Sunday, October 26, 2008

Necesaria contestación a Mayra Santos Febles


Por ROBERTO RAMOS-PEREA / Dramaturgo Puertorriqueño


Aún no me recobro del impacto a mi inteligencia que propone la escritora Mayra Santos Febles en su artículo Puerto Rico o la no identidad que salió publicado en el Nuevo día del domingo 26 de octubre de 2008. No he podido leer su ponencia inaugural ante la conferencia que cita, pero me imagino que por su caracter novedoso saldrá publicada en alguna página de internet o en algún medio posmoderno universitario donde estas especies, que creíamos extintas, han encontrado un buen habitat.

Por lo pronto me limito a comentar los asertos de su columna. El primero de ellos impacta a sangre fría: «Somos un país que siempre ha vivido sintiendo nuestra identidad amenazada. Nuestra relación (colonial) con los Estados Unidos, los programas de asimilación y nuestra historia migratoria nos han configurado de esta manera. Durante todo el siglo XX, estuvimos insistiendo en que existía una cultura que se llamaba "puertorriqueña". Cientos de ensayistas, antropólogos, folcloristas, lingüistas, literatos, pintores, historiadores, músicos y periodistas se dieron a la tarea de rescatar monumentos, levantar archivos históricos, publicar y promover esa cultura. Aún estamos en eso».

Si esto es información, es tan correcta como superficial. De buena duda nos saca la colega cuando advierte que nuestra identidad está amenazada, pero ciertamente lo hace para que percibamos de ella que es un asunto que no debe importarnos mucho, porque "estamos en eso" y la solución es "levantar archivos y publicar". Pero lo más complejo es el matiz de la frase que dice "estuvimos insistiendo en que existia una..." Yo quisiera saber si no fue de esta misma forma que se construyeron las identidades a las que ella pide que nos asociemos y que conozcamos. ¿Qué identidad cultural de qué nación de la tierra no se construyó precisamente sobre las bases de una amenaza a su desaparición y consecuentemente no insistió o no insiste en ella?

Presenta esta laureada escritora una verdad de perogrullo, que es la quintaesencia del sentir humano, pero su matiz lleva ese tonito de "gran error" nuestro, ese de construir una identidad para separarnos del que amenaza con destruirnos. Un poco más de esto y en poco podemos decir que como buenos posmodernos iupi-riopedrenses -victimas de la moda como una modelo de pasarela- que en el todo vale, vale también que nos echemos la culpa por haber invitado a los imperios a invadirnos y destruir lo que construimos para poder llamarnos nosotros. Y preparo mi cinismo inevitable: Perdónesenos el insistir en una identidad, es que solo queríamos sobrevivir tras 500 años de coloniaje, ya sé... que a la larga lo que importa es que nos asimilemos para construir un nosotros, pero... preferimos ir por el otro camino, ser yo, dejando de ser ustedes. Disculpen. Es la posmodernidad.

Continúa la elucubración de la colega...
Pero dicha tarea también nos ha cerrado el cerco. Pocas veces logramos crear diálogos y entablar relaciones de colaboración con otros países del resto del mundo.

Yo quisiera saber dónde es la oficina donde hay que ir a informar y depositar las relaciones y diálogos internacionales, para poder paliar ese pocas veces. Abrir una cuenta de relaciones internacionales para demostrarle a esta colega que sus percepciones son bastantes subjetivas. Porque según lo ha demostrado ya la historia muchas veces, los escritores puertorriqueños han construido con su obra amplísimos puentes de comunicación entre otros escritores del mundo. En el caso del teatro, las muchísimas y sólidas relaciones con dramaturgos de TODAS partes del mundo, han existido desde siempre, desde el mismo siglo XIX cuando nuestros dramaturgos Tapia y Salvador Brau eran representados en teatros en Cuba, en México, y luego generaciones después, Marqués y Arriví se representaron en España, Venezuela, Buenos Aires, y no hubo generación más representada en el exterior que la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña, en la que incluso más de media docena de sus miembros han sido merecedores de premios internacionales. Muchísimos han sido publicados, leídos y estudiados en centros teatrales y universidades a lo largo del todo el planeta.

