Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño
Nuestra sociedad puertorriqueña está enferma. Las estadísticas así lo revelan. Son números fríos que nos dan una radiografía pésima de cómo vive el pueblo puertorriqueño. No menos de un 40% de nuestra población vive en la pobreza. Las ayudas que nos llegan desde Washington disfrazan en gran medida esa realidad. A la misma vez, esas dádivas del Tío Sam son las responsables de que nuestro pueblo no pueda desarrollar una ética de trabajo. Se nos ha engreído a tenerlo todo sin mucho esfuerzo. Somo un pueblo de 3.9 millones de habitantes con una tasa de desempleo del 14%. Esas limosnas han creado muchos vicios en nuestra sociedad. Pero los políticos siguen rogando por más ayudas del Congreso y la Casa Blanca. Un buen Comisionado Residente es aquel que logra exprimir más la ubre federal.
Este festín inmoderado viene de muchas décadas atrás. Esta enfermiza manía tomó auge con el Partido Popular Democrático y su fundador Luis Muñoz Marín. Cuando Muñoz Marín se hizo el hombre fuerte de Puerto Rico esas ayudas empezaron a fluir a nuestras playas con suma facilidad. Muñoz Marín era también el hombre de confianza en Washington. La historia siguió su paso y Puerto Rico fue añadiendo otras muchas dependencias económicas. A cambio, en parte, nos sentíamos orgullosos porque pagamos esas deudas con sangre de nuestra juventud –hombres y mujeres- que la vertían en tierras lejanas defendiendo la patria y los principios democráticos. En ese trueque, comida por sangre, seguimos hasta el día de hoy.
Pero los vicios han parido más vicios. Somos un pueblo que poco a poco nos hemos ido desintengrando moral y espiritualmente. La ética en los políticos está manchada. En los negocios la avaricia es la regla de oro. El mundo de los negocios se distingue por la mentira y por la torcedura de las leyes que rigen a ese mundo mercantil. El mundo religioso es un semillero de líderes. cada cual sentado en su propio trono. Y para colmo de nuestras angustias y dolores, ahora van aflorando los vicios en nuestra institución de más prestigio: nuestro Tribunal Supremo. No es nada nuevo que jueces, abogados y fiscales han ido minando la confianza de nuestro sistema judicial. Se habla de una justicia de doble vara; una para los poderosos y otra para los humildes. Se habla de cuartos oscuros donde se arreglan juicios llegando a unos acuerdos moralmente incongruentes con la paz y la confianza que tanto anhela el pueblo.Poco a poco todo lo oculto va saliendo a la superficie.
He aquí algunos datos de inmoralidad suprema. Nuestro máximo foro judicial ha pecado de un afrentamiento económico muy parecido a la corrupción que vive audazmemte nuestra Legislatura con los dineros de los contribuyentes. Se asignan a sí mismos regalías y compensaciones sin ley que los autorice y claramente sin límites. Gozan de un fabuloso sueldo de $120 mil. También cuentan con alguaciles para todos sus quehaceres fuera del Tribunal. Por su cuenta se han asignado una pensión de retiro igual a su sueldo. Y una vez retirados de sus funciones, reciben cualquier aumento que reciban los jueces en servicio. Y por si eso no fuera suficiente, sus esposas o esposos supervivientes heredan la totalidad de esos beneficios. La inmoralidad, la avaricia y la gula están clavadas en las paredes y techos de tan augusto recinto. ¡Y somos un país pobre! No quiero imaginarme qué pasaría en Puerto Rico si brotara petróleo en nuestra pequeña geografía, o en el mar cerca de nuestras costas. Creo que un brutal despilfarro acabaría con nuestra sociedad. Como hienas hambrientas caeríamos sobre tan meloso panal. La contentura sería a todos los niveles, públicos y privados.
Hace unas tres semanas estuve conversando con un conocido abogado anexionista donde expuso la siguiente teoría: «A mayor democracia menor la corrupción». Creo que ese pensamiento no es cónsono con lo que uno lee y oye. Nuestro pueblo estima mucho los principios democráticos y llevamos muchos años viviendo bajo esos supuestos estilos de gobierno. La realidad cruda y triste nos dice que la corrupción se ha metido en todos los círculos de poder en esta isla tan amante de la democracia. Lo que pasa es que la misma se ha manejado con mucha sutileza y dulzura.
Otro ejemplo vivido en nuestra democracia es el escandalosamente inmoral caso de las escoltas a los ex gobernadores Rafael Hernández Colón y Carlos Romero Barceló, que llegaron hasta el Tribunal Supremo reclamando un derecho que no les asistía. Sus reclamos fueron otorgados y el pueblo salió perdedor una vez más. Inescrupulosamente, siguen con ese privilegio de por vida. Ambos son millonarios. Luego, el gobernador actual, Luis Fortuño Burset, otorga un jugoso contrato a una firma extranjera para que ausculte en el pueblo cómo están los valores en nuestra sociedad. ¡Qué cinismo!
Ayer, Mussolini y Hitler también tuvieron comienzos de un fascismo democrático. Hoy, el mundo sabe de unas barbaridades que salieron de aquellas mentes atrofiadas por ideologías políticas.
Orgía de vicios al amparo de muchos millones de dólares es la danza que nos toca bailar. Que cada cual apriete bien su pareja. No nos apuremos, sigamos sorbiendo el elixir de los dioses terrenales.
¡Que viva la fiebre del peculado!
Caguas, Puerto Rico
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