Wednesday, March 16, 2011

En reduerdo de Dora Fornacciari


Por Silvia Long-Ohni / poeta argentina

Conocí a Dora Fornaciari en 1969 o 70, no recuerdo, de una manera inesperada. Me encontraba en casa de Syria Poletti conversando de algunas cosas cuando sonó el timbre. Syria no esperaba a nadie y se extrañó. Era Dora, que había viajado inesperadamente desde Bariloche, en donde vivía porese entonces. Mujer joven, alta, bien alta, delgada, delgadísima, corte de pelo a lo varón, traje de varón, camisa blanca y unos ojos oscuros, filosos como agujas. Pocas palabras.

Me escrutaba como buscando un signo. Había en ella algo contenido, muy contenido. En apariencia, un absoluto estatismo, pero era como que se sentía crujir los leños de una hoguera por dentro. No, nunca la entendí. Tampoco entendí su poesía, es cierto. Se hizo la hora de cenar y nos fuimos a un boliche de malas pulgas cerca de Rincón e Independencia a comer pizza. Se sentó a mi lado, frente a Syria y no me sacaba la mirada. Yo llevaba una carpetita con algunos papeles. Me la pidió y se puso a leer. Eran los originales del Antifonario del Grial, que nunca publiqué. Parecía interesada, ensimismada. Nada dije. Me devolvió la carpeta sin musitar palabra. Pero de reojo yo la había visto anotar algo.
Ya en casa, muy tarde, revisé los papeles. Me intrigaba. Sólo encontré escritas las siguientes palabras: Incidente con un ángel ... Y parecían las huellas de las patitas de una araña sobre el papel.

Nos vimos algunas veces más, siempre por casualidad. Nunca quise preguntar acerca de esa frase escrita. Luego se perdió durante un tiempo y me enteré por Syria que estaba muy enferma, que tenía cáncer. Algún tiempo después supe de su muerte en Bariloche.

Hoy, revisando diarios viejos, viejísimos, encuentro este poema suyo que editó el diario Tiempo Argentino en febrero de 1986, es decir, hace 24 años.

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EL DIA DE LA IRA
Vuestra memoria será esparcida
y disipada como ceniza
. Job
Soplará la muralla el aire
y como polvo brillará en el tiempo
el día de la ira.
Desde lejos,
donde los frutos arrastrados por la fuerza
de los vientos disipan y esparcen las lisonjas,
queman mansas flautas y delicadas estaciones.
Todas las flechas del arco luminoso y terrible,
Los pasos huidos, el tormento - la extensión cruel y exacta-,
resistirán el enojo contra ellos, los ojos lentos.
La tierra gozosa y seca ahuyentó el bronce antiguo y la abundancia
y en los cánticos ocultos el poder de la nada
maravilla a los vencidos.
(Quizá la indignación, celebrada para arrojar la palabra
incendiaba el regocijo,
y el resplandeciente vigor y el reino de la violencia
de las aguas fueron olvidados)
Hay en el corazón del pez y las nubes
y la visión de la alabanza y su castigo.


Dora Fornacciari
En: Con uno, ese demonio (1963)

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