Saturno,
que devoraba a sus hijos.

Tú eras el dios del silencio eterno.
El dios que aterra y que, por tanto,
desde el siglo XVIII lo matamos llamándole
ilusión de cogebobos, neurosis obsesiva,
artificio metafísico.

Con el puñal cientificista
te matamos, nietzcheanamente dicho,
porque tú no eres bueno.

Dejaste de dar consejo sabio para acceder a lo real
Formaste mil prohibiciones y vaciaste
las convicciones sinceras de mi pueblo.

09-12-2003

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Caverna del mutatis mutandi

Yo dí el salto al abismo
cuando ví la luz que me invitaba
a dejar la caverna del mutatis mutandi.
Del salcocho de cerdos no quise mi alimento.
En rehalas de rebaños ovejunos,
dicté: soy soberano y con sinarcas
que desprecian a mis hijos
y les dan sus sobrantes,
no quiero mi banquete.
Innecesario exordio son
sus prolegómenos,
predicantes de miseria.

Yo dí el salto de fe
y mi alma era una risa,
la gloria de mi fruto
más amado, el vetarro vencido
en el deslinde, la gruta del deleite
por rutas de movimiento eterno.

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Bendición de los hijos

Yo soy un padre en fuga
y el titipuchal de críos me solaza.
Ni tolondro ni aturdido me organizo;
les doy lo suyo. Les ví nacer con gusto
y les juzgo y soy severamente dulce
cuando amo.

Les veo, les busco en la casa
de la madre que gritaba en los templos.
Con hembras del frenesí,
en plazas y bares, comulgué
y tuve críos. A una mozcorra
de materialismo atributivo,
yo dí una niña, nuestra amada.

Con santurronas, legalistas,
de lógica formal o moral judeo-cristiana,
me acosté en bandidaje;
pero ví el porvenir, yo ví
los hijos perfectos que ya no entran
a revolcarse en el limo
ni en desajustes de identidad
se dan cimientos; yo los bendigo
y les cuento el pasado
(la hora del Hacha
y la cima de Moriah)
con un poco de futuro.

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Las cavernas de la creencia
... the fallacy of the misplaced concretnss:
A. M. Whitehead

A las cavernas de la creencia,
de la abstracción, de lo no concreto,
el silencio ha llegado, cómplice
desde los pasadizos del Erebo,
ente apenas sin encarnar al hombre,
ente apenas que, en la bestialidad
de la Noche temible, sin reposo,
gato por liebre ofrece
al animal nocturno.

El silencio ha llegado, fecundo
de fealdad y descaro, sin intuición
de oportuna concreación,
sin fundamento en determinaciones
que sean su necesaria racionalización
y completa percepción sensible.

El silencio comienza
en el fermento de todo dinamismo;
diciendo al Ser eres Nada,
diciendo al hombre estás sin acaecer,
no eres potencia, no eres acto.

El silencio escinde y atropella
cuando avanza con su carruaje
tirado de dragones, fantasmas
de plenitudes de ser desactivadas
en taciturna inercia, el reposo
sin hombre, la existencia
sin acto de su esencia,
MACACOA.

09-12-1981

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Los verdugos

Tienen el sol de su parte
estos verdugos,
varones de la medianía.
En sus hornos, en pocas horas,
las armas se fabrican.

Fundaron el tiempo nuevo
que apresura las horas.
Domestican a perros todavía
y se mueven en carros
y, ad nutum, con multitud
de utensilios sobreabundan.

En este tiempo sin mitos
(¿saben ellos de estructuras eternas?)
tienen su tiempo histórico de muerte;
aún así, por sus nombres nuevos,
el varón que a-luz-sina
el fin de la guerra,
el dolor y el bandidaje,
los conoce y desprecia.

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El terror viene

Dio ese NO que viene
de las Tablas Divinas escritas
con la punta de la guasca
y la repulsa al casquete
y el rito anal del puto dionisíaco.

Un NO que no gana para sustos
el Lobo viene y morderá a corderillos.
El frigio Montano bien que insiste:
el Reino viene y su Terror en chinga,
el Señor de la Siega se apresura.

