Con algo más de 9 millones de habitantes, Haití es uno de los países con peor distribución del ingreso en todo el mundo. De cada 100 gourde (unidad monetaria haitiana) que se generan, casi la mitad se la lleva el 10% más rico. Mientras que el 10% más pobre solo recibe 0.70 centavos. El 80% de la población sobrevive por debajo de la línea de pobreza, con menos de un dólar diario.
Casi el 75% de las casas (de madera y lata) no tienen saneamiento. Menos del 40% de la población tiene acceso al agua potable. No existe servicio de recolección de basura.
El 80% de la población está desempleada. El salario promedio no supera los 50 dólares mensuales.
La tasa de mortalidad infantil es de 59.7 por mil nacidos vivos, la más alta de América y sólo superada por países africanos y algunos asiáticos. Sólo el 24% de los partos son atendidos por personal médico calificado.
La expectativa de vida cayó de 52.6 años (2002), para 49,1 años (2005). Es la más baja de América Latina y sólo superior a algunos países de África, Bangladesh, Laos y Afganistán.
Con aproximadamente 120.000 infectados de VIH (el 2,2% de la población), es uno de los países con más problemas por el Sida.
Las informaciones que se conocieron a partir del terremoto del pasado 12 de enero dan cuenta que en Haití se están sepultando en fosas comunes más de diez mil cadáveres por día y que al menos dos millones de personas quedaron sin hogar. La situación es catastrófica», explicó Jacques C., cirujano del equipo francés de Médicos del Mundo. «Desgraciadamente, estamos teniendo que realizar numerosas amputaciones todos los días, en las próximas jornadas calculamos que tendremos que hacer del orden de 400», ha manifestado el cirujano. Estas operaciones se deben a las graves heridas causadas durante el sismo y a la imposibilidad de tratar las infecciones».
HAITI Y LOS ESTADOS UNIDOS: El gobierno de los Estados Unidos, fiel a su esencia inhumana, prioriza el envío de tropas y equipos militares sobre la ayuda que tan desesperadamente se necesita. La directora legal de la organización Médicos sin Fronteras, Francoise Saulnier, dice que esta semana se impidió tres veces el aterrizaje de un avión que llevaba más de doce toneladas de suministros de ayuda.
También ha ordenado la expulsión, supuestamente a instancias del Gobierno haitiano, de los enviados especiales a Haití acampados tanto en el aeropuerto de Puerto Príncipe como a los alojados en la sede de la misión de la ONU en el país caribeño. Y además comenzó a levantar carpas en la base naval de Bahía de Guantánamo para alojar trabajadores migratorios haitianos, en caso de una migración masiva activada por el terremoto.
Los cascos azules de la ONU, que custodian el área exterior del Aeropuerto Internacional de Puerto Príncipe ocupado por efectivos norteamericanos, agredieron a pobladores haitianos que buscaban trabajo y alimentos para poder sobrevivir.
Según declaraciones que hizo hoy el embajador adjunto estadounidense ante la ONU, Alejandro Wolff, la presencia de las tropas norteamericanas en Haití será a largo plazo, con el objetivo de ayudar al país caribeño a recuperarse del devastador sismo.
Ni lerdo ni perezoso, el FMI ofreció sus ayudas a Haití, prometiendo un préstamo sin intereses por valor de 100 millones de dólares. Dominique Strauss-Kahn, su director, afirmó que la entidad optó por extender un crédito al país porque aprobar una donación hubiera requerido más tiempo y trámites. Ese préstamo será perdonado si se aprueba la cancelación de toda la deuda, como se está requiriendo.
Por suerte no todos somos como ellos. Treinta y ocho jóvenes haitianos que estudian Medicina en Santiago de Cuba forman parte de la brigada médica cubana que intenta aliviar el dolor de ese pueblo. El presidente Hugo Chávez anunció en el programa Aló Presidente: «Vamos a enviarle lo que requiera el pueblo haitiano en combustible». Así el lunes partió un primer buque con 225.000 barriles de diésel y gasolina, par ser refinados en República Dominicana.
