Por Jorge Consuegra (Libros y Letras)
Agencia de Noticias Culturales
Gustavo Arango siempre veía en Cartagena de Indias cómo los vendedores pasaban voceando El Universal y desde esos años soñó con trabajar en el diario. No fue nada fácil, pero tampoco imposible, hasta que llegó el día y no desaprovechó la oportunidad de sentarse, antes frente a una vieja máquina de escribir y luego frente a la pantalla multicolor del computador. Y fue un hombrea realmente feliz pues aunque no fue allí, en esas nuevas instalaciones donde escribió Gabriel García Márquez, sí fue en el periódico en donde el Nobel dejó su impronta con sus mejores y coloridas columnas.
Gustavo escribió decenas de columnas, comentarios y extensas crónicas maravillosas no sólo en el periódico sino también en el Dominical. Y allí empezó a darle forma a sus novelas, hasta que se le presentó la opción de irse a EUA en donde es profesor asociado de literatura del Suny Oneonta.
Hace muy poco publicó El origen del mundo (Ediciones B) que se ha convertido en México en una de las novelas de mayor éxito en el país y que, por cierto, será presentada con bombos y platillos en la próxima Feria del Libro de Bogotá.
“Dialogamos” con Gustavo vía Internet para saber un poco más de su vida.
–-¿Sientes nostalgia de Colombia?
–-Tengo la suerte de mantener un contacto permanente con Colombia y de regresar una o dos veces cada año. Mantengo vivo el vínculo a través de la familia y los amigos, también con los artículos de opinión que sigo publicando en periódicos colombianos. Todo eso diluye la nostalgia pero no borra el sueño de volver a vivir en Colombia algún día.
–-¿De qué sientes nostalgia especialmente?
–-De la sopa de mondongo que prepara mi madre, del mar de Cartagena y sus atardeceres, de la calidez de la gente y su alegría.
–-¿Cómo fue tu paso por El Universal?
–-Viví en Cartagena casi diez años y mi paso por El Universal fue decisivo en muchos sentidos. Desde muy joven había soñado con trabajar en ese periódico porque quería seguir las huellas de García Márquez. Allí tuve oportunidades maravillosas. Cartagena es un lugar ideal para alguien con aspiraciones literarias, tiene las dimensiones perfectas para que un reportero pueda acceder a todos sus ámbitos. Fui el editor del suplemento Dominical y escribí extensas crónicas que no habría podido publicar en otro lado. También tuve la oportunidad de escribir un libro sobre los inicios de García Márquez, Un ramo de nomeolvides. Ese libro, que me gusta catalogar como novela de no ficción, no ha dejado de abrirme puertas y de ofrecerme oportunidades.
–-¿A qué colegas recuerdas con más cariño?
–-Con Gustavo Tatis compartimos muchas cosas. Trabajamos como equipo en muchos proyectos y juntos recibimos el Premio Simón Bolívar de Periodismo en 1992. También tuve el privilegio de trabajar al lado de Alberto Salcedo Ramos y Germán Mendoza Diago. La lista es mucho más larga. Sigo pensando en El Universal como mi casa periodística.
–-¿Por qué decidiste irte a EUA?
–-Gracias al apoyo de Tomás Eloy Martínez y su esposa Susana Rotker, recibí una beca para hacer un doctorado en literatura en la Universidad de Rutgers, en New Jersey. Luego decidí quedarme. Desde hace siete años soy profesor de la Universidad del Estado de Nueva York, en Oneonta, y creo que el contacto con otras culturas y otra lengua ha enriquecido mi obra periodística y literaria.
–-¿Desde siempre con la literatura?
–-Parafraseando a Onetti, escribir es mi vicio. Publiqué mi primer libro de cuentos a los dieciocho años. Desde entonces no he parado, sin preocuparme demasiado por publicar en las grandes editoriales. Creo que la mitad de mis libros los he publicado por cuenta propia. Siempre estoy trabajando en varios proyectos al mismo tiempo. A veces digo en broma que me gustaría emular a Verne o a Chesterton, que escribieron cada uno más de setenta libros, pero con treinta o cuarenta me daré por bien servido.