Entre los pobres de Haití
y el vudú quebranta-muertos,
un NO a punto caramelo
asalta a Tertuliano
y dice a Martínez Pascual,
judío y mentiroso, su adiós
y Port-au-Prince apesta demasiado
porque él es la pestilencia en bruto
y la ausencia de lamento
y de vela del temor honesto.

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Ni quien nos salve

Tampoco hay Diosa Madre
que nos salve, sino 7,000 años
de armas de bronce y utensilios
y 900 torres que delatan
la esclavitud en Uruk,
su Gran Muralla,
y el dolor que, con antepaga,
regresa antes que el sol
que ajora en cobro
de sus deudas
con documentos
de alcahuetería.

13-06-1990

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El Líctor desea a Lumia

Vamos a acomodarnos en la cama,
a echar un palo, sea el último recurso.
Hagámoslo sobre el lodo pegajoso.
Una lichera encima que nos cubra.
Escondámonos con los ojos cerrados.

El Líctor viene, el monstruo
lebrón que no perdona,
¿qué haremos, Lumia,
si este placer tan nuestro
él nos los quita, qué hará
con tu changa, putaza,
pues tu changa es mi maco?

Con sus fasces de muerte
exije tanto y tenemos tan poco,
este morir de vulva,
hambre brava de mojica,
mi rico hartazgo, tu crica.

En tus muslos de légamo
mis huesos escondía, temblando,
sacrificamos a las doncellas,
éramos cómplices, yo pedí
que muera una, no tú...
otra que no sea mía.

Cada vez que apareció Megilo,
el espartano, o Euristeo, quien avanzó
a destruirnos, fuimos homicidas
y tú, hoy maruga que no jalas,
malpagas y desprecias, te engrandeces.
Como gran ramera, posmoderna tusa.
Ayer tan santa zorra fuíste.

Obedecías, venías entonces
y me dabas la concha y lumiábamos,
escondidos y en penumbras
sobre el barro, no cobrabas.
Te entregabas hediondamente
entera, golosa y sabia.

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La zorra Lumia

Sepa el mundo sobre la Gran Ramera.
Me cagó la changa (y por eso son
mis versos, odio por la Fata,
maldición de mi Fatus).

La conocí junto a vándalos altivos,
entre humildes herejes del estrago,
acechada de mártires, espectros
de varón, malparida al fin
de la Edad Media.

Se aupó como una zorra-lumia
entre salvajes y fue lobuna.
Echó sus morros como dientes afilados.
Me buscó en la mejana
como hurguete que averigua lo escondido
y mala hostia que ensarmentó mi boca
y yo fui amargo, cada vez más amargo.

Ella me dolía como el mal beso
que traiciona; era la cama
un cúmulo de arena y el agua
no llegó a refrescar las costillas.
La marea no bendijo la playa.

Humo y paja la pasión, su esperanza.
Ya no había en el julepe, sino la bestia
con alforjas vacías y el cielo que nos dijo:
'Pues allá se las hayan'.

Ofrecí como colonia mi cuerpo
y proyectos locos y lógica afectiva;
no fue suficiente, todo se lo llevó
y pidió más la mercachifla,
lóbrega buhonera de caprichos,
síntesis magra de mi amada zorra
en el estero y la nueva lumia
del descaro.

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El placer con cifras exactas

El minuto oprime. Es tiempo.
Hoy su mensaje en papiro organiza
del cuerpo su mecida, su gozo
en la península; ahora se cobra,
noche y día, con cifras exactas.
En el luto predecible de las deudas
se paga de la perra el tiempo con sus pulgas
y aúlla entre herreros y cabreros
y reclamará las monedas y la paga.

2.

Un tic tac de la muerte
(que es vivirse en tinieblas
hasta en el orgaasmo)
la cobranza a tiempo reclama.
El tañido de la Ley de lo Alto viene,
del sol aerobio del espacio,
el dios banquero y relojero,
el Tesoro celeste que a todos
ha convertido en tributarios.

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La zorra originaria

Uno tiene la zorra originaria
a los huesos alojada como su madriguera.
Uno sabe que ese corazón cató prudencia
desde su fondo de batallas y lunas.
El hombre es bueno
como el árbol de higo;
la mujer como el pan, sabroso.
El deseo de aportar al almacén cooperativo
fundó el economato y leyes naturales
que el corazón entiende
a pesar del medio patógeno
y la muerte, con su ecología de tinieblas.

