Friday, October 30, 2009

Juan Goytisolo: Su evaluación del Mundo Arabe

(El gran novelista y ensayista español, norte ético de nuestra abyecta contemporaneidad, rechazó en julio pasado con las siguientes y profundas palabras el Premio Internacional de Literatura dotado con la suma de 150.000 euros.)

Soy en efecto uno de los raros novelistas europeos interesados por la cultura arabomusulmana -un interés que extiendo al ámbito turco e iranio- y he defendido en la medida de mis medios tanto la causa palestina de acuerdo a las resoluciones de Naciones Unidas, como la lucha por la democracia y la libertad de los pueblos árabes cruelmente privados de ellas.

Esto me ha valido muchas enemistades y ataques por los occidentalistas a ultranza, que niegan contra toda evidencia demostrable el importante componente árabe (y judío) de la lengua y la cultura hispanas.

Mi modesto conocimiento del árabe dialectal de Marruecos -ni mejor ni peor, pienso, que el del Arcipreste de Hita- me ha procurado una perspectiva preciosa para captar nuestra singular identidad, compleja y mutante como lo son todas las identidades culturales y humanas abiertas y ricas.

Pero... Pues hay un pero. La dotación económica del premio -los 150.000 euros- procede de la Yamahiriya Libia Popular Democrática, creada en 1969 por el golpe militar de Gaddafi. Tras un breve debate interior entre aceptar el galardón o rehusarlo, por razones a la vez políticas y éticas, me decidí por la segunda opción. El brutal desequilibrio existente entre Europa y los países árabes no responde únicamente a razones de índole religiosa sino a causas sociales, políticas y culturales que debemos analizar cuidadosamente.

No carguemos todas las culpas sobre nuestros hombros. Las suyas son tan graves como las nuestras. La corrupción de las élites gobernantes, las dictaduras que se perpetúan en el poder, la farsa electoral que se repite en la casi totalidad de los Estados de la Liga Árabe, no valen de muralla para impedir la expansión del islamismo: al revés, lo fomentan y lo convierten en alternativa viable.

La democracia, asociada por muchos a los suculentos negocios de los países de Occidente con las petromonarquías del Golfo y a los magnates y emires que exhiben indecentemente su riqueza en Casablanca, El Cairo, Beirut o Marbella ha perdido la fuerza imantadora de antaño para las masas pobres y analfabetas, a las que se cierra también en la espita de la inmigración.

Como escribí al doctor Salah Fadl, «le ruego que comprenda los motivos que me aconsejan tomar esta resolución. No soy incondicional de ninguna causa y precisamente por respeto a los pueblos árabes y a su admirable cultura, he criticado siempre que he podido a las teocracias y dinastías republicanas que los gobiernan y mantienen en la pobreza y la ignorancia. El espectáculo de vacuidad e impotencia que ofrecieron durante la salvaje invasión israelí en Gaza me indignó, como indignó a toda persona decente. La dificultad de acceder al estatus de ciudadano es la causa principal de su frustración y de su refugio en una versión extremista del credo religioso. En conclusión: la coherencia conmigo mismo pesa más fuerte que todas las consideraciones de agradecimiento y afecto a personas de tanta integridad como la suya y la de los demás miembros del jurado».

Escribí este correo de un tirón y me sentí liberado al punto de un peso agobiante. Nunca he corrido tras los premios y si los he aceptado ha sido por cortesía hacia quienes me los concedieron. En este caso concreto era del todo imposible.

Añadiré por fin que tanto Ibrahim El Kuni como el doctor Salah Fadl han comprendido mis razones y me han reiterado su valiosa estima y amistad.

Juan Goytisolo, autor de Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián, Juan sin Tierra, Makbara, Paisajes para después de la batalla, Las virtudes del pájaro solitario y Telón de boca, pasa a ser uno de los escasos artistas, que fiel a sus convicciones, opta por impugnar un importante galardón, tal como lo hiciera Jean-Paul Sartre con el Nobel de Literatura y el portugués Herberto Helder con las preseas más destellantes de la lengua portuguesa. Esta controvertida negativa tiene un valor adicional cuando se recuerda que padecemos una época falaz que privilegia más los premios que las obras, un tiempo en el que una buena cantidad de escritores se prosterna ante el ridículo espejismo de la fama.

(Tomado de Con-fabulación Periódico Virtual).

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