Friday, October 16, 2009

Nobel, un concurso con premio… a veces sorpresa



Por Gabriel Impaglione / Escritor argentino

Con las últimas noticias desde la cima del mundo uno no puede sino acodarse en la mesa y cerrar los ojos para obligar a las palabras a mezclarse con las sustancias más productivas de la reflexión, esa maquinaria cuasi perfecta que todos llevamos incorporada, algunos en el centro de la razón, otros en las orillas de la inconsciencia.

¿Qué puede importar en un pueblito remoto de Sudamérica o el África el anuncio del otorgamiento, por ejemplo, de un premio Nobel?

Como sucede a menudo los científicos elegidos por la Academia Sueca para semejante distinción son anónimos, hacen cosas prácticamente desconocidas y no suelen aparecer en los medios de comunicación.

Se los descubre en algún lugar en el mundo gracias a esta distinción, incluso se sabe finalmente que las actividades científicas no son una tira de historieta.

Quien más quien menos, una vez en la vida ha tenido contacto o pasado cerca de un científico, un producto de la ciencia le ha salvado o mejorado la vida, alguna Universidad pública queda en el trayecto cotidiano hacia el trabajo.

Pero nunca se expresa como modelo para una sociedad que ha sido formada para exhibir con orgullo otro tipo de modelos.

Quiero decir: las sociedades (de consumo) inspiran sus aspiraciones en futbolistas, modelos, actrices y actores del “jolivud”, otras especies creadas por la maquinaria idiotizante de la tv, en este renglón puede hacerse una extensa lista de prostitutas, cachafaces, amigos y amigas del poder, correveidiles y otros residuos a sueldo.

No puede imaginarse un grupo de Investigación Científica arribando a un aeropuerto en medio de una multitudinaria ovación embanderada.

La sociedad occidental gracias a las fórmulas del olimpo moderno tiene otras motivaciones, diversas, por cierto. Y es el consumo su filosofía y lo superficial su código.

Pero debajo de tanta capa de lentejuelas suceden cosas, muy a pesar suyo: se amplían horizontes, crece la hierba y el grano, se inventa y se repara, construyen y planifican, se salvan vidas, nacen futuros hombres libres, la lucha no se detiene. Se piensa, respira el arte, el pensamiento evoluciona.

Además, mucho más abajo de los escritorios del Establishment, de los mostradores donde los periodistas y comunicadores del poder venden su mercadería, de los pizarrones donde los intelectuales del consumo diseñan fórmulas reveladoras del fin de la historia, etc., etc., late la dignidad como un corazón infinito.

El premio Nobel es un premio, no otra cosa que un premio. Y como tal, tan subjetivo y discutible que hasta no es necesario preocuparse demasiado por él. Un premio. Que expresa en su tiempo y su lugar, una visión de las cosas de este mundo.

Puede ser justo, injusto, inocuo, estimulante, en fin… un premio y quede allí.

Pero si para algo sirve es para producir, gracias a los medios del stablishment, esa cadena impresionante de intereses simbióticos, una importante difusión sobre el qué y el quien o quienes, lo que puede leerse como una inmensa actividad de marketing incluso. Que para estos efectos también funciona.

Sucede a menudo con los Nobel de Literatura, autores que pueden resultar conocidos a los iniciados y especialistas en el complejo mundo editorial mundial, pero que para el común de los mortales nada significa su nombre. Hay quienes corren a comprar su libro (que siempre se encuentra en todos lados semanas antes de la noticia del premio), quienes buscan en Google (los más) quienes van a la biblioteca (los menos)… pero todo allí. De ese Nobel de Literatura es posible que poco se haya hablado hasta entonces. Claro, ocupó mas espacio todo el tiempo la selección nacional de futbol, la polémica por las reiteradas estéticas de las escort de turno, el baile del caño o simplemente las preocupaciones de la burguesía a la hora de evaluar la inseguridad de las calles que llevan a los shoppings.

¿Qué decir de los Premio Nobel?

Un Premio, nada más que un premio. Sencillito. Guste o no. Aunque para ciertas gestas sea tan necesario porque también de premios se nutren de ciertas gestas.

Por ejemplo los premios al periodismo que otorgan empresas editoriales y fundaciones yankis y europeas cada año. Generalmente los periodistas vencedores trabajan para importantes grupos monopólicos y tienen una larga trayectoria en la lucha por la libertad de expresión con trabajos analíticos sobre países como Cuba, ahora Venezuela, y otros pueblos periféricos y ya convenientemente invadidos por la civilización o en vías de serlo.

