Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño
Estos personajes tienen bien ganado un gran espacio en mi mente. Me inquietan y perturban. No lo puedo tapar, ocupan la posición número uno en mi lista negra. Su hipocresía me revienta los oídos. Son tercos, mentirosos y le faltan el respeto a la propia palabra sagrada que dicen rige sus vidas. Pero si hacemos un análisis de sus vidas –todo lo que hablan y hacen- nos damos cuenta que esas ejecutorias no encajan con lo que dice el libro que cargan bajo sus axilas. Ese mal es muy viejo entre estos señores amigos de Dios. Durante su misión terrenal Jesucristo los trató duramente, pues vio en ellos su gran hipocresía, su maldad llagosa y su falta de respeto para su Padre. Su devoción eran la política, los negocios y una religiosidad agudamente inhumana. Jesucristo los condenó y los despreció públicamente.
Son como la yerba mala, están en todas partes y crecen en todo lugar. Se creen grano, pero no son otra cosa que paja. Esa simiente sigue fructificándose en todas las latitudes y pueblos del globo terráqueo. Recordemos, cantidad y calidad son dos cosas fuertemente opuestas. Jesús solo convenció a una minoría de su propio pueblo. Los únicos culpables de esa situación fueron los grandes líderes religiosos de aquella época. Eran los doctores de la ley. Esos fueron los que lo pusieron en aprietos hasta que lo llevaron al calvario. La gran promesa de la resurrección, me parece a mi, no cobijará a esos líderes religiosos. Hoy vivimos un cuadro muy parecido.
En nuestra pequeña geografía puertorriqueña estos falsos profetas se han atornillado muy bien. Se han confabulado con los poderes políticos para alcanzar posiciones de poder en nuestra sociedad. En ese sentido han hecho un trabajo excelente. Corren por la libre. Nadie les pide cuentas. Como peces en el agua, se desplazan libremente en todas direcciones. Y presentan su hocico en todo tema y problema que surje en nuestro Puerto Rico. Y lo peor de todo, todos mantienen un código de silencio. Entre ellos no hay críticas ni denuncias. Se tapan muy bien sus acciones vergonzosas. Como los tres monitos: no veo, no oigo, no hablo. En silencio sepulcral guardan sus trapos sucios. Nada admiten. Todo lo perdonan.
Bueno, ya es tiempo de que nos ocupemos del líder religioso del día. Su nombre es Aníbal Heredia Burgos. Este hombre de Dios quedó bien atornillado en La Fortaleza. Con la victoria de Luis Fortuño este predicador salió muy bien afortunado. Por orden ejecutiva se le creó una oficina y se le asignó un salario de $122,304.00. Y como bono de apreciación a su señora también se le nombró en otra oficina. Bendición doble como caída del cielo. La encomienda del pastor Heredia es mantener relaciones con las organizaciones de base de fe. Este tipo de programa comenzó en Estados Unidos, y fue el presidente George W. Bush quien dio comienzo a esta nueva manera de entrelazar el Estado con la Iglesia. Y Luis Fortuño, como buen discípulo de aquel, también le está haciendo el juego a esos impostores religiosos. Eso es parte de los frutos obtenidos a través de esa forma de mezclar tarima y púlpito, de ligar tierra y cielo. En ese bache espiritual estamos atascados. Ambas partes se buscan, se necesitan y se lamen. Una parte consigue los votos, la otra pone el dinero. Dinero del pueblo que muy bien pudiera ser asignado a otros profesionales –sociólogos, sicólogos y siquiatras- para que se envuelvan en esos menesteres sociales. Un profesor de historia y sociología de la religión ha catalogado a esa oficina como la procuradoría del chanchullo religioso. Luego, vemos a todos esos líderes religiosos hablando de valores, virtudes y vicios.
¿Cómo puede ser que estos líderes religiosos sean tan vanos de principios y ética si dicen que están llenos del Espíritu Santo? La hipocresía y la mentira y la avaricia y la fama y la riqueza es la oscuridad tenebrosa en que viven esos hombres y mujeres que dicen representar a Dios en la Tierra. ¿Y por qué tienen una fanaticada tan grande? Porque esa feligresía cree en todas las mentiras que esos líderes tejen día y noche. No hay gran diferencia entre aquellos días de Jesucristo sobre la Tierra, y los días presentes de estos evangelizadores. Con suma facilidad ven la paja en el ojo ajeno, pero no las espinas en los propios ojos de ellos. De estos mercaderes de la palabra hay que alejarse en carrera veloz, como hizo José, según relato del Génesis.
La verdad es que la pirotecnia religiosa que nos moja nos llena los ojos y los oídos, pero espiritualmente hablando su pólvora está dañada por el agua. Siendo sus resultados huecos y denigrantes.
Ya lo dijo el propio Jesucristo: «Este pueblo me tiene en sus labios, más no en su corazón». Seguimos en el juego de la ruleta y apostando al mismo número. Así se baila la danza de Salomé, aquella que pidió la cabeza del primo de Jesús, Juan el Bautista. Bonita coreografía.
Caguas, Puerto Rico
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