Por Arturo Cardona Mattei / Poeta y escritor puertorriqueño
Todos esperamos ansiosamente por un mundo mejor. La humanidad entera se merece una vida decente. La raza humana grita por alcanzar un sistema de vida más humano donde la igualdad no sea pura retórica. Pero esas esperanzas chocan con muchas fuerzas que se oponen a tan audaz pedido. Las proclamas políticas a favor de esos anhelos llueven con ánimos torrenciales. Las plegarias religiosas inundan iglesias y mezquitas. Las concentraciones ecuménicas son interminables. En verdad, el mundo gime y llora por un futuro mejor. El cuadro fantasmagórico que nos llega día a día nos muestra una población mundial con una vida llena de tristezas y congojas. Pero el hombre no acaba de encontrar un punto de referencia donde pueda instalar los cuarteles que dicten las pautas necesarias para llevar a todo el mundo el bienestar que tanto se pide.
Fuerzas malsanas como la codicia, la falta de cariño natural, la moral relajada, la ignorancia, las ideologías divisivas, las grandes diferencias culturales y las enredadas enseñanzas religiosas hacen imposible que se pueda desarrollar un proyecto de alcance mundial para beneficiar esa inmensa cantidad de seres humanos que vive noche y día en condiciones paupérrimas. Es el propio hombre el causante mayor que hace que esas aspiraciones humanas se queden en el tintero. Hoy desbordamos ríos y lagos con nuestras lágrimas, mañana nos enfriamos y olvidamos todo. Así, la vida sigue igual.
En esa desesperación, donde ruegos y oraciones se hacen pedazos, empezamos a mirar hacia la ruleta de la buena suerte con esperanza de que nos traiga la carta de salvación, el pasaporte a la felicidad. Así, sin notarlo, nos vamos acercando a la ruina. El milagro del maná ocurrió una sola vez. En estos tiempos la humanidad no puede esperar ver repetida esa acción celestial. Por el contrario, hoy lo que tenemos es una humanidad viviendo de migajas.
Luego, nos ponemos a esperar por un caudillo fuerte, inteligente y con voluntad para meterle mano a los muchos problemas que nos azotan día y noche. O un líder religioso carismático y brillante que nos ordene el camino a seguir. Otros confían ciegamente en los procesos políticos de las democracias. Así nos pasamos desojando margaritas. Seguimos echándole perlas a los cerdos.
¿Y cuál es la realidad mundial? Las llamadas democracias están infestadas con el virus de la corrupción. Los caudillos redentores se convierten en torpes dictadores oprimiendo a los pueblos indefensos. Y los líderes religiosos altaneros e hipócritas, solo sueñan con imponer gobiernos teocráticos a su imagen y semejanza. Y la incertidumbre sigue arropando a la raza humana en todas las latitudes del globo.
De hecho, hace dos mil años, parte del pueblo judío quería hacer rey a Jesucristo porque entendía que Dios lo había enviado y que sería un gobernante muy capacitado. ¿Qué ocurrió? Jesús huyó en cuanto se enteró de esas pretensiones del pueblo. El relato bíblico dice: «Por lo tanto, Jesús, sabiendo que estaban a punto de venir y prenderlo para hacerlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo». Más tarde le dijo al poderoso gobernante romano Poncio Pilato: «Mi reino no es parte de este mundo». ¿Qué aprendieron de ese ejemplo los enfermizos líderes religiosos del mundo? Rechazaron esa enseñanza y se han confabulado con los poderes políticos terrenales, tratando en todo momento de conseguir atalayas políticas para su propio beneficio. Estos son los Barrabás de nuestros tiempos.
A finales de los años sesenta, echa raíces en Latinoamérica la teología de la liberación, en la que se representaba a Cristo, no solo como un Salvador en el sentido bíblico, sino también en sentido político y económico. ¿Cuáles fueron los resultados de ese experimento religioso/político? ¡Un total fiasco! Los pueblos latinoamericanos siguen con los mismos problemas. De igual manera, ha habido grupos en muchos países musulmanes que han procurado poner freno a la corrupción y a los abusos fomentando una obediencia más estricta al Corán. Este ha sido otro paso político/religioso con iguales resultados.
En Estados Unidos, muy agitado por la degradación de los valores morales, se fundó una organización llamada la Mayoría Moral. Su fundador fue el ministro Jerry Falwell. Años más tarde este movimiento fue disuelto. Hoy la nación norteamericana exhibe una degradación de valores que espanta a cualquier ser humano que quiere ver mejorar las condiciones humanas, en todo sentido. Puerto Rico se metió en esa corriente cuando la Iglesia Católica fundó el Partido Acción Cristiana. Un bochorno más que cayó sobre esa institución religiosa.
Simplemente, la religión y la política no se pueden mezclar. Cielo y tierra no se pueden juntar. Por ese camino trillado no nos va a llegar un mundo mejor. Sotana y fusil no tienen nada en común. Púlpito y tribuna son como el agua y el aceite. Es muy cierto: «El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo», dicen las Escrituras. Una nueva capa de valores nos está empujando jalda abajo.
¡Oh esperanzas de mis torturas!
Caguas, Puerto Rico
___
Indice Actualizado / Zonas del carácter / Indice: Heideggerianas / Indice: El hombre extendido / Indice: Cuaderno de amor a Haití / La Naranja / Cuaderno de amor a Haití
No comments:
Post a Comment