Por Arturo Cardona Mattei / Poeta y escritor puertorriqueño
No me canso de decirlo: vivimos en una era de oscuridad espiritual. Hay mucha falsedad en el mundo. La mentira lucha fuertemente por borrar todo aspecto de la verdad. La gente incauta, buscando prosperidad material, se convierte en victima de hombres y mujeres que no tienen la más mínima gota de pudor y vergüenza. Las falsas enseñanzas, en el campo religioso, prometen una vida de dicha y prosperidad a una humanidad que vive angustiada por tantos problemas. Todos tenemos la inclinación y el deseo de poseer todas aquellas riquezas materiales que el mundo nos ofrece. Para no ser un tonto más hay que conocer bien la palabra de Dios.
Los falsos profetas pululan por doquier. Hombres y mujeres se adueñan de los púlpitos para venderle a su feligresía una prosperidad inagotable. Estos lobos disfrazados de corderos son muy persuasivos. Y la mansa feligresía, carente de conocimientos bíblicos, se traga el anzuelo. Las mansas e ignorantes ovejas se cuentan por millones alrededor del planeta. Muchos han perdido parte de sus posesiones por el hecho de haber puesto toda su confianza en estos malandrines de púlpito. En opulencia desvergonzada viven muchos de esos líderes religiosos que piden y piden y nunca se sacian. En el dios dinero ponen todas sus apuestas y juran y perjuran que es el Dios de los cielos que ha puesto en sus manos la felicidad que su feligresía busca con tanto ahínco.
La llamada teología de las prosperidad está bien afincada entre las iglesias de la cristiandad. Como siempre, recurren a la Biblia para probar su punto de vista. Hablan de una prosperidad que solo se consigue a través de un diezmo y de comprar todo material impreso que se tenga para la venta. Todo un imperio económico ha sido posible apegándose a buenas campañas publicitarias. También apelando a la emotividad que se obtiene con los llamados milagros. Es increible cómo la gente depositas tanto dinero en manos de estos lobos rapaces. Para completar el círculo, tenemos a los famosos cantantes cristianos que tanta gente atraen. Ellos se autoproclaman defensores de la palabra de Dios y se llaman así mismos mensajeros del cielo. Se creen voceros del Señor aquí en la Tierra. Eso sí, cuando han programado un concierto, pero que el mismo no ha sido vendido a capacidad, entonces suspenden el mismo. La palabra sagrada se detiene, pues esos muñecos cristianos no cristianizan a menos que las ventas sean un éxito. Así de cruel es esa jauría de imberbes cristianos. Ninguno se entrega al Señor viviendo con votos de pobreza. No, Dios no quiere hijos pobres, parecen decir.
Desde los púlpitos de esa enfermiza cristiandad se oyen mensajes que solo apuntan hacia un mismo norte: la prosperidad material. Finanzas abultadas, una buena casa, un buen automovil y buenas vacaciones para toda la familia. Así interpretan la Biblia estos canallas llamados guías espirituales. Solemos escuchar anuncios que apelan muy bien a nuestras ansias egoístas. Algunos de esos mensajes dicen: «Amanece un nuevo dia, y el Señor quiere que me forre de billetes». «Tengo grandes sueños porque el cielo quiere que sueñe en grande». «Dios me da las fuerzas para enriquecerme». «Prospero gracias a la Palabra». Este pequeño catálogo de mentiras sostiene toda una prole de víboras que utilizan sus dones carismáticos para esquilmar a muchos millones de seres humanos confundidos y faltos de conocimientos bíblicos.
El egoísmo nos lleva al amor al dinero; y el amor al dinero nos conduce a la esclavitud. Bajo esa condición caemos presa de estos maleantes de púlpitos. Nos sentimos perdidos y necesitados del alguien que nos ofresca el camino de la salvación.
La pregunta clave es: ¿Armoniza esta teología de la prosperidad con lo que enseña la Biblia? Veamos.
El ejemplo de Juan el Bautista, el mismo que bautizó a Jesús, es uno dramático. Dice así: “Ahora bien, Juan estaba vestido de pelo de camello y con un cinturón de cuero alrededor de los lomos, y comía langostas insectiles y miel silvestre”. El relato más descriptivo es el que habla del propio Jesucristo. Dice:“Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen donde posarse, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza”.
¡Qué contraste tan abismal! Los malditos líderes religiosos de toda la falsa religión viven, verdaderamente, en vergonzosa opulencia. Sus riquezas materiales son sin decoro. Son seres rechazados por el propio cielo. Por otro lado, Dios no espera que sus siervos sean ascetas; eso sí, desea que estén contentos teniendo cubiertas sus necesidades básicas y que se centren en servirle. La teología de la prosperidad es en realidad la teología de la perdición espiritual.
Las riquezas que Dios le ofrece a toda la humanidad son aquellas que sólo vendrán con el “nuevo cielo y la nueva tierra” prometidos por él mismo. Todo lo demás es falsedad de hombres perversos que juegan con las cosas de Dios. Y esos falsos profetas son muchos, muchísimos. Entonces, ¿por qué siguen hablando de un Rapto celestial? Estos bribones pretenden permanecer abrazados a ambas riquezas: las celestiales y las terrenales.
Caguas, Puerto Rico
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