El colega José Luis Ramos Escobar ha sido representado tan lejos como en Australia, y este que escribe ha sido representado con tres obras suyas en Japón, por sólo mencionar sitios lejanos. Y en el campo de la poesía, los intensos lazos estrechos de grupos poéticos como Guajana, novelistas y críticos nacionales que publican, disertan y son estudiados en cientos de congresos a lo largo del mundo... así como las relaciones de amistad y colaboración que esas asociaciones provocan, si eso no es dialogo, si eso no representa y construye colaboración, ¿cual es el requisito que Santos Febles impone para que esto se logre? ¿No será que el aislamiento del que ella habla se refiere al de su obra y proyecta sobre la identidad puertorriqueña, su carencia personal?

«Nuestros aliados perennes -Cuba y Venezuela- lo son porque han insistido en la existencia de esa cultura nuestra. Ahora (con Chávez y Raúl Castro como cabezas de Estado) habría que revisar y definitivamente agrandar nuestra lista de aliados. No tenemos casi ninguno más. Sin consulados y sin diálogo internacional, y enfrascados como estamos en esta contienda nuestra de defender "nuestra identidad puertorriqueña», Puerto Rico está más aislado que nunca.

Definitivamente la mezquindad y la ingratitud son vicios posmodernos. Se olvida en esa lista a las miles de veces que organismos internacionales de cultura han sacado la cara por nosotros, se olvida esta lista de países como la actual España, el actual México, la hermana República Dominicana, entre tantos otros... Cuba y Venezuela han sido aliados perennes en situaciones políticas, que ciertamente definen identidad, pero que haya gobierno de países que no nos hayan mostrado solidaridad ante el asesinato del compañero Ojeda, no quiere decir que no nos apoyen en nuestra lucha anticolonial. Ciertamente grupos políticos y culturales de muchísimos países -inlcuyendo de forma mayoritaria a grupos culturales y políticos de los Estados Unidos- sintieron ese asesinato tanto como nosotros. Lo que no entiendo es por qué Santos Febles quiere que los gobiernos de los países muestren solidaridad con nuestra identidad, si ni siquiera el nuestro, ni los que hemos tenido, se han preocupado por ella nunca? ¿Soy tan ingenuo de pensar que Santos Febles todavía piensa que son los gobiernos los que representan a los paises?

Entonces la laureada escritora sentencia... «tenemos que negar la importancia absoluta de esta identidad. Dejar de sólo hablar de nosotros. Creo que también debemos insistir en nuestra responsabilidad frente a Latinoamérica y el Caribe. No pedir que nos conozcan, seguir ocupándonos de conocer a los demás, dialogar con los demás, insertarnos en sus diálogos».

Es esta la aseveración más problemática de su escrito. Negar algo de manera absoluta es anular, hacerlo desaparecer, disolverlo. Lo que pide Santos Febles es negar que la identidad es importante, es decir, disolver la importancia de la identidad. En sus frases hay sin embargo una mediación del absolutismo que ella misma propone. Algo más o menos como «tenemos que hacerla desaparecer, pero no tanto». En la identidad, mal que le pese a la colega, no hay grises, se es o no se es, no se es a mitad, o casi soy o casi no soy.

«Insistir en nuestra responsabilidad frente a Latinoamérica y el Caribe". Pienso que la señora Febles debe repasarar sus lecciones de historia. Esa responsabilidad siempre ha sido ejercida desde el siglo 19, por inmensos puertorriqueños que dieron su vida en las trincheras de la identidad y la libertad de otras tierras... Pachin Marín, Juan Rius Rivera, Antonio Valero y Bernabé, Hostos, Betances, Segundo, el propio Filiberto Ojeda... y lo mismo por combatientes extranjeros aquí. En el plano cultural, muchísimos escritores han lanzado sólidos puentes de unión de nuestra identidad con otros países, de la misma forma que esos países lo han hecho con nosotros.