Esto habla bien de las “gestas” pero también sirven para hacer efectivos ciertos pagos por los servicios prestados. Es así que algunos premios importantes se dan con el apoyo en efectivo de la CIA y otros organismos preocupados por la libertad en todo el mundo. (Que son tantos).

Pero, ¿el Nobel también funciona así?

No sé, no creo. Qué sé yo. El Nobel es un premio, nada más. Es simple.

Pero, ¿cómo entender, por ejemplo, el Nobel de la Paz?

Ah! Esto es otro cantar… tal vez. Porque hay gente que se lo ha merecido y gente que se lo merece pero no figura.

Nuestro Adolfo Pérez Esquivel, por ejemplo, es un luchador infatigable, con o sin premio. No es necesario hacerle una sola línea en defensa de su ética y compromiso. Es transparente. ¿Qué decir de Rigoberta Menchú? ¡Cuántas Rigoberta son necesarias todavía!

Por allí en Paraguay anda Martín Almada, Nobel Alternativo, víctima también de las hordas genocidas, se salvó de milagro (créase o no) y encima descubrió los archivos secretos del plan cóndor, esa cruzada homicida tejida por Washington para sus títeres del militarismo genocida del cono sur. Está trabajando a brazo partido para llevar la verdad a todas partes. Él es un Nobel de la Paz sin premio efectivo. Está premiado por la dignidad y la memoria.

El pueblo hondureño es un Nobel de la Paz sin premio. Resiste pacíficamente hace más de cien días un golpe de Estado furibundo de lo más reaccionario de su sociedad.

Las organizaciones de nuestros pueblos originarios son un Nobel de la Paz sin premio, resisten pacíficamente hace siglos la opresión, el secuestro, el asesinato, la tortura, la explotación, la barbarie de las oligarquías en nuestros países.

Los trabajadores que luchan por sus fuentes de producción son nuestros Nobel de la Paz sin premio. Su dignidad es un ejemplo. Son un modelo que bien podría reemplazar a los modelos del sistema.

Los médicos cubanos son un ejemplo de Nobel de la Paz sin premio. Semejante humanidad casa por casa, pueblo por pueblo en nombre del amor al semejante.

Pero, este Nobel de la Paz, efectivo y en efectivo (ustedes saben, son cientos de miles de dólares contantes y sonantes en juego) al flamante presidente de Estados Unidos… no sé… me suena a cosa caprichosa, a cinta azul de la popularidad en el producto, a oferta de supermercado.

Obama ha dicho en sus discursos de campaña que la disminución del arsenal nuclear, que el descenso de los niveles de contaminación, que las gestas invasoras por el mundo. Y otros tantos “que” (que están destruyendo el planeta)… pero una vez depositado por el poder yanki en el salón oval: todo lo contrario. Más soldados a Irak, a Afganistán, más apoyo a Israel para sus genocidios en Palestina, más presiones a Irán y a los países de la región, un golpe de Estado en Honduras, siete bases militares en Colombia, dos en Panamá, Guantánamo (en Cuba) más firme que nunca, el Bloqueo a Cuba redimensionado a tal punto que ni la Filarmónica de Nueva York han dejado viajar para dar un concierto. Campañas mediáticas feroces contra Venezuela y Ecuador tejiendo una trama perversa de contradicciones con el fin que los mismos países de la región confronten incluso militarmente entre ellos. El caso de los Cinco patriotas cubanos prisioneros en Estados Unidos, una vergüenza que mancha aún más esa democracia símbolo del establishment.

Ni hablar de la caída de la economía y el grotesco salvataje financiero por parte del Estado al sistema bancario privado. Cuando la intervención estatal pareciera solo resorte de acción de los socialismos antediluvianos. Mientras millones de personas caen en la desocupación y la miseria, sólo las burguesías son apoyadas por créditos, préstamos, subvenciones, facilidades varias, condonaciones de deudas, cheques al portador para seguir en el bingo financiero. La gente pobre, los hambrientos, los que luchan por una dignidad que a pesar de todo vive y se multiplica, esta lejos, fuera de tanta preocupación, de esos cuidados primorosos de los gobiernos tan serios y democráticos del mundo occidental. Porque finalmente si se habla de capitalismo y hacemos cuentas… las cuentas no cierran. Es verdad.