Unico paraíso: el manantial del movimiento,
la lluvia que desata la adaptación
al canto, al desafío, la esperanza
como mito de sobrevivencia.
La función permanente, la realidad,
el ser, transformar la madriguera.

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La relación pura

¿Pero dónde, mujer, serás tú más amada?
Me gustas, nulípara, y no quiero pagarte
porque en tí está escondido todo lo que quiero
primariamente mío, hormonalmente santo,
tus críos con su lenguaje puro
a menos que los vendas,
lo mismo que a tu cuerpo.

Te hallaré como el zorro
que no vende ni compra
su presa, la persigue.
Se cerciora si conservas o escindes
tu luz de fe y malicia,
tu fuego de amor e instinto,
tu pez ígneo de lealtad
en los montes sagrados de los días.

No vayas por fuego fatuo y por ventaja
a los ojos del salvaje, que él no paga;
él muerde, acosa, organiza,
desespera, se angustia
y en su mundo no existen las monedas
ni el fascinum ni escarnio;
no pagará las deudas no debidas
ni fundamentadas,
menos al nacón de las monedas.

Como el salvaje, satisfecho del rito
de pezuñas clavadas por astucia y por deseo,
soy el preguntante del te quiero.

13-04-1975

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Dueño de mi olfato

Ni la razón ni la intuición
pueden captar cabalmente el ser
de lo que se encuentra:

Martin Heidegger

Porque, en oscuros corrales de mentira
y, en guaridas del monte, mi rival
hizo ciudades y perjuró:
¡a la zorra, candilazo!
yo persisto con mi cabeza ancha
y con mi hocico agudo.
Soy un perro salvaje,
aún dueño de mi olfato.

Los entes manifiestos vienen-ante mis ojos
y yo no los persigo; pero a las aves de corral,
con cluecas mañas de Bezug
e hipócritas ardides, referencialidades,
yo sí las cazo, voy por ellas, las espanto,
las muerdo y que se vayan, digo.
Su humo incomoda mis zorreras.

Habitan cerca de mí
y a su aroma nauseabundo
yo detesto.

Tengo las orejas empinadas:
¡soy todo oídos! y desnudo
me deslizo con sigiloso paso
y me sigue la cola
más larga que mis patas.
Largo y abundante, mi pelo y con él,
nazareo, nazco, crezco, muero,
¡pero ya son muchos
los zorros desollados!

¿Y qué será? que me duele por instinto.
¡Pues que no soy intuitivo, entre otras cosas!
¡Que con dolor y con angustia aprendo!
Y a la gruta del desfiladero llamo geografía
y serme-anticipado en mi avanzar, astucia,
mi gramática parda, lo aprendido...

12-01-1976

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La casa de las lujurias

Estás a tiempo aún, Amante mío.
El ciclo de penumbas perdura.
La caverna es esta casa
de la infiel lujuria.

Llámame perra y casa-vulva
del Asia proconsular de los tiranos.
Como tres y dos son cinco,
me cayó el chahuistle
y me cagó la changa.


Como botín, han tomado
mi cuerpo los árabes y turcos
y no acertan a dar conmigo
sus últimas boqueadas.
Me recuerdan las espinas
cada uno de ellos, menos tú;
yo, para tí, fui una rosa.

En las hebras de plata,
se derriten mis lunas
y, contra los años, tuyos-míos,
han surgido sinfín de satrapías
y sus nuevos relojes
y exorcismos.

Ellos han marcado mis pasos
de cadáveres, se inventaron
discursos de poder para ultrajarme.
En vehículos de ruedas
irrumpieron los romanos
y ya se han ido, me olvidaron.

Las cavernas también son
los lupanares, objetos sin memoria,
rincones de otros perros flacos,
pulgosos turbios, físico-perceptuales.

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Primera parte: Memorias de la caverna / Segunda Parte: Nos cayó la macacoa / Tercera Parte: Tránsito entre hienas / Cuarta parte: Consolaciones de Agar
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