–-¿Cómo ves la literatura latinoamericana hoy?
–-Confieso que leo muy poca literatura contemporánea, porque me encuentro con mis propios fantasmas, mis propios retos estilísticos, y eso me produce un efecto paralizante. Prefiero las lecturas recónditas, esas que al regresar arrojan nuevas luces sobre nuestro propio tiempo.
–-¿Cómo ves la mexicana frente a la colombiana?
–-Para mí ha sido una satisfacción inmensa recibir el Premio Bicentenario de Novela en México. México es un país con una tradición literaria enorme. Sor Juana, Rulfo, Paz, Reyes y Fuentes son autores que he querido mucho. Tengo la impresión de que en México, como en Colombia, la violencia como espectáculo se ha vuelto un tema casi obsesivo. Por suerte, tanto allá como en Colombia hay escritores que exploran otras dimensiones de la vida. Creo que el premio es un reconocimiento a esas otras perspectivas.
–-¿Cuál es el tema de tu libro que tantos han leído en México?
–-El origen del mundo narra la historia de Magnífico Delgado, un profesor de español exiliado en el País del Sueño. La historia tiene como marco un curso de escritura creativa en el que Delgado tiene nueve alumnas. Es una novela que puede leerse en varios niveles. Habla de la fascinación que el personaje siente por las mujeres, de su pasión por la creación escrita, de la presencia cada vez más visible del español en EUA. Es sus dimensiones más profundas, la novela es un homenaje a poetas místicos como San Juan de la Cruz y a la escritura como experiencia a la vez religiosa y erótica. En cierto modo es, también, un manual de escritura creativa. La había venido escribiendo desde hacía diez años. En el 2007 quedó finalista del Premio Herralde, pero sentía que le faltaba. Luego de escribir otras versiones la envié el año pasado al premio de novela convocado por Ediciones B de México. Salió del cajón del escritorio y ahora tiene la oportunidad de llegarles a muchos lectores.
–-¿Te ha sorprendido el éxito de tu novela?
–-Más que sorprenderme me ha asustado. Se trata de una novela muy personal, revela facetas del personaje que rara vez se exponen. De manera que verla de pronto en manos de la gente deja una sensación de desnudez. Ya varias veces me he visto explicando que no soy el personaje. Eso a veces incomoda, pero también es divertido.
–-¿Cómo crees que la reciban tus compatriotas?
–-Pienso que, una vez superado el prejuicio que puede haber con la aparente simplicidad de la trama, los lectores colombianos podrán entablar con la novela un diálogo muy fructífero. Siento que es un libro para leer despacio, degustándolo. Confío en que un buen número de lectores encontrará en esta historia una mirada fresca a esa mezcla de dolor y de ilusiones que somos cada uno de nosotros.
–-¿Es una novela para todo tipo de lectores?
–-Creo que sí. Hasta los lectores que prefieren las distracciones agradecen de vez en cuando que un libro los invite a pensar su propia vida como si fuera una novela. Creo que El origen del mundo tiene algo para decirle a todo aquel que ha sido alumno o maestro (en especial si ha sentido amor platónico en un salón de clase), a todo aquel que haya pensado alguna vez en las complejidades del deseo, también a los que aprecian la lectura y la escritura, esas dos caras del lenguaje tan cargadas de magia.
–-¿Tienes otra novela en salmuera?
–-Tengo ya terminada otra novela sobre Magnífico Delgado. Ahora mismo ando entusiasmado escribiendo sobre mi experiencia como periodista en Cartagena. Pero por lo pronto quiero tomarme un tiempo antes de publicar cosas nuevas. Espero que El origen del mundo despierte el interés de los lectores por otras novelas mías que apenas han salido en ediciones limitadas.
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