El pueblo ayuda al pueblo: A Alejandro Ramírez, cineasta guatemalteco que vive actualmente en Cuba, el terremoto lo sorprendió en Haití.
Su testimonio nos ayuda a corroborar una vez más, como dice Eduardo Galeano en El Libro de los Abrazos, «Los medios de información desinforman». Se presenta a los haitianos poco menos que como fieras hambrientas y esto sirve para justificar la enorme presencia militar en ese país.
Cuenta Alejandro: «No he estado en Puerto Príncipe pero puedo dar fe que en Jacmel no es la situación que presentan. Ellos escogen las escenas más fuertes, las más morbosas y las más amarillistas y te las repiten una y otra vez y van creando una imagen totalmente distorsionada de la realidad».
Haití es un pueblo que sufre este terremoto como la peor desgracia de estos años, encima de todos los problemas que ya lleva en su lomo, pero a pesar de eso hay en este pueblo un sentimiento de salir adelante, de organizarse para resolver los problemas.
Fui testigo de como los vecinos fueron los que ayudaron en los momentos mas difíciles por falta de ayuda gubernamental u oficial, fue la propia gente que ayudo metiéndose en los escombros para sacar a los que aun estaban vivos, donde no podían levantar las placas de cemento no había nada que hacer.
Fueron familias de muchos pueblos lejanos a Puerto Príncipe los que han alojado a los que se quedaron sin techo en la ciudad.
En el campo de fútbol de Jacmel donde hoy se refugian 3200 personas que se quedaron sin casa tienen todo un sistema de cocinas colectivas y las madres y mujeres se turnan para cocinar a toda la gente, los hombres trozan la leña con las hachas y cargan los sacos de comida y los niños hacen su cola organizadamente para llenar sus tambos de agua y los que ya los llevaron a sus familias que se refugian en techos de nylon juguetean sonriendo.
A la oficina de CROSE (Coordinadora Regional de Organizaciones del Sudeste) llegan muchas personas todos los días para ver como pueden ayudar voluntariamente, son los que han recorrido todos los barrios de Jacmel a pie, incluso en la montaña para sacar las estadísticas de las casas afectadas y las familia con problemas.
Se habla de la creciente inseguridad, que no se puede transitar por ningún lado por el saqueo y no niego que pueda haber actos delictivos, pero es lógico que saquen las cosas de los comercios que se derrumbaron y se las lleven, este pueblo tiene hambre de siglos, no es razonable que se quede la comida enterrada en estos momentos. Sin embargo he caminado todas las calles de Jacmel con mis dos cámaras al cuello sin sentir una pizca de agresividad o alguna mirada extraña, cosa que no puedo hacer en ciudades como Guatemala o Caracas. Toda la gente me ha recibido con afecto e incluso me han llevado a los lugares donde están sus problemas y lamento mi nulo conocimiento del creol o del francés porque me contaban historias que no podía entender, sin embargo muchos hablan español y ellos lograron decirme sus sentimientos, a mi un blanco desconocido que invade sus espacios.
Hicimos el camino de Jacmel a Anse-a- Pitre, en un carro de CROSE, una Nissan 4x4, llena de maletas y bultos y en los 187 kilómetros que separan estas dos comunidades no encontramos ningún problema de pillaje como suelen decirle. Si vi muchas gentes montadas en sus burros yendo al campo a trabajar, los carboneros haciendo sus hornos, las mujeres cargando agua como siempre, los mercados comunitarios vendiendo sus productos, precios mas altos si, claro, el precio de la gasolina ha subido mucho y eso encarece todo, pero la gente del campo hace su vida normal, se buscan la vida con su trabajo, que muchas veces no les alcanza para comer.
Entonces ¿cómo pueden decir los medios que todo es desastre si hay un montón de corazones que aun laten con un sentimiento humano de solidaridad que siempre se nota mas entre los que menos tienen y este pueblo es posiblemente uno de los pueblos que menos tenga y mas en estos momentos?
Fuentes: Cubdebate, Democracy Now, Rebelión, Centro Martin Luther King
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