El consejo que da el FMI, o el Banco Mundial, por ejemplo, a los países en vías de desarrollo, son consejos de enemigo. Cada medida puesta sobre el escritorio del presidente de un país “emergente”, tomada del manual del buen inversor de estos organismos, crea un agujero por donde se cuela la peste de la tragedia.

Los consejos de los sabios del capitalismo han fundido las economías de nuestros países. Y también puso de rodillas la economía del Imperio. Entonces: de qué sabiduría estamos hablando?

Un mundo hecho para unos pocos es un buen negocio para esos pocos.

Un sistema feroz y perverso que no tiene en cuenta a la gente sino a la ganancia será motor de desgracias.

Pero estaba considerando eso del premio. El simple premio, que es un Nobel. Aunque su fama lo haya redimensionado en el imaginario colectivo. El Establishment tiene necesidad de una medalla que lo justifique. (¿?)

De todos los rubros (esto me parece muy mercantilista) el de la Paz es quizá el más sensible. Penetra en la conciencia social de otra forma. No es el de Economía o el de Química, qué sé yo… no es un Nobel de Literatura (que poco tiene que ver muchas veces con la Literatura y sí mucho más con otros planos: la lucha personal del autor por los Derechos Humanos, por la Paz, por los más débiles ante la injusticia del mismo sistema, en fin, por tantas cosas que el mismo stablishment genera. (Léase: el stablihment genera su Frankenstein, que luego premia- o desaparece-).

El Nobel de la Paz es casi una reivindicación que la gente acompaña, redoblando lucha, como si el premio fuera confirmación, clara demostración que es la Paz el sentido digno más importante de las sociedades, pues la paz significa trabajo, educación, vivienda, salud, cultura, justicia, desarrollo, además de no-misil- no:gesta-invasora. No-violencia.

Nada. Esto me parecía. Pero de lo que la gente puede pensar, a lo que el stablishment pueda hacer… bueno, ya se sabe… el abismo. Un Nobel así tan antipático, también desprestigia al Nobel. Un premio, como en todo concurso que se precie de ofrecer un premio serio, debe ser serio, debe estar suficientemente avalado. No se debería mezclar con otros intereses. Perdone, esto es pura fantasía. Pero vale decirlo. Nos escuchan los chicos y debemos educarlos con bases fuertes.

Decía: para Obama el Nobel de la Paz ha dado el mismo resultado que si lo hubiera recibido el Comandante en Jefe del Ejército sionista, por ejemplo. O el presidente colombiano Uribe, o el mismo Goriletti hondureño. Como si al asesino Videla le hubiesen dado el Nobel en 1976 para buscar de apaciguar los ánimos de las bestias en pleno golpe militar yanki-argentino y lograr un freno a la tortura y las desapariciones. No se puede creer, ¿verdad?

Muchos compañeros de nuestra patriaGrande - los leí, puedo decirlo- creen que el Nobel a Obama es un guiño del Establishment- a través de la Academia Sueca- para que haga pero con prudencia. Quiero decir: No tanto, un poquito… tres misiles de largo alcance desarmados aquí, menos soldados allá, solo uno o a lo sumo dos golpes de Estado por año en el patio trasero, no tantos como siempre…

Un amigo me decía: ¿será un premio estímulo? Capté su ironía. Tal vez sea así. Tal vez no.

Pero buscar de convencer a halcones y otros depravados de frenar sus “gestas asesinas” en el mundo con un premio como el Nobel, parece demasiado inocente y aventurado.

Darle poder a Obama con este reconocimiento para que tenga más armas para dominar el ala fundamentalista yanki, también. Tal vez parezca más fantasioso todavía. No asume en Estados Unidos un presidente que no comparta los cronogramas de dominación ya establecidos.

Es un premio, un simple premio de un concurso tan VIP, tan alejado de la gente, y ahora quizá todavía más lejano.

Pena por aquellos que con semejante cantidad de dinero han hecho, hacen y harán tantas cosas verdaderamente necesarias e importantes con la gente. Pero el dinero es lo de menos.

-Gabriel Impaglione es poeta, escritor y periodista.

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SS del Pepino: El pueblo en sombra / Lope de Aguirre y los paraísos perdidos / Cuaderno de amor a Haití / Memorias de la contracultura / Oscurantismo mediático / En desgracia eterna: Puerto Rico / El Libro de la Guerra / Indice: Heideggerianas

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