Yo no creo que haya que insertarse en los diálogos nacionales de otros países. Eso y ser entrometido es lo mismo. Lindo nos veremos discutiendo con los argentinos sus problemas económicos, o con los haitianos sus problemas con los dominicanos, o con los cubanos sus problemas con los gringos. ¿No tenemos nosotros suficientes problemas con ellos? ¿Que los diálogos son necesarios y pertinentes, sobretodo si se trata de problemas comunes? Ciertamente, pero no necesito que Santos Febles me lo diga para reconocer que tales diálogos enriquecedores, no podrían darse sino van con ellos una identidad sólidamente cimentada en su literatura, en su política, en sus artes y en su cultura ¡que justifique y valide esa discusión común!

¿Podemos decir que eso es así? ¿Andamos viendo las riquezas de la buena comunicación, cuando apenas podemos balbucear? Negar la identidad nacional es un vulgar balbuceo posmoderno. Yo pensaba que los posmodernos que todo lo niegan y que nada proponen a cambio, ya habían sido suficientemente vapuleados por ese genial folleto que escribió Luis Fernando Coss, La Nación en la orilla. Ciertamente Santos Febles siente mucha nostalgia por su ser globalizado, ese ser que es impedido de fluir por culpa de su identidad puertorriqueña.
«cuando uno es de su país, es de los países todos» nos recuerda esa montaña que fue Unamuno.

«Las nuevas generaciones boricuas estamos pidiendo algo más que una identidad. Creo que ha llegado el tiempo de un cambio de paradigmas». Y con esta destemplada apropiación de la voz de las nuevas generaciones boricuas, Santos Febles cierra su provocación, que ciertamente insulta nuestro sentido común y nos obliga a tomar la espada. Frase esta última que me recuerda a los viejos románticos -vejados injustamente por el realismo y luego por la posmodernidad- pero que gracias a ellos, la identidad encontró millones de corazones para defenderla.

La identidad, como fuente vital del pensamiento romántico valdría la pena oponerla hoy al posmodernismo irresponsable y descomprometido de muchos de estos escritores que se escudan tras lo novedoso de un lenguaje que solo ellos entienden, de una negación de los grandes relatos que dieron savia y vida a una nación, pero que a cambio de ellos nada produjeron para la nación en que nacieron. Ni siquiera su obra literaria, hija más de las carencias que de la necesidad de trascendecia.

Cuando hace unos años, la colega Santos Febres nos pidó... digo mejor, nos rogó... por internet que comprasemos su libro para que el editor sintiera que se justificaba la inversión que había hecho en él, nos mostró un síntoma muy claro de una enfermedad que hoy hemos confirmado con esta columna.

Tras largos años frente al papel en blanco, o frente al escenario, uno aprende algo que es fundamental, un sentido de responsabilidad amplio, comprometido, entregado a lo que se cree. Una defensa a ultranza de algo que da sentido y dirección, algo que no se divierte con la incertidumbre de los tiempos globalizados. Uno entiende que el acto creativo prolonga algo... que es un privilegio eso de poder pensar y discurrir y discutir ideas que construyen caminos, ideas y frases que afianzan cosas, que aseguran sentimientos y emociones que a la larga son eternas...

Ciertamente hay escritores que se divierten, que buscan reconocimiento con ideas novedosas que destruyen lo que otros muchos han construido a sangre y fuego por el solo placer de hacerlo. Estupendo que suceda si en ello hay una propuesta del necesario y vital cambio que sostiene la civilización. Pero aseguremonos que estas ideas, como cantos de sirena, no sean parte de una moda banal, de un ánimo efímero y trivial que se cocina en los pasillos universitarios donde es más importente verse como escritor que ser un escritor.

Sustancia. No es mucho pedir.
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Colaboraciones de Carlos López Dzur / Blogspot / Poética / Web Bloggers Directory

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